No son series de televisión, aunque permiten una secuencia. No son series de televisión policíacas, aunque pueden ser la raíz y son policíacas. No son asesinos en serie, aunque los hay. Son series de detectives o investigadores: Marlowe, Rebus, Conde, Beck, el agente de la Continental, Bosch, Morck, Jaritos, Romano, Grens, Grave Jones y Coffin Johnson, Sejer, Bevilacqua, Wilhelmsen, Adamsberg, Erlendur... Y se sitúan en cualquier lugar, son de cualquier lugar: la muerte está en todas partes.
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lunes, 9 de junio de 2014

Los cuerpos extraños, de Lorenzo SILVA




Séptima novela de la serie, esta de Los cuerpos extraños, de los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro, de Lorenzo Silva, que vuelve a su editorial de siempre, Destino, después de su aventura exitosa por el Planeta de la novela anterior. Serie, la de Bevilacqua y Chamorro, totalmente asentada, de la que, claro, no sabemos los títulos que faltan, pero que intuimos que unos cuantos, y lo intuimos por dos razones: una por el asentamiento en su realidad del que gozan los dos protagonistas, como veremos en el propio desarrollo de esta novela, y, dos, porque la propia serie, a medida que han ido avanzando las novelas, se nota asentada también, y se nota porque su pretensión realista a su vez se ha ido afirmando y ahondando, y si en un comentario anterior –ver lectura y recorrido de la serie– hablábamos del carácter minucioso que tenía, eso tiene que ver con su afianzamiento realista con una clara intención de espejo de la sociedad en la que se circunscribe. En lo que sigue intentaremos desarrollar estas dos afirmaciones.

Los cuerpos extraños empieza con una llamada telefónica del jefe directo de Bevilacqua, el comandante Rebollo, anunciándole su próximo caso, en un domingo cuando Rubén, con su hijo Andrés, ya terminando la carrera, están de visita en casa de la madre de Bevilacqua en Salamanca. También, poco después, se nos muestra –y eso es lo raro– y nos enteramos de la relación que mantiene Rubén con una mujer, ni anunciada ni sugerida en novelas anteriores, pero aquí perfectamente ensamblada, y la mujer para más señas es una juez, Carolina Perea, que ya apareció en uno de sus casos, el de La reina sin espejo, donde por primera vez aparece algo así como la vida personal del brigada Bevilacqua. Es decir, todo esto viene a cuento para mostrar cómo el desarrollo individual de los protagonistas toma mucho más cuerpo en estas últimas novelas, no ocupan ni mucho menos el primer plano, no van de ellos las tramas, pero sí nos muestran cada vez más sus taras, sus fallas, de qué pie cojean, hasta dónde llegan o no llegan, cómo se representan a sí mismos en la vida. Y otro tanto ocurre con Chamorro, esto al final de la novela, aunque ya iba anunciado desde su primera aparición en esta obra, y aquí hay un enlace con la novela anterior, La marca del meridiano, porque mientras allí, en una escena final, es Bevilacqua el que en un paseo por una playa barcelonesa le cuenta a Chamorro cómo de rellena lleva su joroba de camello, usando una metáfora de Nietzsche, y que va arrastrando debido a unos amores espurios, aunque más que falsos o engañosos en sí, lo que provocaron fue la mentira y el engaño; ahora, es Chamorro la que se desnuda sentimentalmente, porque también en esta novela que nos ocupa se nos han referido, en este caso nada más que referido, sus últimos frustrados amores con un periodista y ahora, al final, en un viaje relámpago a Nápoles llevados por el caso será Virginia la que muestre a Rubén las razones de ese nuevo fracaso.



El caso, importante y mediático, del que habla la llamada de su comandante Rebollo y que confirma la llamada posterior de su anterior jefe, el coronel Pereira, es el del asesinato de la alcaldesa de un pueblo costero de Valencia, Karen Ortí Hansen, encontrada en una playa, semidesnuda y estrangulada.

Y ya sólo la mención de una muerte así, la de un político, y el escenario, la comunidad española con mayor número de escándalos de corrupción por metro cuadrado, nos sitúa en el meollo del meollo. Y si a eso añadimos una precisión temporal de la que hasta hace poco –más bien diría que sólo en las dos últimas– carecían las novelas de la serie, en este caso el desarrollo de la trama se produce a lo largo del 2013, empieza en febrero y termina poco antes del fin de ese mismo año, como se menciona indirectamente al final de la misma. Con ello, decimos, ese afianzamiento en la realidad, ese pretendido espejo de la misma, se muestra aún más palpable.

Zona de la costa valenciana donde se sitúa la novela

Cuidado, que con ello, no pretendemos decir que el autor –como él siempre recalca al inicio de sus novelas en su advertencia usual– pretenda describir algo que haya sucedido realmente, no. El carácter ficticio o de ficción de las novelas de la serie no está ni mucho menos en entredicho por lo que nosotros estamos comentado, lo que sí afirmamos es esa evolución hacia un mayor asentamiento en la realidad y cada vez más en una realidad todavía más cercana, sólo hay que fijarse en cómo los guardias civiles se comunican por Whatsapp constantemente, como muestra un botón.

La ciudad de las Artes y las Ciencias, Valencia
(un cuerpo extraño)
Los cuerpos extraños termina, como no podía ser menos, explicando el porqué de su título, algo siempre habitual en Silva, en este caso los cuerpos extraños son aquellos que aparecen dentro de un organismo siendo totalmente ajenos a él, es decir, como elementos que no deberían estar ahí, pero están, y hay dos formas de tratarlos, una es intentar extirparlos, que debería ser la opción más eficaz y también la ideal, pero unas veces, ya extirpados, vuelven a reproducirse y otras es imposible hacerlo. Y eso es más o menos lo que ocurre cuando es el poder el elemento dominante, porque el poder te da una serie de “poderes” que hacen, para el que lo ostenta, crearse una coraza casi totalmente irrompible. Otra opción, quizá, sería intentar adormecerlos, es decir, ya que no podemos expulsarlos, intentar por lo menos que nos afecten lo mínimo, pero ¿es eso posible? Cuando hablamos de poder, de elementos de poder –y no queremos acudir a Foucault–, esa opción, creo, está totalmente descartada, cuando se tiene –el poder–, se tiene y se utiliza, y sólo algo o alguien más poderoso tendrá ciertas, no sé si escasas o no, posibilidades de contrapoder, pero siempre en el ámbito del poder.

Y todo esto viene a cuento para comentar el cierre de la misma novela, puede que en la lucha, como a Bevilacqua, nos asciendan a subteniente, pero sólo por la lucha en realidad porque al final al final ganar ganar no se gana, pero al menos, como él pretende y también pretende su compañera Chamorro, a pesar de sus pesares personales o, incluso, por eso mismo, nos mantenemos y nos mantendremos en la lucha, viene a decir. Y en eso estamos, esperando el próximo. 







2004. Nadie vale más que otro. [Cuatro relatos]
2013. "Antes de los dieciséis". [Relato online] 

viernes, 9 de mayo de 2014

La marca del meridiano, de Lorenzo SILVA





Si hay una característica que tengan en común el Brigada de la Guardia Civil Rubén Bevilacqua y el pergeñador del mismo, autor Lorenzo Silva, esa es sin lugar a dudas la minuciosidad con la que uno se toma y desmenuza los casos y el otro los describe y desarrolla los argumentos. Y esa cualidad se ha ido acentuando a medida que avanzaban las novelas que el primero protagoniza y el segundo escribe, sobre todo a partir de la tercera de la serie. Y a eso se añade el esquema autoimpuesto por el autor de que todas las novelas tengan sus veinte capítulos –aunque en las dos últimas cierre con un epílogo que es otro capítulo más– y que sea precisamente ahí, en el último, donde tanto en el título del capítulo como en el interior del mismo encontremos el título de cada una de las novelas, a veces, incluso, llega al extremo de que ese mismo título aparezca en la última frase de la obra, como ocurre en El lejano país de los estanques, La niebla y la doncella y La reina sin espejo.

Seis novelas hasta ahora –aunque ya está anunciada la séptima de próxima lectura, ver bibliografía– forman la serie del perenne brigada Rubén Bevilacqua y de la sargento Virginia Chamorro, ambos investigadores de homicidios de la unidad central de la Guardia Civil. Seis novelas que suponen dentro de la cronología interna de la serie entre trece y catorce años transcurridos desde El lejano país de los estanques, donde Bevilacqua o Vila, para abreviar y no confundir, tiene 35 años y todavía es sargento, y donde la guardia primera Chamorro es una investigadora primeriza de apenas 24 años, hasta La marca del meridiano donde frisan uno el medio siglo y la otra se acerca al final de la década de los treinta. Y en ese interin, hemos ido conociendo, sobre todo en esta última novela como veremos, las vicisitudes personales de ambos personajes. Rubén, divorciado y con un hijo, aunque de esto la primera noticia que tengamos se produzca en la tercera de la serie, La niebla y la doncella, donde también presenciamos uno de los escasos episodios personales de Virginia, cuando abandona a un violento novio antidisturbios. Porque aunque aparezcan, siempre están en un segundo plano, ya por su escasa vida personal, ambos son tendentes a una vida tirando a solitaria, ya por que lo que en realidad llena su vida son los casos de los que se encargan, que terminan por absorber casi todo el tiempo del que disponen. Y eso tiene que ver con el puesto que ocupan en la unidad central de la Guardia Civil que les obliga a estar dispuestos a desplazarse a cualquier lugar de la geografía española, si es allí donde les reclaman.

Así –y este es otro elemento a resaltar en las novelas–, los lugares también toman un lugar destacado en cada caso, el primero transcurre en Mallorca, aunque la muerta, la bella Eva Heydrich, sea austriaca y a ello se refiera el título de la novela, El lejano país de los estanques –patria de Freud, citado junto a otros psicoanalistas o psicólogos por Bevilacqua, recordemos sus estudios de psicología, antes de ser guardia civil–, pero todo empieza y termina en la isla balear. Allí entre el lujo y la buena vida de los yates y las discotecas mallorquinas, sin olvidarnos de las playas, se desarrolla una trama donde las relaciones de pareja nunca son convencionales, y lo que pudiera en un principio ser un crimen por encargo se convierte al final en una rocambolesca historia de pasiones cruzadas y de casualidad.


El alquimista impaciente, en cambio, transcurre entre cierta zona de la alcarria de Guadalajara, donde hay una Central nuclear, y donde trabaja la víctima, el ingeniero Trinidad Soler, y Madrid. En este caso la doble vida del muerto es el elemento que se va destapando a medida que avanza la novela, y que termina por descubrirnos las malas artes empresariales como las culpables sin escrúpulos a la hora de competir por el euro. También en Madrid y en un pueblo de su provincia, Ciempozuelos, transcurrirá la quinta –y estamos dando un salto–, La estrategia del agua. Quizá es en cierto modo la más anómala, ya que el caso casi está resuelto desde el comienzo, a pesar de que las primeras pesquisas apunten a un asunto de drogas, porque de lo que se trata aquí no es tanto el descubrimiento del malo o la mala, sino de lo injusta que es la justicia y de las trampas que se le pueden poner, y más cuando se trata de un caso de la custodia de un hijo. Quizá sea una novela ideológicamente partidista, no en vano el propio Bevilacqua está divorciado y tiene un hijo, aunque ya cerca de los dieciocho años, pero la minuciosidad que hemos resaltado como la característica más importante de este autor y personaje aquí es llevada al extremo. El caso en sí se resuelve en apenas cinco días, de miércoles a lunes y, en una novela de algo más de 400 páginas, al primer día del caso se le dedican las primeras 182. Pero la muerte, por medio de un asesino profesional, de Óscar Santacruz no quedará impune y su hijo, de tan solo ocho años, vivirá sabiendo quién ha sido el culpable.

Retrocedemos a la tercera, La muerte y la doncella y volvemos a una isla, en este caso canaria, La Gomera, con el contraste entre su zona semidesértica y su selva de Laurisilvas, y nos encontramos con que Bevilacqua tiene que recuperar y resolver un caso que en su día no quedó del todo claro y donde hubo un juicio del que el presunto culpable salió inocente. La muerte de Ivan, un chico de veinte años, hijo de una madre un tanto extravagante, Margarethe van Amsberg, y metido en líos de drogas, se quedó en el aire cuando se exculpó al principal sospechoso, el político canario Goméz Padilla. Pero lo que de verdad nos encontramos en la obra es una trama de corrupción que envuelve a la propia Guardia Civil –motivo, el de la corrupción dentro del cuerpo, que volverá a aparecer en la novela que nos ocupa– y también uno de los escasos escarceos amorosos del irónico Rubén con la cabo Anglada destinada allí, en Canarias, y antigua compañera de Virginia.

Un pueblo zaragozano y Barcelona serán los paisajes que nos encontremos en La reina sin espejo, y será también la novela donde aparecerá por primera vez aquel subteniente Robles, que será el asesinado en La marca del meridiano, pero que aquí simplemente funciona para el reencuentro con su pasado de Bevilacqua ya que estuvo destinado durante tres años en Barcelona y Robles ejerció de maestro y cicerone. Pero en realidad la trama se aleja un tanto de esto, que se desarrollará muy ampliamente en nuestra novela, y nos sumerge en un asunto oscuro de una red de prostitución que sólo se descubrirá muy avanzada la novela y unas relaciones de pareja algo fuera de lo normal, pues la muerta, la presentadora de televisión, Neus Barutell y su marido, el escritor Gabriel Altavella, tienen, estando juntos, unas vidas sexuales totalmente independientes. Y de ahí viene el primer acercamiento al caso que en realidad es un cierto alejamiento. No podemos dejar de destacar las constantes referencias literarias con las que se juega en la obra y que tienen su culminación en el carácter simbólico de Alicia a través del espejo

Decimos que esta novela, siendo totalmente independiente, es como una anticipación de la última –hasta el momento–, La marca del meridiano, porque una serie de personajes se repiten, por ejemplo el mosso d’esquadra Riudavets, y, sobre todo, se desenmascara aquel secreto de la vida personal de Bevilacqua, que aquí está anunciado o, más bien, apenas sugerido. Porque La marca del meridiano aparte del descubrimiento de por qué han matado y antes torturado al ahora ya jubilado subteniento Robles, es el descubrimiento de esa vida pretérita, que le ha hecho como es, de aquel incipiente investigador Bevilacqua por las calles de Barcelona –aunque en el presente la novela también se mueva por La Rioja y Cantabria. Como en una novela anterior, La niebla y la doncella, esta también habla de la corrupción dentro del propio cuerpo de la Guardia Civil, pero sólo como metonimia de la corrupción que dentro de nosotros mismos también se da, un demonio o un animal, como se le llama en la novela, que algunos no pueden dominar y otros sólo mal que bien.

Castelldefels, localidad al sur de Barcelona
donde transcurre parte de la trama.

Por último sólo mencionar dos elementos que no quiero dejar sin comentar, los diálogos se sostienen constantemente por la propia idiosincrasia irónica de Ruben, pero esos diálogos sin un gran interlocutor, Virginia, no se sostendrían y no se sostendría ninguna de estas novelas. Todas ellas están hechas a través de ellos, como así se construyó el Quijote. Por eso, posiblemente, las relaciones de pareja no tienen por qué ser siempre del mismo modo, de ahí que aquí, como no podía ser de otro modo, haya una relación de pareja y como se observa en una de las últimas escenas en una playa barcelonesa, una relación de pareja donde los protagonistas se funden en un abrazo que supone, quizá, que esta sea una batalla ganada y no perdida como aquella última del ingenioso hidalgo.







2004. Nadie vale más que otro. [Cuatro relatos]
2013. "Antes de los dieciséis". [Relato online] 

viernes, 21 de marzo de 2014

El reinado de Witiza, de Francisco GARCÍA PAVÓN





En 2013 salió una nueva edición de El reinado de Witiza de Francisco García Pavón, publicado por Rey Lear Editores. Esta editorial ha llevado a cabo una gran labor de recuperación de la serie del Jefe de la Policía Municipal de Tomelloso (G. M. T.), Manuel González, alias “Plinio”, de la que ya quedan pocos títulos por rescatar.

Porque hay que tener en cuenta que la obra sobre Plinio se sitúa a grosso modo en la década de los setenta del siglo pasado, y puntualizando un poco más empezó concretamente en 1965 con la novela corta Los carros vacíos (como se ve en la bibliografía de abajo). En total se compone la serie de ocho novelas, tres novelas cortas –aunque habría que añadir que el relato “El último sábado” se podría considerar también una de ellas, e incluso la mejor– y un conjunto de cuentos que también protagoniza Manuel González Plinio junto a su inseparable don Lotario.

En uno de los prólogos a esas primeras obras –en concreto en Historias de Plinio de 1968, que agrupaba las novelas cortas El carnaval y El charco de sangre– el propio autor, García Pavón, nos habla de sus intenciones a la hora de crear este tipo de novelas. Algo así como traer a nuestra literatura la novela policiaca o novela de suspensión, como él la llama, ya que aquí sólo aparecían traducciones, pero no novela original en español. Y qué más español que situarlas en un lugar de la Mancha, Tomelloso, en la ruta de un antiguo salvador de entuertos, como Don Quijote, y en un paisaje que ya fue tratado de una forma similar por otro clásico como Azorín, por ejemplo. Pues de algún modo es el remedo del estilo de estos dos autores –y alguno más– los que dan ese interés castizo, muy castizo, a su novela policial. Y esto puede ser un plus, pero también una rémora. Con ello no queremos quitarle originalidad al Plinio de García Pavón, pues claro que la tiene, porque la dificultad está, estaba, en llevar a un pueblo español, de gentes muy de pueblo, con hablas y maneras de pueblo, unas características muy específicas, las policiacas, y hacer que eso no se tambalee, que funcione, es lo que plenamente consigue el autor.

Incluye El reinado de Witiza,
El rapto de las Sabinas,
Las hermanas coloradas y El último sábado.
El reinado de Witiza es la primera novela larga que publicó y junto a Las hermanas coloradas, la de mayor éxito y reconocimiento. En ella la intriga se presenta cuando aparece un nicho en el cementerio de Tomelloso que debería estar abierto, pero está cerrado, y al abrirlo nos encontramos con un cadáver dentro de una persona desconocida. La primera parte de la novela se centra en descubrir la identidad de ese cadáver que para más INRI había sido embalsamado. Plenamente aparecen la ironía, la jocosidad y la campechanía tan características de toda la serie de Plinio y que aquí ya están perfectamente establecidas. Al final la identidad del muerto nos trae también la solución al enigma de por qué está en un nicho que no era el suyo y la chanza precisamente es el origen y la causa de la intriga. 


Y eso es precisamente otro elemento muy característico de las novelas de Plinio, que en realidad todos los casos no tienen apenas ningún componente de maldad en ellos, o bien su causa puede ser únicamente una broma, como el de esta novela, o una pérdida casual de un muerto, como en Vendimiario de Plinio, donde un cajón con el cadáver de una anciana dentro en una posición un tanto extraña, aparece y desaparece como las lagunas del Ruidera por toda la comarca, hasta que Plinio con su olfato o pálpito, como lo llama don Lotario, va descubriendo la rocambolesca peregrinación del cajón y su origen inicial. O unas desapariciones que luego se convierten en secuestros pero cuyo origen, luego se descubrirá, no está en un acto de maldad puro sino en unas causas que en el desarrollo de la novela está en cierto modo plenamente justificadas y de alguna forma atemperadas, endulzadas, diríamos. En este caso nos estamos refiriendo a Las hermanas coloradas –único caso que no se desarrolla en la zona manchega, sino en Madrid, en la capital, pero sus protagonistas sí son de Tomelloso y por eso la intervención de Plinio–, donde la desaparición de María y Alicia Peláez de su domicilio en la calle Augusto Figueroa de Madrid se convertirá en un asunto de celos que nos retrotrae a la época de la guerra civil y a aquellos escondidos después de la derrota –que también tratará en un cuento, “El caso de la habitación soñada”–, olvidados de todos, excepto de, en este caso, su novia oficial de antes del conflicto. De secuestro o rapto también se trata en la segunda novela de la serie, El rapto de las Sabinas, titulado así porque la primera desaparecida es Sabina Rodrigo, aunque luego vendrán Rosita Granados y Clotilde Lara, pero la solución está lejos de la anterior, en este caso tiene que ver con una merma de los instrumentos físicos masculinos para ejercer su labor y provocan esos raptos de mujeres lozanas y bien puestas que puedan provocar su resurgimiento o nacer primero. 

También de un caso de desviaciones sexuales tratará Voces de Ruidera, aunque mezclado con un secuestro de una personalidad que en ningún momento en la trama de la novela lograremos descubrir. Esta novela, quizá, sea algo más compleja porque entremezcla precisamente dos enigmas en su trama, cosa que no es habitual en las historias de Plinio, donde al primer suceso se suman otros, pero todos continuados a partir del primero. Una semana de lluvia –la cuarta de la serie– también trata el tema de las mujeres, en este caso de los suicidios de embarazadas, dos, Aurora Gutiérrez y Rosita Olivar, y como no podía ser menos tiene que ver, en contra de lo pensado por la mayoría del pueblo, con la honra familiar, como la escena final pondrá de manifiesto.

Los dos últimos casos de Plinio, nos referimos a las novelas Otra vez domingo de 1978 y El hospital de los dormidos de 1981, ya no se desarrollan en los finales de la dictadura, como todos los previos, sino en plena agonía del dictador, la primera y en la transición y consolidación de la democracia, la segunda, y en ellos la jocosidad y el sarcasmo están aún más acentuados, incluso el estilo se limpia, es algo menos castizo, añadiríamos, aunque sin perder, claro, su esencia. El propio don Lotario ha dejado el seiscientos de las novelas anteriores –y el Ford de las tres primeras novelas cortas que se situaban en el primer tercio del siglo XX– y se ha pasado a un SEAT 850. En la primera de las dos, Plinio, que ya ha perdido su condición de investigador para ejercer su labor normal de policía municipal debido a los mandatos de los altos cargos políticos de la provincia, investiga la extraña desaparición del médico don Antonio en plena madrugada. La solución como siempre en las tramas de Plinio no presenta ningún grado de absoluta maldad por ningún lado, sino que tiene que ver más con un accidente, aunque provocado, que con otra cosa. En la última ni siquiera hay muertos, sino dormidos y su extraña conducta viene provocada por unos placeres demasiado sublimes.

En fin, que lo que produce Plinio en los lectores actuales de sus obras es una recuperación de algo perdido, la vida de pueblo, los sonidos del pueblo, el ambiente de pueblo, donde todos se conocen, el olor de las gachas de Maleza, el cabo, en Una semana de lluvia, o de otros guisos tan populares y ya casi perdidos, las charlas y tertulias en los casinos del pueblo, el de San Fernando o el propio de Tomelloso, ambos en la misma localidad, con sus gentes sapientes como don Braulio, el "filósofo", y los churros y buñuelos de Rocío, donde don Lotario y Plinio suelen desayunar, también con el machismo de la vida familiar, donde las mujeres, Gregoria, la esposa, o Alfonsa, la hija, están al servicio del marido o padre.

Tomelloso. Ciudad Real. España

Y sobre todo “el caldo” –con algún que otro cigarrillo, los menos– que se lían una y otra vez, constantemente, ambos protagonistas y que se fuman con sumo placer. Porque aquí el humo que todo lo envuelve no es el de los asesinatos, robos y maldades habituales  y propios de las novelas policiacas, sino el del tabaco, el más puro tabaco de antes, que se liaba y se fumaba con tanto placer.          





Novelas cortas. [Recopiladas en Plinio. Primeras novelas, Rey Lear, 2007.]
1965. Los carros vacíos.
1968. El carnaval.
1968. El charco de sangre.

Novelas
1972. Vendimiario de Plinio.

Cuentos (ordenados según la fecha de edición en libro). [Recopilados en Plinio. Todos los cuentos, Rey Lear, 2010.]
1953. “El Quaque”.
1965. “Los jamones”.
1970. “El huésped de la habitación número cinco”.
          “El caso de la habitación soñada”.
          “Echaron la tarde a muertos”.
          “Las desilusiones de Plinio”.
          “Muerte y blancura de Baudelio Perona Cepeda”.
1974. “El último sábado”.
          “Las fresas del Café Gijón”.
          “Los sueños del hijo de Pito Solo”.
          “Fecha exacta de la muerte de Polonio Torrijas”.
          “Sospechas anulares de Plinio”.
          “La esquela mortuoria”.
          “Detalles sobre el suicidio de Arnaldo Panizo”.
          “Un crimen verdaderamente perfecto”.
          “Una tarde sin faena de Plinio y don Lotario”. (Es el mismo cuento que “Echaron la tarde a muertos” con un pequeño cambio en el final del mismo).
          “La bella comiente”.
1980. “El caso mudo”.
1985. “Pan caliente y vino fuerte, mi muerte”.
          “El roncador”.

jueves, 16 de enero de 2014

El hermano pequeño, de J. M. GUELBENZU



Las novelas policiacas de J. M. Guelbenzu son eminentemente literarias. Y el autor lejos de ocultarlo lo muestra constantemente. No sólo lo muestra, sino que lo exhibe. Le gusta exhibirlo al igual que a su protagonista principal le gusta exhibirse tanto como mujer como como investigadora o detective, aun no siéndolo. En realidad Mariana de Marco es Juez de Primera Instancia e Instrucción. Es decir, es la que toma las primeras diligencias para, una vez establecido el caso, pasárselo a otro Juez para que lo juzgue.

La novela que nos ocupa, El hermano pequeño, es la quinta de la serie de seis que hasta ahora ha publicado el autor. Y seguramente la más conseguida. Y quizá lo sea porque precisamente su entramado literario, que no deja de serlo y mucho, se ajusta en muy buena medida a la posible realidad y le da al lector esa necesidad de verosimilitud que en otros casos resulta más difícil de detectar.

La serie empezó en el 2001 con No acosen al asesino. Novela coral, donde los distintos personajes nos hablan desde sí mismos y donde la Juez Mariana de Marco en principio no deja de ser una más dentro de esa sociedad de nivel económico y social alto que vacaciona en un pueblecito cántabro llamado San Pedro del Mar y donde ella tiene su destino como Juez. La novela empieza con un remedo de “Continuidad de los parques”, el cuento de Julio Cortázar, donde Carlos Sastre degolla al magistrado retirado Medina. Después se desarrolla entre las intrigas propias del género dentro de ese pequeño núcleo de veraneantes exclusivos y las muestras del, al principio escaso, arrepentimiento del autor del crimen que se van acrecentando, como en el Raskolnikov de Dostoievski, a medida que transcurre la novela. Entre Mariana de Marco y su secretaria del juzgado Carmen Fernández, más el aporte de la Guardia Civil en la persona del capitán López, se terminan por descubrir los motivos del asesinato y con ello al asesino.

Portada de La muerte viene de lejos
Portada de No acosen al asesino

Una vez tenemos los personajes principales, recién citados, en la siguiente novela, La muerte viene de lejos, volverán a aparecer ya con un protagonismo mayor. Después de su acceso a la judicatura por el tercer turno, Mariana de Marco ahora ha conseguido un puesto en Villamayor, un pueblo algo más grande que el anterior. En esta novela su personaje empieza a tener mayor enjundia, mujer atractiva de 42 años, dispuesta a algún affaire amoroso, pero sin compromiso, y cuyos gustos se centran en personajes un tanto dados a las maldades, como en este caso. Rafael Castro es como el doctor Jekyll y mister Hyde, atractivo y atento por un lado, hasta conquistar a la misma Juez, y por el otro... Sólo la insistencia de su anterior secretaria del juzgado en San Pedro del Mar, con la que sigue teniendo amistad, conseguirá descubrir lo que se mantiene oculto en esta historia de herencias y suplantaciones de la personalidad.

Portada de El cadáver arrepentidoLa tercera novela, El cadáver arrepentido, del 2007, al igual que la última, Muerte en primera clase, del 2012, tienen un rasgo en común, que la juez no ejerce de tal, es decir, se encuentra  lejos de su jurisdicción, pero no puede evitar elucubrar constantemente en los misterios que en ambos se van a presentar. En El cadáver arrepentido viene a una boda, invitada por una amiga de la adolescencia, ahora en la cuarentena como ella, en una finca de Toledo, La Bienhallada. Allí se encontrará con ciertos personajes de su pasado, pero también con un cadáver desenterrado en posición de pedir disculpas y la muerte de la madre de la novia un par de semanas antes de celebrarse el enlace. En una trama más bien de novela de aventuras que de policiaca que empieza por allá a principios del siglo XX y que desemboca aquí a finales del mismo, 1998, la mente intrigada de Mariana descubrirá los misterios del oro y de la herencia recibida por la familia de su amiga. En Muerte en primera clase, Mariana se va de viaje turístico por Egipto con su nueva amiga Julia Cruz –que apareció en la novela anterior, El hermano pequeño– y la trama homenajea esta vez a la misma Agatha Christie en su Muerte en el Nilo, pero en este caso el clan, el séquito, es la familia Montesquinza y el misterio es la desaparición de su matriarca Carmen.

Elogio del Horizonte, de Eduardo Chillida. Gijón

Entre medias de estas dos, se encuentran quizá las dos mejores de la serie: Un asesinato piadoso y El hermano pequeño. En ambas el argumento se sitúa en la ciudad de G…, próxima a Vetusta –recordando a Clarín–, es decir, (y siguiendo con el juego literario con el que Guelbenzu trata al mecanismo de la novela policial o de crimen y misterio como se tildaba en la tradición inglesa, de la que Guelbenzu se siente seguidor) Gijón y Oviedo, donde nuevamente se ha desplazado la Juez Mariana de Marco al haber una vacante en esta ciudad.

Portada de Un asesinato piadosoAl dejar la anodina Villamayor, también deja las amistades y affaires amorosos que ocurrieron allí, como la corta aventura con el capitán López que tiene al final de El cadáver arrepentido. Aunque Carmen Fernández, su antigua secretaria del juzgado de San Pedro del Mar, siga apareciendo y en cierto modo ayudando, ya se nota un cambio en las relaciones personales que se profundizará en la siguiente novela, con el cambio de cromos de Carmen por la arquitecta Julia Cruz como amiga más íntima. En Un asesinato piadoso el argumento se inicia con la llegada a la escena del crimen de Mariana a la casa de Cristóbal Piles –el muerto– y Covadonga Fernández, donde también se encuentra el padre de ésta, Casio, que se ha pasado toda la noche desde el momento de la muerte de Cristóbal preparando el escenario para presúntamente autoinculparse hasta llamar a la policía. Dos elementos son un tanto efectistas en esta novela: el inspector Alameda, siempre con su abrigo puesto y su bigote, que recuerda a los sabuesos ingleses en una mezcla de Sherlock Holmes y Hércules Poirot, y esa trampa final para cazar al asesino… Aún así, no deja de ser de las mejores de Guelbenzu, pues los elementos judiciales de la investigación empiezan a ocupar un lugar más importante en la trama.

Ciudad de G... (Gijón, Asturias, España)

Lo mismo pasará con El hermano pequeño, la mejor como ya hemos dicho. El argumento incluso es hasta más actual, la asesinada Elena Sánchez Vega, Jessica Vega, ha ejercido de modelo porno en su pasado. El cadáver también aparece al principio de la historia, un cadáver tirado en una cuneta con las manos cortadas cerca de la casa donde vivía con su marido Jacinto. Hay nuevo inspector, Quintero, y un nuevo círculo de amistades que como hemos dicho se inicia con Julia Cruz. También el ámbito laboral está más desarrollado, con su secretario Pelayo o con jueces de alguna forma enemigos, como el Juez Carbajo. La trama le llevará a relacionarse con los altos próceres de la ciudad, que están envueltos en la intriga, como el empresario Montclair, de cuya relación de una noche saldrá escaldada. Y es esa introducción en el ámbito de la novela social o de lo malo de la sociedad, muy dado en la novela policiaca actual, lo que le da quizá mayor empaque a esta novela con respecto a las otras, aunque para el autor quizá no sea una deriva que le guste en demasía. Más para no caer del todo en esto, la trama presenta al hermano pequeño de Mariana, Antonio, como el elemento clave de la misma, siendo precisamente lo más artificial de la misma sin tener en cuenta su ambigüedad sexual , es decir, lo más literario.

Como decimos, pues, la literatura está por encima de todo, no sólo en la artificiosidad que es en sí una novela de crimen y misterio que constantemente está en primer plano, sino también en las continuas menciones a títulos y autores a los que Mariana de Marco lee en cada una de las novelas. Quizá lo que nos empuja a seguir a Mariana sea la misma Mariana, más que las tramas, el atractivo de una mujer de cuarenta y cinco años que ella no deja de admirar constantemente cuando se mira al espejo, pero que se convierte en la atracción a su vez por dos elementos indisolubles, pero que terminan siendo uno: el sexo y el mal, esto es: el peligro, como dice el propio autor.        





(1) 2001. No acosen al asesino. [La trama posiblemente se sitúa en 1996-97]
(2) 2004. La muerte viene de lejos. [Posiblemente 1997]
(3) 2007. El cadáver arrepentido. [El tiempo interno se desarrolla en 1998, aunque hay referencias a todo el desarrollo del siglo XX]
(4) 2008. Un asesinato piadoso. [Se sitúa en 1999]
(5) 2011. El hermano pequeño. [En el 2000] Lectura
(6) 2012. Muerte en primera clase. [En el 2001, justo antes de la 2ª guerra del golfo, que se menciona explícitamente]
(7) 2014. Nunca ayudes a una extraña. [Julio de 2004] Lectura

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Legado en los huesos, de Dolores REDONDO

("Trilogía del Baztán")


Acaba de salir Legado en los huesos de Dolores Redondo, la segunda parte de la "Trilogía del Baztán" –cuya tercera ya tiene título, Ofrenda a la tormenta–, y a principios de este mismo año 2013 salió la primera parte, El guardián invisible. Es decir, en poco tiempo vamos a tener en las librerías la trilogía completa, y, si hacemos caso a las fajas y solapas del libro y a la propia editorial y su departamento de marketing y publicidad, también estará en las librerías de al menos veintitrés países más. Esto es lo que se llama un fenómeno. 

Y los fenómenos pueden ser o algo sobrenatural o de ventas, y duran o no, depende. Quizá ayude a saberlo, aunque no lo creo, de qué está hecho el fenómeno.

Hay una serie de singularidades que parece que pueden hacer atractivas las novelas, singularidades que les dan ese toque de originalidad que quizá puedan disimular los elementos que chirrían. Pero también esas particularidades pueden distorsionar lo que en un principio pretendían potenciar. Empecemos:

Amaia Salazar es una inspectora de la Policía Foral de Navarra, ha estudiado en Quántico –sí, allá, en USA– y por eso es especialista en perfiles de asesinos en serie y, sobre todo, los asesinatos, tanto en la primera como en la segunda novela, se están cometiendo en el pueblo donde ella se crió, Elizondo, o cerca de él. De ahí que se traslade desde Pamplona, donde trabaja y tiene su residencia habitual, a ese pueblo por donde pasa el río Baztán –que da título a la trilogía– y donde viven sus hermanas y su tía paterna.

En El guardián invisible las asesinadas son niñas en la primera fase de su adolescencia, niñas que aparecen de la misma forma, cerca del río Batzán, en el bosque, medio desnudas, cortada la ropa y abierta por el centro del cuerpo, boca arriba, pero sin agresión sexual –excepto una–, y con un típico dulce navarro, el txantxigorri, colocado en su pubis, pero en una representación que  simboliza la pureza. El culpable es el basajaun.

En Legado en los huesos vuelve a haber un asesino en serie, pero más que asesino es el inductor de los asesinatos que en un principio parecen ser propios de violencia de género donde el hombre mata a la mujer y después se suicida, pero en todos ellos hay un brazo de las mujeres sesgado y una firma, Tarttalo, dirigido a la, ahora ya, inspectora jefe de homicidios, Amaia Salazar.

Y empecemos con esas singularidades: el basajaun es el guardián del bosque en la mitología vasco-navarra y el tarttalo es un cíclope y por tanto come carne humana. Pero no sólo queda ahí la cosa, aparecen también las belagiles o brujas –una de las niñas asesinadas, por ejemplo–, Mari, la sacerdotisa o dama de la tormenta o el mairu-beso o los huesos del niño muerto no bautizado. Es decir, todos ellos reclamos de una mitología poco conocida, la vasca.

A todo esto hay que añadir elementos históricos poco o nada conocidos, que en algunos casos sirven de excusa para la historia como los agotes o el inquisidor Salazar en la segunda novela, e incluso referencias al Opus Dei y al Vaticano, como ese psiquiatra, el padre Sarasola, que se hace cargo de la madre de Amaia, Rosario, encerrada en un centro psiquiátrico de máxima seguridad. Con ellos enlazamos con la vida familiar de la inspectora “estrella”, porque ambas tramas no existirían sin la presencia de Flora, la hermana mayor, de Amaia, que regenta el obrador de la familia, donde entre otras cosas se fabrican los txantxigorri mencionados anteriormente, muy protagonista en la primera novela y enemiga absoluta de su hermana, o Ros, la mediana, débil, necesitada de ayuda, aunque en la segunda novela sea ella la que se encargue de la empresa familiar. A ellas se une Engrasi, la tía por parte paterna, cuya mayor característica es que echa las cartas y de alguna forma protege a Amaia. Y junto a ellas, todas mujeres, o contra ellas, se añade la madre de Amaia, Rosario, cuya personalidad se puede resumir en una palabra: mala, o con dos: y bruja.

Calle Mercaderes. Pamplona
Foto: Archivo personal
El elemento masculino, menor, viene representado por James Wexford, el marido de Amaia, un escultor más o menos famoso, americano, que se instaló en Pamplona por los san fermines (¡vaya!) y con el que vive allí, justo en la calle Mercaderes. Un marido cuya labor es sostener el exceso de romanticismo de la protagonista. Y en la segunda novela aparecerá el que al principio iba a ser una niña, pero que en el último momento (¡¿la magia buena?!) será niño, Ibai –que traducido del vasco significa río–. A ellos se une toda la caterva de compañeros policías, unos más afines, Jonan e el inspector Iriarte, otros menos, el inspector Montes y Zabala. Con los que tiene encuentros, incluso físico-violentos, a puñetazo limpio, como con Montes. E, incluso, encuentros más físico-sexuales, aunque sin llegar al roce, como con el juez Markina. Pero, ella (¡vaya por dios!) es el “macho alfa”, como dice en algún momento.

Y para envolverlo, el entorno, del bello valle del Baztán, de Elizondo, de la misma Pamplona y sus restaurantes, con sus prestigiosos menús, el Guggenheim en Bilbao que prepara una exposición de James, o las visitas al pueblo medieval de Ainsa en Huesca, donde unos expertos de laboratorio realizan las más modernas pruebas de ADN como en cualquier serie norteamericana actual, porque eso también está en estas novelas. Frente al elemento legendario las tecnologías más novedosas, cómo no.


Y junto a todo eso, si a alguien le puede parecer poco, unimos el uso –que no queremos juzgar– de los mecanismos policiacos. Cuando uno necesita un psicólogo, aparece para hacer un diagnóstico. Cuando uno necesita un análisis de muestras urgente, aparece también quién lo haga sin haber aparecido anteriormente en la novela y sin que vuelva a aparecer. Cuando uno necesita una Glock porque no la lleva encima, se recoge del suelo en el momento justo. Esto entre otras cosas nos encontramos en El guardián invisible. Y en Legado en los huesos recurriremos al descubrimiento casi por sorpresa de que junto a Amaia nació una hermana gemela, cosa que ni por asomo se dejaba entrever en la primera novela o la aparición del inductor, que será, como debería ser, por sorpresa, después de leídas más de quinientas páginas, pero del que no se tiene noticia hasta ese momento, eso pudiera ser algo habitual si no fuese…   

A veces el que los recursos se vean puede ser necesario, depende de la finalidad o de la intención. Otras veces es porque falta bagaje y todavía no se ha aprendido cómo hacer para que no se noten demasiado. Y otras es porque es lo que esperan los lectores o al menos cierto tipo de lectores que se introducen en un bosque para que las ramas no les dejan verlo y así disfrutar de un descubrimiento que no es tal.  








jueves, 21 de noviembre de 2013

Una novela de barrio, de Francisco GONZÁLEZ LEDESMA



Una novela de barrio ganó el I Premio Internacional de Novela Negra RBA en el año 2007, y con todo el merecimiento. Posiblemente sea la mejor novela de Méndez, donde el ritmo no decae en ningún momento y los personajes siguen el paso de la trama –y no al revés– de venganza bien trabada, donde todos los elementos –que luego iremos enumerando– de las novelas de Méndez están presentes.

De las nueve novelas de Francisco González Ledesma sobre Méndez podríamos hacer una división en tercetos ateniéndonos a un par de factores: sus años de publicación y sus características internas. Primero estarían las tres publicadas en los años ochenta del siglo pasado –excluyo Expediente Barcelona, pues aquí Méndez no es protagonista sino actor secundario–, es decir, la primera y mejor, Crónica sentimental en rojo – ganadora del Premio Planeta allá por el año 1984– y las dos siguientes, Las calles de nuestros padres y La dama de Cachemira. Las tres ubicadas en Barcelona sin excepción, donde la personalidad de Méndez y su cinismo nacen para permanecer, ya es viejo para ser policía, ya está como apartado de las labores policiales propiamente dichas y ya ejerce como si fuese un investigador privado que se busca los casos sin que la superioridad lo autorice. 

En Crónica sentimental en rojo el argumento tiene que ver con la codicia y la mentira y hasta dónde te pueden llevar esos pecados tan característicos del ser humano. En ella se entremezclan la alta sociedad de Barcelona con las bajuras de sus calles, se enlazan los Bassegoda, muerto el padre, Oscar Bassegoda, sus herederos, la hija Blanca, su marido separado de ella, el sobrino de los Bassegoda que se crió en la casa familiar, y, por último, un periodista, Carlos Bey, encargado de administrar una parte de la fortuna para obras de caridad, y con ellos aparecerán el Richard, Ricardo Arce, recién salido de la cárcel, pero ingenuo y dado al sentimentalismo y, cómo no, las putas y travestís, Encarnación Lopez o la Susi, que van guiando a Méndez a desentrañar el engaño. Y en medio el objeto de deseo de todos la gran torre de la Vía Augusta, símbolo de su aristocracia. La trama es espesa, pero al final bien resuelta, donde se mezclan el pasado del patriarca, un hombre hecho de dinero y de mentiras, como todos los hacendados, mentiras que se heredan, por genética o por abogados, en el presente. Frente a ellos la chusma de la calle, de los barrios bajos, los que no tienen el dinero pero sí la nobleza o una cierta forma de nobleza.

El terceto del medio lo conforman Historia de Dios en una esquina, de 1991 pero reescrita para su edición del 2008, El pecado o algo parecido, ganadora del Premio Hammett de la Semana Negra de Gijón, y Cinco mujeres y media, también ganadora del Premio Mystère en Francia. Excluyendo el híbrido de Historia de Dios en una esquina, las otras dos de los primeros años de este siglo presentan características parecidas. Son las que tienen más aspiraciones, podríamos decir, con una prosa aún más cuidada, incluso con algún elemento de aquella literatura experimental de los años setenta –estoy hablando de la literatura en lengua española– de los hispanoamericanos y algún que otro español como Juan Goytisolo, literatura que se atrevía a narrar en segunda persona –como en La muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes, entre otras–, como aquí, en Cinco mujeres y media, por ejemplo, los soliloquios de Patricia Cano. El argumento en esta novela es complejo, empieza con la violación y asesinato de una chica, Palmira Canadell por tres jóvenes pertenecientes a los bajos fondos, pero que sólo es una trama paralela a la de otras mujeres, como la ya mencionada Patricia Cano, hija de una madre que se acostaba con el vecino pudiente, o la de Marta Pino, hermana de Conrado Pino, otro hombre hecho de dinero y de extorsiones, que tiene en nómina a alguna querida de lujo, entre ellas Patricia Cano, o Eva Ferrer, la más noble, quizá, aunque “burguesita del Eixample”, viuda de un abogado y madre de un hijo autista de veinte años. Junto a ellas los malos, siempre hombres, los ya mencionados algo estúpidos delincuentes y los ambiciosos hombres de negocios, como Conrado Pino o su enemigo Oscar Madero, también dado a tener sus queridas, al que domina la envidia y la ambición a costa de los demás. Y ahí Méndez y otro de los elementos habituales en sus novelas: los asesinos profesionales, el Renglan, en este caso y, como excepción, visto al final de una forma redentora. Como redentor es el plan que esas cinco mujeres que se mencionan en el título idean para engañar a los que engañan.      

El último terceto lo forman la novela que nos ocupa, Una novela de barrio, y las dos últimas, No hay que morir dos veces y Peores maneras de morir ya en cierto modo comentadas (ver lectura). Una novela de barrio está a caballo entre sus dos precedentes y estas dos mencionadas. El ritmo, como dijimos al principio, de alguna forma ha variado, es menos prolijo y más acelerado, también la prosa, consecuentemente. Pero volvemos a encontrarnos con determinadas recurrencias. El cinismo de los diálogos, que no sólo pertenecen a Méndez, los asesinos profesionales que van surgiendo a medida que Erasmus los va contratando para matar al Miralles, el presunto asesino del Omedes, su compañero en el atraco al banco que propició hace años la muerte del hijo de tres años del ahora guardaespaldas Miralles. Y las mujeres, cuya infancia y juventud es violada, la rescatada y ahora compañera de Miralles, Eva Expósito, o las queridas y putas del ya difunto y “cabrón” Marqués de Solange, Mabel, la aún joven, y Madame Ruth, la vieja y enferma. Y la casa o torre con jardín en el barrio de Horta que éste les dejó en herencia a sus putas y que es el escenario de las persecuciones y muertes del final de la novela.      

Y Méndez sigue siendo el que no tiene edad, el paseante del barrio y el partidario de la justicia directa. Y aquí, en el final, ese deje también habitual de cierta resignación. Porque al final lo que hay siempre en las novelas de Méndez y en esta en especial es eso: una resignación ante esta vida cargada de desdichas inevitables que moldean el carácter de los personajes y de las que no pueden escapar aunque lo intenten.






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1983. Expediente Barcelona. [Primera aparición de Méndez pero como personaje secundario]
2006. Méndez. [Conjunto de relatos]