No son series de televisión, aunque permiten una secuencia. No son series de televisión policíacas, aunque pueden ser la raíz y son policíacas. No son asesinos en serie, aunque los hay. Son series de detectives o investigadores: Marlowe, Rebus, Conde, Beck, el agente de la Continental, Bosch, Morck, Jaritos, Romano, Grens, Grave Jones y Coffin Johnson, Sejer, Bevilacqua, Wilhelmsen, Adamsberg, Erlendur... Y se sitúan en cualquier lugar, son de cualquier lugar: la muerte está en todas partes.

lunes, 8 de julio de 2013

La última causa perdida, de Dennis LEHANE

¿Qué es lo que mueve a Patrick Kenzie y Angela Gennaro? La rabia y la venganza. El tesón y la tozudez. La juventud y la ignorancia.

Las cinco primeras historias de esta pareja siguen un mismo patrón, mientras la que nos ocupa, Moonlight Mile (La última causa perdida), escrita unos diez años después de la anterior, es una despedida y siguiendo con su finalidad, –la de la despedida– también es un cambio de patrón. Porque, si hubiese seguido con el mismo, o Kenzie hubiera muerto despedazado o Angie hubiese sido violada y asesinada o ambos hubieran sucumbido de alguna forma cruel o, incluso, hasta su hija Gabby hubiese sido secuestrada y algo más. Aquí Lehane tenía que parar y no ha encontrado mejor forma de hacerlo que desgajar la sexta novela de la serie, es decir, cargarse la serie. Aunque tenga los mismos protagonistas, en realidad no son los mismos. Se parecen, tienen cosas iguales, casi son calcados, con unos años de más, eso sí, pero no. No son ellos. Les falta algo. O, más bien, tienen algo que antes no tenían o no se daban cuenta que  tenían: algo que perder.

Y eso es lo que de alguna forma caracteriza a las primeras cinco. En ellas Kenzie y Gennaro o Patrick y Angie se acercan tanto a los malos: su violencia, su rabia, sus ganas de venganza también, en cierto modo, que no se diferencian en demasía, no en vano su mejor amigo, Bubba Rogowski, es un traficante de armas sin ninguna consideración hacia los demás. Son tan capaces de volarles la cabeza a los asesinos como éstos a ellos. Y así ocurre.

Estamos en Boston, quizá la ciudad más europea de Estados Unidos, con sus irlandeses sobre todo, pero también sus italianos y, al final, también los rusos o chechenos o bielorrusos o moldavos, la nueva mafia; y la mayoría de las escenas no salen de la ciudad, aunque a veces las tramas les puedan llevar como en Sacred (Lo más sagrado) hasta Florida por ejemplo. Pero normalmente ocurren en Boston y no solo en Boston, sino en el barrio obrero de Dorchester, donde los protagonistas se criaron. Darkness, Take My Hand (Abrázame, oscuridad) se desarrolla allí y relaciona un caso actual de un asesino en serie con otros que se remontan a la época de su infancia y que incluso afecta al maltratador padre de Kenzie.


Esa suciedad del mundo que nos rodea, que nos mostró los inicios de la novela negra, esa suciedad que se traduce en muerte indiscriminada y violencia desmedida es lo que Lehane aprendió de los maestros y que pone en práctica en todas las novelas de esta serie y las lleva al extremo. Pero es una suciedad que también afecta a Kenzie y Gennaro como afecta constantemente a la clase política, en A Drink Before the War (Un trago antes de la guerra) o a la misma policía. En Gone, Baby, Gone (Desapareció una noche), quizá la mejor urdida de todas junto a Prayers for Rain (Plegarias en la noche), el secuestro o desaparición de una niña de cuatro años, Amanda, se convierte en el descubrimiento de que los policías también quebrantan la ley a su antojo y no saben delimitar lo legal con lo moral y llegan a extremos de crueldad inherente en un principio sólo para los delincuentes o asesinos.

Y es esta novela la que da pie al argumento de la última, Moonlight Mile, y al cierre de la serie. Amanda vuelva a desaparecer, aunque ahora tenga dieciséis años y no sea un secuestro sino una huida. Y ella sea al final la que de alguna forma mueva los hilos. No es buena, la novela, o, mejor, no se ajusta a los esperado pues no es ya de la serie Kenzie y Gennaro, porque aquí se vuelven humanos, mientras que antes eran animales salvajes que perseguían y se defendían de otros animales salvajes igual o más salvajes. Y con sus mismas armas. Y su misma violencia.





1994. A Drink Before the War. (Un trago antes de la guerra)
1996. Darkness, Take My Hand. (Abrázame, oscuridad)
1997. Sacred. (Lo que es sagrado)
1998. Gone, Baby, Gone. (Desapareció una noche)
1999. Prayers for Rain. (Plegarias en la noche)
2010. Moonlight Mile. (La última causa perdida) Lectura

sábado, 22 de junio de 2013

Cosecha roja, de Dashiell HAMMETT

El agente de la Continental –el agente de la Agencia Continental de Investigaciones de San Francisco– aparece en dos novelas de Dashiell Hammett (1894-1961) y en (según mis cuentas) 28 cuentos que fueron publicados por primera vez en revistas como Black Mask. Las dos novelas son The Dain Curse (La maldición de los Dain) que más parece una novela de aventuras que una novela policíaca, aunque lo sea; y Red Harvest (Cosecha roja), la que nos va a ocupar en este comentario, la mejor novela de Hammett junto a The Glass Key (La llave de cristal) y la iniciadora del genero negro policíaco americano o hard-boiled.

La historia de Red Harvest no se sitúa en San Francisco –como la mayoría de las obras de Hammett o de las tramas del agente de la Continental– sino en Personville, también conocida como Poisonville, y contiene todos los ingredientes que conjuntan la novela negra: una mujer fatal (Dinah Brand), bella, ambiciosa y sin límites morales; una ristra de amantes de una u otra forma despechados (Bill Quint, Dan Rolff, Donald Willsson, el primer asesinado, su padre Elihu Willsson, el viejo, o Max Thaler, uno de los gánster); la ley seca y la gran depresión de los años veinte; los entramados políticos, marcados por la corrupción, y, por último y más característico, una extrema violencia. Y si algo mueve esa extrema violencia es el poder, el poder del dinero y el poder del poder, de la lucha por el poder y del mantenimiento del mismo si ya se posee.

Dinero, poder y un arma en la mano. Con eso no hay cortapisas morales que limiten la acción. Y esa ponzoña es la que penetra en el agente de la Continental que llega a Personville llamado por el muerto Donald Willsson y desdeñado por todos los demás que aparecen en la novela, el primero el todopoderoso y magnate de la comunicación Elihu Willsson y después el jefe de policía Noonan, tan corrupto como el contrabandista de alcohol Pete, el Finlandés, o como Lew Yard, o, el ya citado, Max Thaler o, posteriormente, Reno. Todos ellos se han repartido Personville y la han convertido en Poisonville y ese veneno se ha inoculado tan dentro de todos que no existe contraveneno, no hay vacuna que lo cure. El que entra dentro se convierte en otra persona, como el mismo protagonista dice en algún momento en la novela. Sólo alejándose de esa ciudad es posible no sentirse atrapado por esa espiral de violencia y de muerte, de asesinatos continuados en lo que se va a convertir todo el escenario. No en vano uno de los capítulos de la novela se titulará “El decimoséptimo asesinato”. Y será el de ella y posiblemente a manos del propio agente de la Continental. Y no será el último.


Si en el desarrollo posterior de la novela negra el detective también adquiere ese aura de atractivo que desprenden la mujeres protagonistas, como el mismo Sam Spade o después Marlow, lo que caracteriza al agente de la Continental es en extremo lo opuesto, es un ser sin ningún atractivo físico, para más añadidura está gordo, por ejemplo, pero si algo hay en él que todos los demás también tendrán es la perseverancia y la falta de escrúpulos para conseguir lo que en algún momento él considera justo: que los malos paguen de una u otra forma por lo que hacen. Eso sí, sin saltarse las normas de la Agencia, excepto en algunos pequeños e insignificantes casos.    

Si las dos novelas del agente de la Continental presentan esa dicotomía de la que hablé al principio, mientras una, The Dain Curse, se puede decir que es una novela novelesca y la otra Red Harvest es el ataque más virulento a la corrupta sociedad americana de la época, los cuentos donde aparece el agente de la Continental también se pueden clasificar en esas dos vertientes, siendo, claro, los más interesantes los que siguen los parámetros de esta segunda versión como “The Big Knockover” (El gran golpe) o “$. 106.000 Blood Money” (Dinero sangriento).






Novelas:
1929. Red Harvest. (Cosecha roja). Lectura
1929. The Dain Curse (La maldición de los Dain)

Cuentos (ordenados según su primera publicación en libro):
1943. Blood Money.
“The Big Knockover”. (El gran golpe)
          “$. 106.000 Blood Money”. (Dinero sangriento)
1945. The Continnental Op.
“Fly Paper”. (Papel cazamoscas)
          “Death on Pine Street”. (Muerte en la calle Pine)
          “Zigzags of Treachery”. (Tradiciones en zigzag)
          “The Farewell Murder”. (El crimen de Farewell)
1945. The Return of the Continnental Op.
“The Whosis Kid”. (El menda)
          “The Gutting of Couffignal”. (El saqueo de Coufignall)
          “Dead and Company”. (Muerte y Cía)
          “One Hour”. (Una hora)
          “The Tenth Clue”. (La décima pista)
1946. Hammett Homicides.
“The House in Turk Street”. (La casa de la calle Turk)
          “The Girl with the Silver Eyes”. (La muchacha de los ojos de plata)
          “Night Shots”. (Disparos en la noche)
          “The Main Death”. (La muerte de Main)
1947. Dead Yellow Women.
“Dead Yellow Women”. (El asesinato de las criadas chinas)
          “The Golden Horseshoe”. (La herradura dorada)
          “House Dick”. (El sabueso del hotel)
          “Who Killed Bob Teal?” (¿Quién mató a Bob Teal?)
1948. Nightmare Town.
“The Scarched Face”. (La cara quemada)
          “Corkscrew”.
1950. The Creeping Siamese.
“The Creeping Siamese”. (Los siameses rastreros)
          “Tom, Dick or Harry”. (Tom, Dick o Harry)
          “This King Business”. (Estirpe real)
1952. Woman in the Dark.
“Arson plus”. (Incendio provocado y algo más)
          “Shippery Fingers”. (Dedos escurridizos)
          “The Black Hat that wasn’t there”. (El sombrero negro que no estaba allí)
1962. A Man named Thin.
          “The Gatewood Caper”. (El rapto)

viernes, 7 de junio de 2013

Invierno ártico, de Arnaldur INDRIDASON

En todas las novelas de Arnaldur Indridason hasta la fecha y ya van trece del inspector Erlendur, incluida la que nos ocupa, Vetrarborgin (Invierno ártico) –la última traducida al español y séptima de la serie–, los casos se entremezclan en el desarrollo de la trama. Es decir, hay, eso sí, un caso rector y otros adláteres que se van sucediendo y que en algún caso no tienen solución final.

Al igual que con los casos tampoco la investigación es llevada por una única persona, aunque sí sea Erlendur el inspector principal, al que acompañan sus ayudantes Elínborg y Sigurdur Óli. Con ello Indridason consigue plasmar la complejidad de las personas y la complejidad de la realidad. No es un autor que se centre en la psicología del mal, porque un lector de sus novelas se daría cuenta de que tal cosa no existe, sino en las miserias de la vida, que de alguna u otra forma te puede llevar a actos que se pueden considerar equivocados o éticamente deplorables.

En Invierno ártico nos encontramos con la muerte de un niño de diez años, Elías, hijo de madre inmigrante, en un barrio de Reykjavik, pero también con la desaparición de una mujer, por un más que probable suicidio, con la huida de un pedófilo largamente buscado y, junto a todo ello, con posibles casos de racismo, con gamberradas sin sentido, con la distante relación filial de Erlendur y sus dos hijos y su complejo de culpa con respecto a la antaño desaparición –otra más– de su hermano, con las desavenencias constantes de Sigurdur Óli y su esposa Bergthóra y su imposibilidad de tener hijos...

Algunos de los asuntos se cerrarán en esta novela, pero otros serán asuntos pendientes que le van sirviendo a Indridason para mostrarnos a lo largo de la serie cómo todo es un caso que sólo se soluciona con el adiós final, si es que eso es una solución. El ejemplo en esta novela será Marion Briem, la antigua jefa de Erlendur, que muere de una forma solitaria y sin estridencias, como un ligero soplo de aire hace planear una hoja hasta su desaparición definitiva, poco a poco escapándose de la vista.

Así el caso de Andrés y su padrastro pedófilo llegará a su fin en Svörtuloft –la décima novela de la serie–. Esta historia es llevada por Sigurdur Óli, pues Erlendur no aparece como tampoco apareció en la anterior Myrká (ambas aún no traducidas al español), cuya trama lleva Elínborg. Aquí en medio de un caso de corrupción económica, pero también de infidelidades y de chantajes, nos centramos en la existencia vital de Sigurdur Óli ya separado de Bergthora, sus relaciones de amistad, que precisamente le llevan a esa investigación, la conflictiva y nunca solucionada relación con sus padres divorciados, y también, al lado, el desolador final de Andrés y el macabro término de su padrastro.

Pero volviendo al asesinato de Elías, aquí la resolución no está en lo que parece más evidente, el racismo que puede provocar la inmigración en una sociedad tan cerrada y aislada como puede ser la islandesa, sino en un sinsentido donde la casualidad juega un juego que nadie comprende.

Si Indridason es un grandísimo escritor no es porque sus novelas sean tramas policíacas muy bien llevadas, sino porque son tramas vitales que nos acercan a ese páramo helado al que no queremos acercarnos pero que sin querer todos llegamos, y llegamos de una forma solitaria y a la intemperie. Solos y con frío. Y así desaparecemos. 






1997. Synir duftsins.
1998. Dauôarósir.
2000. Mýrin. (Las marismas)
2001. Grafarbögn. (La mujer de verde o Silencio sepulcral)
2003. Röddin. (La voz)
2004. Kleifarvatn. (El hombre del lago)
2005. Vetrarborgin. (Invierno ártico) Lectura
2007. Harôskafi.
2008. Myrká.
2009. Svörtuloft.
2010. Furôustrandir.
2011. Einvigiô.
2012. Reykjavíkurnaertur.