No son series de televisión, aunque permiten una secuencia. No son series de televisión policíacas, aunque pueden ser la raíz y son policíacas. No son asesinos en serie, aunque los hay. Son series de detectives o investigadores: Marlowe, Rebus, Conde, Beck, el agente de la Continental, Bosch, Morck, Jaritos, Romano, Grens, Grave Jones y Coffin Johnson, Sejer, Bevilacqua, Wilhelmsen, Adamsberg, Erlendur... Y se sitúan en cualquier lugar, son de cualquier lugar: la muerte está en todas partes.
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viernes, 21 de marzo de 2014

El reinado de Witiza, de Francisco GARCÍA PAVÓN





En 2013 salió una nueva edición de El reinado de Witiza de Francisco García Pavón, publicado por Rey Lear Editores. Esta editorial ha llevado a cabo una gran labor de recuperación de la serie del Jefe de la Policía Municipal de Tomelloso (G. M. T.), Manuel González, alias “Plinio”, de la que ya quedan pocos títulos por rescatar.

Porque hay que tener en cuenta que la obra sobre Plinio se sitúa a grosso modo en la década de los setenta del siglo pasado, y puntualizando un poco más empezó concretamente en 1965 con la novela corta Los carros vacíos (como se ve en la bibliografía de abajo). En total se compone la serie de ocho novelas, tres novelas cortas –aunque habría que añadir que el relato “El último sábado” se podría considerar también una de ellas, e incluso la mejor– y un conjunto de cuentos que también protagoniza Manuel González Plinio junto a su inseparable don Lotario.

En uno de los prólogos a esas primeras obras –en concreto en Historias de Plinio de 1968, que agrupaba las novelas cortas El carnaval y El charco de sangre– el propio autor, García Pavón, nos habla de sus intenciones a la hora de crear este tipo de novelas. Algo así como traer a nuestra literatura la novela policiaca o novela de suspensión, como él la llama, ya que aquí sólo aparecían traducciones, pero no novela original en español. Y qué más español que situarlas en un lugar de la Mancha, Tomelloso, en la ruta de un antiguo salvador de entuertos, como Don Quijote, y en un paisaje que ya fue tratado de una forma similar por otro clásico como Azorín, por ejemplo. Pues de algún modo es el remedo del estilo de estos dos autores –y alguno más– los que dan ese interés castizo, muy castizo, a su novela policial. Y esto puede ser un plus, pero también una rémora. Con ello no queremos quitarle originalidad al Plinio de García Pavón, pues claro que la tiene, porque la dificultad está, estaba, en llevar a un pueblo español, de gentes muy de pueblo, con hablas y maneras de pueblo, unas características muy específicas, las policiacas, y hacer que eso no se tambalee, que funcione, es lo que plenamente consigue el autor.

Incluye El reinado de Witiza,
El rapto de las Sabinas,
Las hermanas coloradas y El último sábado.
El reinado de Witiza es la primera novela larga que publicó y junto a Las hermanas coloradas, la de mayor éxito y reconocimiento. En ella la intriga se presenta cuando aparece un nicho en el cementerio de Tomelloso que debería estar abierto, pero está cerrado, y al abrirlo nos encontramos con un cadáver dentro de una persona desconocida. La primera parte de la novela se centra en descubrir la identidad de ese cadáver que para más INRI había sido embalsamado. Plenamente aparecen la ironía, la jocosidad y la campechanía tan características de toda la serie de Plinio y que aquí ya están perfectamente establecidas. Al final la identidad del muerto nos trae también la solución al enigma de por qué está en un nicho que no era el suyo y la chanza precisamente es el origen y la causa de la intriga. 


Y eso es precisamente otro elemento muy característico de las novelas de Plinio, que en realidad todos los casos no tienen apenas ningún componente de maldad en ellos, o bien su causa puede ser únicamente una broma, como el de esta novela, o una pérdida casual de un muerto, como en Vendimiario de Plinio, donde un cajón con el cadáver de una anciana dentro en una posición un tanto extraña, aparece y desaparece como las lagunas del Ruidera por toda la comarca, hasta que Plinio con su olfato o pálpito, como lo llama don Lotario, va descubriendo la rocambolesca peregrinación del cajón y su origen inicial. O unas desapariciones que luego se convierten en secuestros pero cuyo origen, luego se descubrirá, no está en un acto de maldad puro sino en unas causas que en el desarrollo de la novela está en cierto modo plenamente justificadas y de alguna forma atemperadas, endulzadas, diríamos. En este caso nos estamos refiriendo a Las hermanas coloradas –único caso que no se desarrolla en la zona manchega, sino en Madrid, en la capital, pero sus protagonistas sí son de Tomelloso y por eso la intervención de Plinio–, donde la desaparición de María y Alicia Peláez de su domicilio en la calle Augusto Figueroa de Madrid se convertirá en un asunto de celos que nos retrotrae a la época de la guerra civil y a aquellos escondidos después de la derrota –que también tratará en un cuento, “El caso de la habitación soñada”–, olvidados de todos, excepto de, en este caso, su novia oficial de antes del conflicto. De secuestro o rapto también se trata en la segunda novela de la serie, El rapto de las Sabinas, titulado así porque la primera desaparecida es Sabina Rodrigo, aunque luego vendrán Rosita Granados y Clotilde Lara, pero la solución está lejos de la anterior, en este caso tiene que ver con una merma de los instrumentos físicos masculinos para ejercer su labor y provocan esos raptos de mujeres lozanas y bien puestas que puedan provocar su resurgimiento o nacer primero. 

También de un caso de desviaciones sexuales tratará Voces de Ruidera, aunque mezclado con un secuestro de una personalidad que en ningún momento en la trama de la novela lograremos descubrir. Esta novela, quizá, sea algo más compleja porque entremezcla precisamente dos enigmas en su trama, cosa que no es habitual en las historias de Plinio, donde al primer suceso se suman otros, pero todos continuados a partir del primero. Una semana de lluvia –la cuarta de la serie– también trata el tema de las mujeres, en este caso de los suicidios de embarazadas, dos, Aurora Gutiérrez y Rosita Olivar, y como no podía ser menos tiene que ver, en contra de lo pensado por la mayoría del pueblo, con la honra familiar, como la escena final pondrá de manifiesto.

Los dos últimos casos de Plinio, nos referimos a las novelas Otra vez domingo de 1978 y El hospital de los dormidos de 1981, ya no se desarrollan en los finales de la dictadura, como todos los previos, sino en plena agonía del dictador, la primera y en la transición y consolidación de la democracia, la segunda, y en ellos la jocosidad y el sarcasmo están aún más acentuados, incluso el estilo se limpia, es algo menos castizo, añadiríamos, aunque sin perder, claro, su esencia. El propio don Lotario ha dejado el seiscientos de las novelas anteriores –y el Ford de las tres primeras novelas cortas que se situaban en el primer tercio del siglo XX– y se ha pasado a un SEAT 850. En la primera de las dos, Plinio, que ya ha perdido su condición de investigador para ejercer su labor normal de policía municipal debido a los mandatos de los altos cargos políticos de la provincia, investiga la extraña desaparición del médico don Antonio en plena madrugada. La solución como siempre en las tramas de Plinio no presenta ningún grado de absoluta maldad por ningún lado, sino que tiene que ver más con un accidente, aunque provocado, que con otra cosa. En la última ni siquiera hay muertos, sino dormidos y su extraña conducta viene provocada por unos placeres demasiado sublimes.

En fin, que lo que produce Plinio en los lectores actuales de sus obras es una recuperación de algo perdido, la vida de pueblo, los sonidos del pueblo, el ambiente de pueblo, donde todos se conocen, el olor de las gachas de Maleza, el cabo, en Una semana de lluvia, o de otros guisos tan populares y ya casi perdidos, las charlas y tertulias en los casinos del pueblo, el de San Fernando o el propio de Tomelloso, ambos en la misma localidad, con sus gentes sapientes como don Braulio, el "filósofo", y los churros y buñuelos de Rocío, donde don Lotario y Plinio suelen desayunar, también con el machismo de la vida familiar, donde las mujeres, Gregoria, la esposa, o Alfonsa, la hija, están al servicio del marido o padre.

Tomelloso. Ciudad Real. España

Y sobre todo “el caldo” –con algún que otro cigarrillo, los menos– que se lían una y otra vez, constantemente, ambos protagonistas y que se fuman con sumo placer. Porque aquí el humo que todo lo envuelve no es el de los asesinatos, robos y maldades habituales  y propios de las novelas policiacas, sino el del tabaco, el más puro tabaco de antes, que se liaba y se fumaba con tanto placer.          





Novelas cortas. [Recopiladas en Plinio. Primeras novelas, Rey Lear, 2007.]
1965. Los carros vacíos.
1968. El carnaval.
1968. El charco de sangre.

Novelas
1972. Vendimiario de Plinio.

Cuentos (ordenados según la fecha de edición en libro). [Recopilados en Plinio. Todos los cuentos, Rey Lear, 2010.]
1953. “El Quaque”.
1965. “Los jamones”.
1970. “El huésped de la habitación número cinco”.
          “El caso de la habitación soñada”.
          “Echaron la tarde a muertos”.
          “Las desilusiones de Plinio”.
          “Muerte y blancura de Baudelio Perona Cepeda”.
1974. “El último sábado”.
          “Las fresas del Café Gijón”.
          “Los sueños del hijo de Pito Solo”.
          “Fecha exacta de la muerte de Polonio Torrijas”.
          “Sospechas anulares de Plinio”.
          “La esquela mortuoria”.
          “Detalles sobre el suicidio de Arnaldo Panizo”.
          “Un crimen verdaderamente perfecto”.
          “Una tarde sin faena de Plinio y don Lotario”. (Es el mismo cuento que “Echaron la tarde a muertos” con un pequeño cambio en el final del mismo).
          “La bella comiente”.
1980. “El caso mudo”.
1985. “Pan caliente y vino fuerte, mi muerte”.
          “El roncador”.

jueves, 16 de enero de 2014

El hermano pequeño, de J. M. GUELBENZU



Las novelas policiacas de J. M. Guelbenzu son eminentemente literarias. Y el autor lejos de ocultarlo lo muestra constantemente. No sólo lo muestra, sino que lo exhibe. Le gusta exhibirlo al igual que a su protagonista principal le gusta exhibirse tanto como mujer como como investigadora o detective, aun no siéndolo. En realidad Mariana de Marco es Juez de Primera Instancia e Instrucción. Es decir, es la que toma las primeras diligencias para, una vez establecido el caso, pasárselo a otro Juez para que lo juzgue.

La novela que nos ocupa, El hermano pequeño, es la quinta de la serie de seis que hasta ahora ha publicado el autor. Y seguramente la más conseguida. Y quizá lo sea porque precisamente su entramado literario, que no deja de serlo y mucho, se ajusta en muy buena medida a la posible realidad y le da al lector esa necesidad de verosimilitud que en otros casos resulta más difícil de detectar.

La serie empezó en el 2001 con No acosen al asesino. Novela coral, donde los distintos personajes nos hablan desde sí mismos y donde la Juez Mariana de Marco en principio no deja de ser una más dentro de esa sociedad de nivel económico y social alto que vacaciona en un pueblecito cántabro llamado San Pedro del Mar y donde ella tiene su destino como Juez. La novela empieza con un remedo de “Continuidad de los parques”, el cuento de Julio Cortázar, donde Carlos Sastre degolla al magistrado retirado Medina. Después se desarrolla entre las intrigas propias del género dentro de ese pequeño núcleo de veraneantes exclusivos y las muestras del, al principio escaso, arrepentimiento del autor del crimen que se van acrecentando, como en el Raskolnikov de Dostoievski, a medida que transcurre la novela. Entre Mariana de Marco y su secretaria del juzgado Carmen Fernández, más el aporte de la Guardia Civil en la persona del capitán López, se terminan por descubrir los motivos del asesinato y con ello al asesino.

Portada de La muerte viene de lejos
Portada de No acosen al asesino

Una vez tenemos los personajes principales, recién citados, en la siguiente novela, La muerte viene de lejos, volverán a aparecer ya con un protagonismo mayor. Después de su acceso a la judicatura por el tercer turno, Mariana de Marco ahora ha conseguido un puesto en Villamayor, un pueblo algo más grande que el anterior. En esta novela su personaje empieza a tener mayor enjundia, mujer atractiva de 42 años, dispuesta a algún affaire amoroso, pero sin compromiso, y cuyos gustos se centran en personajes un tanto dados a las maldades, como en este caso. Rafael Castro es como el doctor Jekyll y mister Hyde, atractivo y atento por un lado, hasta conquistar a la misma Juez, y por el otro... Sólo la insistencia de su anterior secretaria del juzgado en San Pedro del Mar, con la que sigue teniendo amistad, conseguirá descubrir lo que se mantiene oculto en esta historia de herencias y suplantaciones de la personalidad.

Portada de El cadáver arrepentidoLa tercera novela, El cadáver arrepentido, del 2007, al igual que la última, Muerte en primera clase, del 2012, tienen un rasgo en común, que la juez no ejerce de tal, es decir, se encuentra  lejos de su jurisdicción, pero no puede evitar elucubrar constantemente en los misterios que en ambos se van a presentar. En El cadáver arrepentido viene a una boda, invitada por una amiga de la adolescencia, ahora en la cuarentena como ella, en una finca de Toledo, La Bienhallada. Allí se encontrará con ciertos personajes de su pasado, pero también con un cadáver desenterrado en posición de pedir disculpas y la muerte de la madre de la novia un par de semanas antes de celebrarse el enlace. En una trama más bien de novela de aventuras que de policiaca que empieza por allá a principios del siglo XX y que desemboca aquí a finales del mismo, 1998, la mente intrigada de Mariana descubrirá los misterios del oro y de la herencia recibida por la familia de su amiga. En Muerte en primera clase, Mariana se va de viaje turístico por Egipto con su nueva amiga Julia Cruz –que apareció en la novela anterior, El hermano pequeño– y la trama homenajea esta vez a la misma Agatha Christie en su Muerte en el Nilo, pero en este caso el clan, el séquito, es la familia Montesquinza y el misterio es la desaparición de su matriarca Carmen.

Elogio del Horizonte, de Eduardo Chillida. Gijón

Entre medias de estas dos, se encuentran quizá las dos mejores de la serie: Un asesinato piadoso y El hermano pequeño. En ambas el argumento se sitúa en la ciudad de G…, próxima a Vetusta –recordando a Clarín–, es decir, (y siguiendo con el juego literario con el que Guelbenzu trata al mecanismo de la novela policial o de crimen y misterio como se tildaba en la tradición inglesa, de la que Guelbenzu se siente seguidor) Gijón y Oviedo, donde nuevamente se ha desplazado la Juez Mariana de Marco al haber una vacante en esta ciudad.

Portada de Un asesinato piadosoAl dejar la anodina Villamayor, también deja las amistades y affaires amorosos que ocurrieron allí, como la corta aventura con el capitán López que tiene al final de El cadáver arrepentido. Aunque Carmen Fernández, su antigua secretaria del juzgado de San Pedro del Mar, siga apareciendo y en cierto modo ayudando, ya se nota un cambio en las relaciones personales que se profundizará en la siguiente novela, con el cambio de cromos de Carmen por la arquitecta Julia Cruz como amiga más íntima. En Un asesinato piadoso el argumento se inicia con la llegada a la escena del crimen de Mariana a la casa de Cristóbal Piles –el muerto– y Covadonga Fernández, donde también se encuentra el padre de ésta, Casio, que se ha pasado toda la noche desde el momento de la muerte de Cristóbal preparando el escenario para presúntamente autoinculparse hasta llamar a la policía. Dos elementos son un tanto efectistas en esta novela: el inspector Alameda, siempre con su abrigo puesto y su bigote, que recuerda a los sabuesos ingleses en una mezcla de Sherlock Holmes y Hércules Poirot, y esa trampa final para cazar al asesino… Aún así, no deja de ser de las mejores de Guelbenzu, pues los elementos judiciales de la investigación empiezan a ocupar un lugar más importante en la trama.

Ciudad de G... (Gijón, Asturias, España)

Lo mismo pasará con El hermano pequeño, la mejor como ya hemos dicho. El argumento incluso es hasta más actual, la asesinada Elena Sánchez Vega, Jessica Vega, ha ejercido de modelo porno en su pasado. El cadáver también aparece al principio de la historia, un cadáver tirado en una cuneta con las manos cortadas cerca de la casa donde vivía con su marido Jacinto. Hay nuevo inspector, Quintero, y un nuevo círculo de amistades que como hemos dicho se inicia con Julia Cruz. También el ámbito laboral está más desarrollado, con su secretario Pelayo o con jueces de alguna forma enemigos, como el Juez Carbajo. La trama le llevará a relacionarse con los altos próceres de la ciudad, que están envueltos en la intriga, como el empresario Montclair, de cuya relación de una noche saldrá escaldada. Y es esa introducción en el ámbito de la novela social o de lo malo de la sociedad, muy dado en la novela policiaca actual, lo que le da quizá mayor empaque a esta novela con respecto a las otras, aunque para el autor quizá no sea una deriva que le guste en demasía. Más para no caer del todo en esto, la trama presenta al hermano pequeño de Mariana, Antonio, como el elemento clave de la misma, siendo precisamente lo más artificial de la misma sin tener en cuenta su ambigüedad sexual , es decir, lo más literario.

Como decimos, pues, la literatura está por encima de todo, no sólo en la artificiosidad que es en sí una novela de crimen y misterio que constantemente está en primer plano, sino también en las continuas menciones a títulos y autores a los que Mariana de Marco lee en cada una de las novelas. Quizá lo que nos empuja a seguir a Mariana sea la misma Mariana, más que las tramas, el atractivo de una mujer de cuarenta y cinco años que ella no deja de admirar constantemente cuando se mira al espejo, pero que se convierte en la atracción a su vez por dos elementos indisolubles, pero que terminan siendo uno: el sexo y el mal, esto es: el peligro, como dice el propio autor.        





(1) 2001. No acosen al asesino. [La trama posiblemente se sitúa en 1996-97]
(2) 2004. La muerte viene de lejos. [Posiblemente 1997]
(3) 2007. El cadáver arrepentido. [El tiempo interno se desarrolla en 1998, aunque hay referencias a todo el desarrollo del siglo XX]
(4) 2008. Un asesinato piadoso. [Se sitúa en 1999]
(5) 2011. El hermano pequeño. [En el 2000] Lectura
(6) 2012. Muerte en primera clase. [En el 2001, justo antes de la 2ª guerra del golfo, que se menciona explícitamente]
(7) 2014. Nunca ayudes a una extraña. [Julio de 2004] Lectura

jueves, 21 de noviembre de 2013

Una novela de barrio, de Francisco GONZÁLEZ LEDESMA



Una novela de barrio ganó el I Premio Internacional de Novela Negra RBA en el año 2007, y con todo el merecimiento. Posiblemente sea la mejor novela de Méndez, donde el ritmo no decae en ningún momento y los personajes siguen el paso de la trama –y no al revés– de venganza bien trabada, donde todos los elementos –que luego iremos enumerando– de las novelas de Méndez están presentes.

De las nueve novelas de Francisco González Ledesma sobre Méndez podríamos hacer una división en tercetos ateniéndonos a un par de factores: sus años de publicación y sus características internas. Primero estarían las tres publicadas en los años ochenta del siglo pasado –excluyo Expediente Barcelona, pues aquí Méndez no es protagonista sino actor secundario–, es decir, la primera y mejor, Crónica sentimental en rojo – ganadora del Premio Planeta allá por el año 1984– y las dos siguientes, Las calles de nuestros padres y La dama de Cachemira. Las tres ubicadas en Barcelona sin excepción, donde la personalidad de Méndez y su cinismo nacen para permanecer, ya es viejo para ser policía, ya está como apartado de las labores policiales propiamente dichas y ya ejerce como si fuese un investigador privado que se busca los casos sin que la superioridad lo autorice. 

En Crónica sentimental en rojo el argumento tiene que ver con la codicia y la mentira y hasta dónde te pueden llevar esos pecados tan característicos del ser humano. En ella se entremezclan la alta sociedad de Barcelona con las bajuras de sus calles, se enlazan los Bassegoda, muerto el padre, Oscar Bassegoda, sus herederos, la hija Blanca, su marido separado de ella, el sobrino de los Bassegoda que se crió en la casa familiar, y, por último, un periodista, Carlos Bey, encargado de administrar una parte de la fortuna para obras de caridad, y con ellos aparecerán el Richard, Ricardo Arce, recién salido de la cárcel, pero ingenuo y dado al sentimentalismo y, cómo no, las putas y travestís, Encarnación Lopez o la Susi, que van guiando a Méndez a desentrañar el engaño. Y en medio el objeto de deseo de todos la gran torre de la Vía Augusta, símbolo de su aristocracia. La trama es espesa, pero al final bien resuelta, donde se mezclan el pasado del patriarca, un hombre hecho de dinero y de mentiras, como todos los hacendados, mentiras que se heredan, por genética o por abogados, en el presente. Frente a ellos la chusma de la calle, de los barrios bajos, los que no tienen el dinero pero sí la nobleza o una cierta forma de nobleza.

El terceto del medio lo conforman Historia de Dios en una esquina, de 1991 pero reescrita para su edición del 2008, El pecado o algo parecido, ganadora del Premio Hammett de la Semana Negra de Gijón, y Cinco mujeres y media, también ganadora del Premio Mystère en Francia. Excluyendo el híbrido de Historia de Dios en una esquina, las otras dos de los primeros años de este siglo presentan características parecidas. Son las que tienen más aspiraciones, podríamos decir, con una prosa aún más cuidada, incluso con algún elemento de aquella literatura experimental de los años setenta –estoy hablando de la literatura en lengua española– de los hispanoamericanos y algún que otro español como Juan Goytisolo, literatura que se atrevía a narrar en segunda persona –como en La muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes, entre otras–, como aquí, en Cinco mujeres y media, por ejemplo, los soliloquios de Patricia Cano. El argumento en esta novela es complejo, empieza con la violación y asesinato de una chica, Palmira Canadell por tres jóvenes pertenecientes a los bajos fondos, pero que sólo es una trama paralela a la de otras mujeres, como la ya mencionada Patricia Cano, hija de una madre que se acostaba con el vecino pudiente, o la de Marta Pino, hermana de Conrado Pino, otro hombre hecho de dinero y de extorsiones, que tiene en nómina a alguna querida de lujo, entre ellas Patricia Cano, o Eva Ferrer, la más noble, quizá, aunque “burguesita del Eixample”, viuda de un abogado y madre de un hijo autista de veinte años. Junto a ellas los malos, siempre hombres, los ya mencionados algo estúpidos delincuentes y los ambiciosos hombres de negocios, como Conrado Pino o su enemigo Oscar Madero, también dado a tener sus queridas, al que domina la envidia y la ambición a costa de los demás. Y ahí Méndez y otro de los elementos habituales en sus novelas: los asesinos profesionales, el Renglan, en este caso y, como excepción, visto al final de una forma redentora. Como redentor es el plan que esas cinco mujeres que se mencionan en el título idean para engañar a los que engañan.      

El último terceto lo forman la novela que nos ocupa, Una novela de barrio, y las dos últimas, No hay que morir dos veces y Peores maneras de morir ya en cierto modo comentadas (ver lectura). Una novela de barrio está a caballo entre sus dos precedentes y estas dos mencionadas. El ritmo, como dijimos al principio, de alguna forma ha variado, es menos prolijo y más acelerado, también la prosa, consecuentemente. Pero volvemos a encontrarnos con determinadas recurrencias. El cinismo de los diálogos, que no sólo pertenecen a Méndez, los asesinos profesionales que van surgiendo a medida que Erasmus los va contratando para matar al Miralles, el presunto asesino del Omedes, su compañero en el atraco al banco que propició hace años la muerte del hijo de tres años del ahora guardaespaldas Miralles. Y las mujeres, cuya infancia y juventud es violada, la rescatada y ahora compañera de Miralles, Eva Expósito, o las queridas y putas del ya difunto y “cabrón” Marqués de Solange, Mabel, la aún joven, y Madame Ruth, la vieja y enferma. Y la casa o torre con jardín en el barrio de Horta que éste les dejó en herencia a sus putas y que es el escenario de las persecuciones y muertes del final de la novela.      

Y Méndez sigue siendo el que no tiene edad, el paseante del barrio y el partidario de la justicia directa. Y aquí, en el final, ese deje también habitual de cierta resignación. Porque al final lo que hay siempre en las novelas de Méndez y en esta en especial es eso: una resignación ante esta vida cargada de desdichas inevitables que moldean el carácter de los personajes y de las que no pueden escapar aunque lo intenten.






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1983. Expediente Barcelona. [Primera aparición de Méndez pero como personaje secundario]
2006. Méndez. [Conjunto de relatos]

martes, 19 de noviembre de 2013

Peores maneras de morir, de Francisco GONZÁLEZ LEDESMA



No hay vuelta de hoja, parece que al final Méndez es mortal, en contra de todas las apariencias. Al menos eso desvela la última escena de la novela, pero ya sabemos que, quizás, en el próximo capítulo…, como en los buenos seriales.

Aunque no, no puede ser, no puede ser que eso ocurra porque Méndez es intemporal, podríamos, incluso, decir eterno, pero no, lo que le define mejor es su intemporalidad.

Y es intemporal porque Ricardo Méndez en todas y cada una de las novelas de Francisco Gónzalez Ledesma, desde la primera donde aparece como protagonista, Las calles de nuestros padres, o la segunda, Crónica sentimental en rojo, que bien pudiera ser la primera, ambas se publicaron el mismo año, 1984, hasta la última, la que nos ocupa, Peores maneras de morir, de este 2013, tiene siempre la misma edad, una edad, eso sí, indefinida, ronda los sesenta y…, siempre a punto de jubilarse, en realidad se ha pasado los últimos treinta años a punto de jubilarse pero sin hacerlo, y en cierto modo es lógico, porque Méndez no podría dejar de hacer lo que hace, lo que ha venido haciendo desde que le conocemos: pasear por las calles de Barcelona, por sus calles, las de su barrio, las del barrio chino o barrio del Raval, las de toda la vida, persiguiendo siempre y llegando tarde siempre o casi siempre, y no precisamente por su edad. Y es intemporal no sólo porque en las nueve novelas y en el libro de cuentos tenga siempre los mismos años sino porque en él no hay cambio de ningún tipo, el tiempo apenas le roza, muy al contrario del barrio donde se mueve, y ahí es donde podemos encontrar una especie de evolución, no en Méndez, pero sí en su entorno. Porque a excepción de un par de novelas donde parte de la trama se desarrolla en Madrid e incluso en el extranjero, Egipto en Historia de Dios en una esquina –quizás por eso, entre otras cosas, sea la más floja de todas– o París en El pecado o algo parecido, su espacio es siempre el mismo: Barcelona; normalmente su barrio ya mencionado del Raval, la calle nueva, donde dice que vive en algún momento; el mercado de Sant Antoni, donde ponen el mercadillo de libros de segunda mano; las Ramblas; pero también se mueve por otros más alejados, el Eixample o las calles cercanas a Montjuïc, o incluso Sant Adriá del Besos, dependiendo de hacia dónde le lleven las muertes que investiga.


Y eso se hace más patente si nos atenemos a la trama de esta última novela, Peores maneras de morir, donde no sólo la ciudad ha cambiado y el espacio-tiempo social también la crisis actual, también está en la novela, sino que el caso tiene que ver con el tráfico de mujeres provenientes de los países del este de Europa y su entrada y distribución en nuestro país o en este caso en Barcelona. Y ha cambiado porque en la mentalidad mendeciana la prostitución es un elemento ineludible de su ciudad, las putas son las interlocutoras constantes, no sólo son, a veces, su confite, sino que son vecinas constantes de sus calles y de sus pisos, aunque él, desde el primer día de los tiempos sea un impotente y en ningún momento haya hecho alarde de su hombría, quizá porque no la tiene. Pero en la genealogía de Barcelona, las putas son elementos básicos, y los meublés también. Y no hay novela donde no aparezcan de una u otra forma. Porque eso, más la constante existencia de las queridas, muy a pesar de ellas, y la violencia contra la mujer por parte del hombre es otra de las constantes vitales de sus obras. Es decir, si nuestro Méndez es intemporal, la puta, con su indispensable existencia y labor, también lo es.

Pero a diferencia con otras novelas anteriores, aquí las putas no son del país y la lucha de Méndez va dirigida contra esa organización que las trae, las humilla y las maltrata. Pero para compensar de alguna forma, Méndez busca información de una antigua puta, la Patri, que por casualidad ha guardado en su casa a Eva Ostrova. La ucraniana Eva Ostrova, la nueva heroína que ha conseguido escapar de las zarpas de la organización y que buscará vengarse de sus captores con unos métodos que multiplican por mucho la violencia recibida. Lo que Méndez llama justicia directa, el mejor método y al que él nunca dará la espalda.

También la inmovilidad de Méndez, en cuanto a su apariencia, de alguien que vende ataúdes, en cuanto a carácter, su cinismo constante, en cuanto a lenguaje, vulgar, osco, de la calle, contrasta con la evolución de los casos, de temas más actuales, sobre todo en las últimas novelas, aquí el tráfico de mujeres y en la anterior, No hay que morir dos veces, por ejemplo, el de cierto terrorismo que busca masacrar indis-criminadamente. Pero no, tampoco en eso hay demasiada evolución, porque en realidad lo que lleva siempre a matar es la venganza. Y esa estará presente casi constantemente en todas sus novelas, sin ir más lejos es el leitmotiv de Una novela de barrio (ver lectura), la antepenúltima.

Pero Méndez se nos va y le echaremos de menos, porque es imposible encontrar a otro ni de lejos parecido, un policía de otro tiempo –el corrupto franquista– trasladado a éste –el corrupto democrático–, pero con sus libros de segunda mano comprados los domingos por la mañana en los puestos del mercado de Sant Antoni –que nunca parece que lee– en el bolsillo de su americana negra o gris oscura –de enterrador o, mejor, de vendedor de pompas fúnebres– y con su pistolón –Colt Python o la antigualla Colt modelo 1912–, investigando casos que no le corresponden –los suyos son “la persecución de chorizos primerizos” o “la búsqueda de bolsos de la compra desaparecidos”–, con sus cínicos diálogos con la superioridad –con su habano Montecristo diciendole: “Coño, Méndez”–, él con sus cigarrillos negros –en época, la actual, de prohibición y sus pulmones oscuros de patear las calles llenas de polución del centro de Barcelona, callejuelas oscuras, estrechas, del barrio gótico, del Raval, o las anchas de la Diagonal, del Eixample, la avenida del Tibidabo, de una Barcelona que se nos ha hecho también intemporal debido a los paseos de Méndez por sus calles, a pesar de todo.     







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1983. Expediente Barcelona. [Primera aparición de Méndez pero como personaje secundario]
2006. Méndez. [Conjunto de relatos]

jueves, 17 de octubre de 2013

Gálvez entre los leones, de Jorge M. REVERTE



Julio Gálvez –con ese nombre– es un periodista de raza. A lo largo de sus seis novelas más de una vez hemos leído esta misma frase. Aunque por más que se repita hasta la saciedad, esa expresión las más de las veces, si no todas, suena como un chascarrillo, y cómo no, si leemos las novelas escritas todas ellas en primera persona, no podemos dejar de pensar en Gálvez con cierta sorna, como él constantemente se toma a sí mismo. O al menos eso es lo primero y fundamental que el autor, Jorge M. Reverte, de este periodista nos quiere hacer pensar siempre. En algún momento leemos que no es un héroe –eso lo tenemos claro– pero que tampoco es un antihéroe, entonces ¿qué tenemos entre manos? ¿Con quién nos manejamos? ¿Qué hace que sigamos a este tipo –llamémosle “normal” con comillas– durante los últimos cuarenta años de la historia política y social de España?

Porque ese es el recorrido de Gálvez desde la primera novela, Demasiado para Gálvez, que engañado por la revista donde trabaja se mete en la investigación de los chanchullos de "Sérfico", una empresa ligada al sector inmobiliario pero también especulativo, con contactos en las altas esferas del Régimen, estamos en la antesala de la transición; hasta la última, publicada este año, Gálvez entre los leones, donde como en la sombra también aparece el más alto cargo del estado español de la actualidad y unos negocios financiados con dinero público valenciano que ocultan una serie de tramas en las que se ve envuelto nuevamente Gálvez y que le llevan hasta las praderas africanas y no precisamente para matar elefantes.


Siguiendo a Demasiado para Gálvez está Gálvez en Euskadi, publicado en 1983, con ETA y sus extorsiones en su mayor auge, aunque la trama siga un curso paralelo, el entorno no deja de estar perfectamente retratado, como luego en Gudari Gálvez, la quinta, situada a mediados de los años dos mil, poco antes de la anterior tregua de ETA y que refleja precisamente esa desmembración de la banda dentro de una trama con algún elemento quizá cerca de lo inverosímil –ese hijo de Gálvez…–. Entre medias de estas dos están Gálvez y el cambio del cambio, de mediados de los noventa, en pleno declive y hundimiento del PSOE y de Felipe González y todos los casos de corrupción reales y ficticios que colmaban los periódicos en aquella época y colman los de la novela, y en uno de ellos se ve envuelto el propio Gálvez trabajando en este caso para el periódico autoproclamado adalid contra la corrupción política; y la siguiente, Gálvez en la frontera, situado en el cambio de siglo y con la inmigración en un floreciente auge y los problemas derivados: el racismo y las distintas mafias, éstas enclaustradas en guetos como el barrio de Lavapiés en Madrid.

Pero si bien todo esto puede ser una rémora para el lector no español, porque los problemas que se tratan están muy ligados a la vida en este país desde la transición para acá, no lo es si nos dejamos llevar por el desenfado envolvente de Julio Gálvez, de un periodista que en cada novela cambia de trabajo, siempre siendo trabajos mal pagados y temporales, trabajando incluso en Gudari Gálvez para una revista editada por una empresa que la distribuye en los tanatorios y cuyo tema, como no puede ser otro, es el de la muerte; como también cambia de pareja, siendo la única más o menos estable desde la segunda novela su exmujer Maribel –aunque ahí hay una especie de desliz porque en Demasiado para Gálvez la mujer que lo abandona se llama Ana, siendo Maribel la nueva amada– que lo acoge constantemente en su casa cuando Gálvez no tiene a donde ir. Pero cada novela tendrá su affaire, da igual que pasen los años, su desvalimiento y poco atractivo siempre se ve recompensado con los favores femeninos, y con su compañía y salvaguarda en la mayoría de los casos para resolver los conflictos. Sara en dos ocasiones –en las dos novelas vascas–, hija de banquero, adinerada y burguesa, Carmen cuarentona afín a las nuevas tecnologías en la novela del cambio del cambio, Almudena, joven periodista, con la que cruzará en patera el estrecho, en Gálvez en la frontera, y aquí, en Gálvez entre los leones, Aída, si bien puede no ser su verdadero nombre, perteneciente al CNI, los servicios de inteligencia españoles.


Y es que la última novela de Gálvez se aleja un poco de las anteriores y se convierte ante todo en una novela de aventuras, más que en una novela policiaca o de investigación, aunque todas tengan un poco de ambas cosas. Aquí lo que hay es una persecución, sobre todo la segunda parte de la novela cuando viajan a África para perseguir a un cazador de leones catalán, un tal Boix, que es más bien un cazador de dineros sin escrúpulos, y está plagada de pequeñas aventuras hasta que consiguen “salvar” al que dijo aquello de “Perdón, me he equivocado”. Aunque Gálvez en sí sigue siendo el mismo, pero en la sesentena, la investigación brilla por su ausencia y sólo existe algo parecido cuando el periodista, que ahora está en el paro, vuelve del engañoso trabajo que le había salido en Asturias y se dedica a buscar a Bigoret, el empresario valenciano que les había estafado.

Vivienda de Gálvez en su cuarta entrega.
San Bernardo, 69. Madrid
Foto: Archivo personal
Y, volviendo a la pregunta del primer párrafo, lo que hace que sigamos, que persigamos, a Gálvez, no sólo por Madrid, que es su lugar habitual, sobre todo el barrio de la universidad como se llama a la zona de la calle San Bernardo, sino también por sus escapadas vascas o catalanas o incluso por Tánger, no es un a pesar de su enclenque personalidad, de la que todo el mundo se aprovecha o intente aprovecharse, sino que es precisamente por eso por lo que nos situamos en su lugar, en contra de los poderes fácticos que nos someten como a sujetos enclenques que somos y de alguna forma nos rebelamos y buscamos con nuestros pocos medios una forma de escabullirnos de ese poder que nos aplasta. Y eso –que se puede trasladar a cualquier parte del planeta– es lo que hace Gálvez durante los últimos cuarenta años, sobrevivir, que no es poco, a pesar de…       
   





2013. Gálvez entre los leones. Lectura

sábado, 7 de septiembre de 2013

Adiós, princesa, de Juan MADRID

Casa Camacho. Malasaña. Madrid
Foto: Archivo personal
Para alguien que viva en Madrid, leer las andanzas de Toni Romano es un placer. Y es un placer porque el Madrid de Juan Madrid, el de Toni Romano, es un Madrid de nostalgia que se hace realidad porque es tan real como Toni Romano. Y es un Madrid tanto céntrico como de las afueras, tanto de barrios pobres como ricos, pero es un Madrid de bares, de muchos bares que se sitúan sobre todo en el barrio de Maravillas o de Malasaña, aunque también del cercano Conde Duque o de Lavapiés o del centro centro, donde él vive en la calle Esparteros entre la puerta del Sol y la plaza Mayor.

Pero estamos hablando de un Madrid que se va transformando pues la primera novela Un beso de amigo es de 1980 mientras que la última Adiós, princesa o –si la incluimos– Bares nocturnos son de finales de la primera década del siglo XXI, es decir han pasado cerca de treinta años. Y el Madrid, pese a la nostalgia, ya no es el mismo, como tampoco es el mismo ni el personaje principal, que pasa de querer llamarse Toni Romano a Antonio Carpintero, su verdadero nombre, y eso a pesar de que la evolución cronológica de la serie es un tanto confusa y de ahí los problemas que nos vamos a encontrar constantemente de incongruencias y de repetición de nombres en personajes distintos. Pero luego entraremos en ello un poco más.

Adiós, princesa es la última novela de Antonio Carpintero –a partir de ahora siempre Toni Romano, a pesar del cambio de gusto de su personaje con respecto a cómo quiere que le llamen– como protagonista, escrita como todas las demás en primera persona, pero con Juan Delforo como personaje central de la trama. Este Juan Delforo salió por primera vez en Grupo de noche, la sexta de la serie, pero de forma tangencial, simplemente como un personaje que Toni Romano se encontraba en alguno de sus bares habituales, pero no como el vecino del apartamento de al lado, como es el caso en esta novela y como amigo desde hace veinte años de Toni Romano.

Y siendo la última, Adiós, princesa, y la más conseguida, la más compleja, donde el argumento, el estilo e, incluso, los personajes están más trabajados se aleja con mucho de la calidad de las primeras tres novelas de la serie: Un beso de amigo, Las apariencias no engañan y Regalo de la casa, las tres de los años ochenta; donde bien demostraba Juan Madrid cómo era eso de construir una original novela negra ambientada como debe de ser en los bajos fondos en este caso de una ciudad como Madrid, con personajes sin fondo, demacrados, codiciosos y violentos y con ambientes cargados de humo, de oscuridad, de desidia y de alcohol, como el propio Toni Romano, con una salvedad, y es que Romano sabe donde están los límites o al menos lo intuye.

Pero Adiós, princesa ha dejado de ser una novela negra para convertirse en una novela policiaca, con Antonio Carpintero intentando salvar a su presunto hijo Silverio San Juan de sus desvaríos adolescentes e intentando salvar a Juan Delforo, su presunto vecino, de sus problemas de amoríos y literarios. Del primero en cierta forma consigue salvarlo, a Delforo, pero el problema literario no tiene solución si no es volviendo –en palabras del propio Juan Madrid en boca del diario de Lidia Ripoll– a las novelas esquemáticas, vulgares, llenas de palabrotas y sin vuelo literario alguno. Algunas de estas características están en Adiós, princesa, mas depuradas, pero sin dudarlo describen asombrósamente bien las tres primeras de la serie.

En cuanto a las otras tres, anteriores a esta última, intentan repetir el método, Mujeres & Mujeres y Cuentas pendientes en los años noventa y Grupo de noche ya en los dos mil, pero es un remedo y con pesar llena de incongruencias cronológicas como hemos mencionado antes.

Adiós, princesa es una buena novela donde Toni Romano, un ex policía, ex boxeador, ex fisonomista se ha convertido en Antonio Carpintero y por segunda vez –aunque aquí parece ser la primera, otro ¿despiste? más– padre de un hijo con diecinueve años y de alguna forma abogado defensor de Juan Delforo –trabaja para su abogado– y ya no es lo mismo. Pero lo que no cambia es el lugar de la corrupción, no tanto en los bares de alterne, ya escasos, o en los bajos fondos de las ciudades como en las coctelerías para adinerados y en las altas esferas de la sociedad y, claro, en la propia policía, por eso Antonio Carpintero o Toni Romano no ha dejado de ser nunca un ex policía, que no puede dejar nunca de meter la nariz donde no le llaman, le pese a quien le pese e, incluso, donde le llaman, a pesar de todo.






Bodegas Rivas. Conde Duque. Madrid
Foto: Archivo personal
1980. Un beso de amigo.
2009. Bares nocturnos. (El protagonista es Silverio San Juan, pero Toni Romano aparece como personaje secundario)