No son series de televisión, aunque permiten una secuencia. No son series de televisión policíacas, aunque pueden ser la raíz y son policíacas. No son asesinos en serie, aunque los hay. Son series de detectives o investigadores: Marlowe, Rebus, Conde, Beck, el agente de la Continental, Bosch, Morck, Jaritos, Romano, Grens, Grave Jones y Coffin Johnson, Sejer, Bevilacqua, Wilhelmsen, Adamsberg, Erlendur... Y se sitúan en cualquier lugar, son de cualquier lugar: la muerte está en todas partes.

sábado, 14 de febrero de 2015

La mirada de los ángeles, de Camilla LÄCKBERG




Una historia tiene que ser convincente. Una historia, cualquier historia, antes de cualquier otra cosa debe ser convincente. Pero, ¿qué queremos decir con esto? ¿Qué significa ser convincente? ¿A qué nos referimos con convencer? ¿Convencer de qué?

Änglamakerskan o La mirada de los ángeles, en su traducción española, es la octava novela de la serie de la escritora Erika Falck o de la escritora Camilla Läckberg. Porque sí, en este caso tanto protagonista como la mano que crea la protagonista son lo mismo, es decir, ejercen la misma profesión, son escritoras de novelas policiacas. Y sí, también el compañero de Erika Falck, Patrick Hedström, y el compañero en la vida real de la escritora son policías, sí, ambos son policías.

Protagonistas de la serie televisiva
Decíamos, La mirada de los ángeles es la octava novela de la serie de “Los crímenes de Fjällbacka”, como al final se ha llamado la serie debido a la, a su vez, serie de televisión que se ha realizado partiendo de las novelas –aunque, por lo que podemos comprobar, al ver los casos en la pantalla, el seguimiento de las novelas no es ni mucho menos literal, antes al contrario–, decíamos que era la octava, pero para los aguerridos seguidores de la misma ya salió en su sueco original la novena, Lejomtämjarenver bibliografía abajo–, y se está a la espera de que aparezca pronto su traducción al español.

La mirada de los ángeles empieza con la llegada a Fjällbacka para establecerse de una pareja, Ebba y Mårten Stark, que de alguna forma huyen después de haber perdido a su hijo Vincent. Pero esa huida ocasionada por un hecho tan doloroso es hacia la casa de los antepasados de Ebba, una casa que también tiene una historia a su espalda, pero esta historia más que dolorosa es macabra y ciertamente truculenta. La novela, pues, desarrolla dos historias, la del presente, con los hechos que le va a ir ocurriendo a esta pareja al establecerse en esa casa: un incendio provocado, unos disparos que rompen ventanas, una postal amenazante… que provocan el interés de la policía, con Patrick al mando; y la del pasado, en capítulos aparte y en cursiva, que nos narran las experiencias –a cual más negativa, enfermiza, infame, desagradable…– de cuatro generaciones de antepasados de Ebba –alrededor de un siglo–, antepasados femeninos en todos los casos –como por otro lado es casi norma en la serie–, desde la detención de la tatarabuela Helga Svensson en 1908, pasando por la bisabuela Dagmar, hija de ésta, –la historia más desarrollada, por su desvarío y su enamoramiento de un nazi, Hermann Göring–, siguiendo por su estricta y pragmática abuela Laura y por su madre Inez, casada por conveniencia por su madre con Rune, el dueño del internado, todo esto investigado por Erica.


Ahí es donde se entrecruzan las dos historias en ese internado que precisamente ocupaba la casa que ahora Ebba y Mårten quieren rehabilitar. Un internado en el que el sábado de Pascua de 1974 ocurrirían los hechos con concentran el culmen de la novela. El día exacto en el que desapareció toda la familia de Rune e Inez y en el que al llegar la policía sólo se encontró a la hija pequeña Ebba y a cinco chicos del internado que habían salido a pescar y que serían los únicos testigos de esos hechos misteriosos.

Cinco chicos, Leon Kreutz, el jefecillo del grupo y de familia muy acaudalada, John Holm, posterior presidente de un partido de la ultraderecha sueca, Sebastian, el abogado trepa con su ansia de dinero y de control sobre los demás, Percy, el pusilánime aristócrata venido a menos, y el judío Joseph, con su ánimo de cambiar la historia, de los que se nos van narrando también su propia historia y que culmina también en la rememoración de aquel día.

Como vemos, toda la novela es un entretejimiento de distintas narraciones cuyo hilo no deja de ser la extrema curiosidad de Erica junto a la investigación oficial que lleva el grupo de policías comandado por su marido Patrick, un grupo de policías, de los que, como viene siendo habitual en la serie, también se nos cuentan su propias vicisitudes personales y en el que esta vez destaca Gösta, debido a su propia implicación personal en el caso de 1974.

Fjällbacka, lugar donde transcurren todas las historias de la serie

Pero volviendo al principio, más allá de la necesidad que tiene la autora de acumular historias, cada una encima, al lado, sobrepuesta, en paralelo, oculta, parcial, sacada con fórceps o introducida a presión, de las que no se escapa la personal de ella o de su familia, aquí, de nuevo, tenemos a la hermana de Erica, Anna, en primer plano, sufriendo consecuencias que parece que busca a propósito, no es muy convincente –si descontamos todo lo dicho hasta ahora– que dos policías a la vez, siendo policías, se dejen ambos el móvil olvidado, o que alguien con una pistola en la mano, apuntando a dos personas, se quede medio traspuesto, esto en cuanto a pequeñas escenas; pero que una trama que envuelve a la ultraderecha, se entremezcle en otra que no tiene nada que ver y deje al lector sin saber adónde mirar, cuál de ellas es la que lleva la voz cantante dentro de la trama, que a su vez un policía de pacotilla, como se describe a Mellberg, ejerza alguna función, aparte de la de hazmerreír, o que gratuitamente el cáncer haga acto de presencia en la figura de la mujer de otro policía, Martin, dándole un tratamiento tan superfluo, por más que se empeñe la autora en lo contrario, sus cuatro pinceladas no dejan de ser superfluas, y más si en el último momento tiene que recurrir al policía porque ha necesitado, por las numerosas complicaciones de la historia, mandar a unos por un lado a otros por otro para que en el final esté, como no podía ser menos, la escritora Erica Falck en primer plano. En fin, tanta historia entremezclada no puede ser buena, porque no hay que confundir complejidad con acumulación, cuando alguien acumula por el simple afán de acumular todo se convierte en un batiburrillo. Hay una gran diferencia entre escribir una historia compleja, sea policiaca o no, con sus distintas ramificaciones, con sus intrigas y soluciones sorprendentes y otra muy distinta es llenar una historia de historias, de historias sin pies ni cabeza, sólo por una búsqueda ficticia y equivocada de pensar que cuanto más elementos sumes a la causa mayor interés presentará el resultado final, sin darse cuenta de que el resultado final no es la suma de los elementos sino la buena estructuración de los mismos, sean pocos o muchos, junto a una cierta verosimilitud, que no puede chocar nunca, cuando esta se pretende, con que la historia sea convincente. Porque, en definitiva, si una historia sea oral o escrita no resulta convincente entonces o bien dejas de escuchar y te pones a pensar en tus cosas aunque parezca que estás escuchando –cuántas veces no habremos hecho esto cada uno de nosotros– o bien directamente dejas de leer.

Pero, claro, no todos buscamos lo mismo.      






(1) 2002. Isprinsessian (La princesa de hielo).
(2) 2004. Predikanten (Los gritos de pasado).
(3) 2005. Stenhuggaren (Las hijas del frío).
(4) 2006. Olycksfageln (Crimen en directo).
(5) 2007. Tyskungen (Las huellas imborrables).
(6) 2008. Sjöjungfrun (La sombra de la sirena).
(7) 2009. Fyrvaktaren (Los vigilantes del faro).
(8) 2011. Änglamakerskan (La mirada de los ángeles). Lectura
(9) 2014. Lejomtämjaren.

sábado, 7 de febrero de 2015

El sueño oscuro y profundo, de Craig RUSSELL




El primer título de esta serie de Craig Russell –que ya conocíamos de su Serie del HauptKommissar Fabel (ver lectura)– precisamente se titula Lennox. Es como si Raymond Chandler hubiese titulado El sueño eterno como Marlowe o Ross Macdonald hubiese llamado Archer a El blanco móvil, o aquí en España que Tatuaje se hubiese titulado Carvalho o Romano Un beso de amigo. La diferencia estriba en que todos los citados no eran conscientes –o no lo eran del todo– de que estaban empezando una serie mientras que Craig Russell lo es absolutamente. Y no sólo sabe que en este género de la novela negra –porque esto es novela negra de la buena– el personaje principal es el que sostiene la trama y que todo depende de cómo lo dibujas, sino que se conoce pormenorizadamente todos, absolutamente todos los trucos, todos los elementos y todos los entresijos para hacerlo bien o muy bien. Sabe que necesita la Glasgow de los años cincuenta, una Glasgow de posguerra, sucia por fuera como el Clyde y sucia o negra por dentro, como los otros personajes que van apareciendo en la serie; sabe, al hilo de esto, que necesita a los Tres Reyes: Sneddon –protestante–, dueño del sur de la ciudad, Martillo Murphy –católico–, de la parte occidental y el guapo o apuesto Cohen –judío–, de la oriental; que también necesita rubias o, sin ser rubias, bellezas que te atrapen los ojos y que no puedas dejar de mirarlas y de desearlas, Lillian Andrews o Helena Garsons en esta primera novela o Sheila Gainsborough o Lorna MacPharlen en la segunda, The Long Glasgow Kiss (El beso de Glasgow), o las gemelas Isa y Violet Strachan o Leonora Bryson en la tercera, The Deep Dark Sleep (El sueño oscuro y profundo) –hasta ahora sólo se han traducido las tres primeras novelas de las cuatro que componen la serie–, ya sean malas o buenas, inocentes o débiles, manipuladoras o frías. Pero a la vez, como contrapunto, haya algo que no sea bajo, algún asidero, mínimo, apenas visible, que le permita visualizar al personaje, a Lennox, una vida distinta de esta que lleva, y eso se lo da su casera Fiona White y la evolución del trato cada vez menos distante e incluso más íntimo que van teniendo a lo largo de las novelas.

Es decir, Craig Russell sabe lo que hace, sabe lo que hace porque sabe perfectamente cómo crear unas tramas perfectas en una atmósfera, la de Glasgow, ya mencionada, pero sin ser tan concreto, una atmósfera propia de novela negra, una atmósfera de violencia, extrema si es necesario, de intriga, de personajes bien trazados, perfectos en su sentido radical, y que no son estereotipos sino que evolucionan como evoluciona cualquier ser humano, pero sin menoscabo de su característica principal, como Sneddon y su pretensión de darle a su parte del imperio un carácter de legalidad que incluso parece que llega a suavizarle el carácter a medida que pasamos de una novela a otra; decíamos, una atmósfera, donde los propios matones, como Deditos McBride, capaz de cortarte los dedos de los pies con unos alicates y lector del Reader’s Diggest, tienen también su corazoncito; una atmósfera que se crea no sólo a través de las descripciones sino en los propios diálogos, porque esa ironía, que descubrimos tan marcada en Marlowe, aquí también está y se ve acompañada de cierto sarcasmo e incluso de un cierto humor negro, como la atmósfera, porque la narración a través de la primera persona de Lennox nos lleva a donde él quiere y nos puede manejar a su antojo, incluso haciendo que nos desternillemos de risa –cosa que quizá no es tan habitual–, doy un pequeño ejemplo que aparece en la primera novela al inicio del capítulo veinticinco: “Durante los dos o tres días siguientes traté de pasar más desapercibido que un prepucio en una convención de rabinos”.

Gordon Street, cerca de la Estación Central, donde tiene la oficina Lennox

El sueño oscuro y profundo es la tercera de las cuatro novelas que hasta ahora completan la serie –ver bibliografía– y estamos a la espera que nos llegue la cuarta, Dead Man and Broken Hearts. Como ya ocurría en las dos previas no hay una sola trama sino que en todas ellas los casos que en un principio parecían dos líneas paralelas terminan siendo tangentes y acaban entremezclándose. Aquí la aparición de un cuerpo en el río Clyde y su posterior identificación como el posible cadáver de Joe Gentleman Strachan, uno de los primeros jefes del hampa glasgowiana y autor del mayor robo que se conoce, las cincuenta mil libras de aquella época que robó de la Exposición Imperio en 1938, provoca un cierto cataclismo en la actualidad, 1955, en el mundo policial de la ciudad y se entrelaza al final, como decíamos, con el caso que está llevando Lennox de las fotos comprometidas realizadas a un actor norteamericano, John Macready que se encuentra rodando una película en Glasgow, pero que tiene ciertas inclinaciones homosexuales que provocan un chantaje que Lennox tiene que resolver. De la misma forma en El beso de Glasgow el asesinato del corredor de apuestas calderilla MacPharlen justo el día que Lennox se está beneficiando a Lorna, su hija, se entremezclará con el caso de la desaparición del hermano de la bellísima Sheila Gainsborough que acude a Lennox para encontrarlo y al final una trama, por un lado que tenía que ver con el apaño de combates de boxeo como el del campeón escocés Bobby Kirkcaldy se termina enredando en un asunto de tráfico de drogas. Y, acabando, también en la primera novela el caso en el que está trabajando Lennox que era la búsqueda de la mujer de John Andrews, Lillian, dueño de una empresa de importación y exportación, se termina entremezclando con un asunto mucho más sórdido, primero con el asesinato de un jefecillo de baja estopa de los bajos fondos, Tam McGahern, que luego se descubre que está metido en un negocio de mucho mayor alcance de lo que él y su hermano Franckie están acostumbrados, un negocio que tendrá que ver con el tráfico de armas hacia el Oriente Medio y que implicará indirectamente a los Tres Reyes del hampa de Glasgow.

Como vemos, tramas complejas llevadas a través de la voz de un Lennox, de origen canadiense, de familia adinerada, pero que ha combatido en la segunda guerra mundial, lo que ha provocado su permanencia en Glasgow, porque los horrores vividos en esa experiencia han transformado a ese muchacho de cierta cuna en un detective privado con problemas para controlar su agresividad e incluso su sentido moral. Es decir, nos encontramos con un hombre en cierto modo perdido en una ciudad a su vez de alguna forma también perdida. Y esa búsqueda de algo que lo saque de allí se convierte en búsquedas, en investigaciones que le van surgiendo y que provocan en él una necesidad de encontrar lo que posiblemente no debería encontrar pero que está ahí, ahí mismo, tan dentro de nosotros, tan entremezclado en nosotros mismos, que forma parte indisoluble de nuestro ser. Y eso que busca y que encuentra es como no podía ser menos la maldad que llevamos inoculada, que nos conforma, y esa maldad se transforma en la mayoría de los casos en violencia y esa violencia se convierte en crueldad. Y eso es lo que Lennox quiere olvidar de su pasado de combatiente, pero es lo que conforma la ciudad de Glasgow y lo que conforma a buena parte de los habitantes de la misma, entre ellos el propio Lennox. Y el final de El sueño oscuro y profundo es un buen ejemplo de lo que estamos hablando.          






(1) 2009. Lennox (Lennox).
(2) 2010. The Long Glasgow Kiss (El beso de Glasgow).
(3) 2011. The Deep Dark Sleep (El sueño oscuro y profundo). Lectura
(4) 2012. Dead Man and Broken Hearts.

martes, 27 de enero de 2015

Prótesis, de Andreu MARTÍN




Hoy, al inicio del 2015, vamos a inaugurar una nueva sección del blog. Sí, este es un blog de lecturas de series de novelas policiacas, de detectives de novelas policiacas. Sí, no va a dejar de serlo, pero vamos a agregar algunas lecturas imprescindibles –o que creemos imprescindibles– para un buen lector de novela policiaca o negra o de misterio e intriga o de enigma, o, como quieran llamarlas. Esas novelas o cuentos –también los habrá, posiblemente– no caben dentro de una serie, porque no forman parte de ninguna, son únicas y se valen por sí mismas, es decir, son unas “fuera de serie”. Por los dos motivos que de alguna manera acabamos de sugerir: por su calidad única y por su exclusión de cualquier serie policiaca.

Primera edición de la novela en
Sedmay ediciones, 1980
Y este excursus introductorio sólo era para dar pie a la lectura de Prótesis, la novela de Andreu Martín. Andreu Martín es uno de los grandes de la novela negra o policiaca española –podríamos decir, aunque no sé cuántas veces estará ya dicho, que junto a Vázquez Montalbán (ver lectura de su serie de Carvalho), Juan Madrid (ver lectura de su serie de Toni Romano), González Ledesma (ver lectura de su serie de Méndez) y Julián Ibáñéz (próxima lectura de Novoa) podría formar un buen quinteto titular en cualquier cancha de baloncesto para bajitos (como buenos representantes de la raza), pero con pistola de largo alcance–, pero no lo vamos a decir porque ya está dicho suficientemente.

Andreu Martín
Pero lo que sí decimos –aunque ya esté dicho también suficientemente– es que para un lector de novela negra es imprescindible leer Prótesis, aunque no pertenezca a serie alguna, o precisamente por eso, por ser algo tan independiente –que no diferente, aunque también– por ser algo único y, ante todo, fuera de serie: Es una novela fuera de serie. Una novela buena donde las haya por estructura o andamiaje y complexión y por escritura o, llamémoslo, estilo, donde el protagonismo no está tanto en la investigación, puesto que apenas la hay, aunque la haya, porque el punto de vista está fijo en la parte oscura de el Migue o el Dientes, como él quiere que le llamen ahora, a pesar de que en la segunda parte sí haya unos policías que investigan ese robo a un furgón blindado que es el punto de inflexión de toda la novela.

Porque antes –la novela está dividida en dos partes– la obra nos va sumergiendo en los antecedentes, no del robo, que también, sino del protagonista, de Miguel Vargas Feinoso, alias el Migue, antes el Gachí, ahora el Dientes, en cómo ha llegado donde ha llegado, no a planificar un robo, esa es la excusa, o a perpetrarlo, no, sino a buscar venganza, ha llegado la hora de devolver a el Gallego, ese que le dejó la cara deformada y llena de cicatrices, y, sobre todo, ese que le dejó sin dientes, los que tiene son una prótesis –de ahí el título– que mira todas las mañanas cuando está acostado, y sus dientes, es decir, los dientes que ahora lleva, se encuentran sumergidos en un vaso de cristal, con agua y una pastilla de Corega Tabs. Esos dientes, dientes de sonrisa de calavera, son la imagen obsesiva de todos los días, que no le dejan olvidar, y el motivo de todos los hechos posteriores, porque el robo del furgón blindado, decíamos, es sólo la excusa para enfrentarse, ahora sí, en igualdad de condiciones con el Gallego, aquel policía, ahora simplemente es un guarda de seguridad metido en un furgón blindado, aquel policía que le dejó mirando todas las mañanas la sonrisa de calavera.  




Y que se cargó al Cachas, de un disparo que le hizo saltar un ojo, mientras huían, el Cachas y el Migue, de el Gallego y de los otros policías, y que se cargó no sólo a el Cachas de un disparo que le hizo saltar un ojo –imagen recurrente (otra) que tiene el Migue, ahora el Dientes, metida en la cabeza– sino que se cargó con ello la pandilla de el Cachas, aquella que formaban el Cachas, el Chava, el Marujo y el Migue. Y que se llevó por delante, luego, después, en el interrogatorio, los dientes del Migue y con los dientes le destrozó la cara y le destrozó la vida. Porque no fue tanto el que posteriormente, después de aquello, se pasase sus años en la cárcel, y fuese la chica del Caro, porque el Caro se portó bien con él, tanto en la cárcel como al salir de ella, no, no, lo que pasó es que sin los dientes, lo único que ocupa la vaciedad de sus existencia, el hueco de los dientes sólo lo rellena la prótesis de la venganza, porque para lo único que vive el Migue, ahora el Dientes, es para saldar cuentas con el Gallego; el Gallego, que después de aquello tampoco volvió a ser el mismo, porque aquello también fue un antes y un después para él, le expulsaron del cuerpo e, incluso, estuvo internado, porque para el Gallego, su actual existencia, como guarda de SEGURTRANS, ha dejado también de tener sentido, y se da cuenta, mientras se produce el robo y reconoce a el Migue que todo puede volver a ser como antes.

Y eso, el final, los angustiosos días finales, revolcado en la mierda, en ese piso de alquiler, que le sirve de guarida y de pocilga después del robo, junto a la Nena –la Nena, que de algún modo, también formó parte de la cuadrilla del Cachas en aquellos tiempos–, esos angustiosos días, decimos, hasta ese reencuentro, que el Migue lleva esperando toda su vida desde aquello y que el Gallego, de alguna forma, también lo espera, como una catarsis, como un resurgir de lo que fue pero que ya no es, esos días, donde los policías Sevilla y, sobre todo, Correa se huelen algo raro, algo que no encaja en todo ese tinglado del robo del furgón blindado, esos días son sólo el anticipo del enfrentamiento, porque toda la novela nos empuja hacia allí, hacia ese final. Un final negro de violencia extrema. Un final que sólo destella por la inocente sonrisa de la Nena cerrando el círculo.

Acabamos: esto es sólo un resumen-comentario de una de las mejores novelas negras escritas en España. Léanla, por favor, por favor, léanla. Y verán. Ahora deberían venir todos aquellos calificativos que incitan la lectura, todos esos que aparecen en las contraportadas de los libros o en las reseñas que nos anticipan las novedades. Pero no, esto no es una novedad ni necesita de calificativos altisonantes. Esta es una novela de hace exactamente 35 años, pero ¿y qué? Cuando algo merece la pena, no importa la edad o sí, quizá, como los buenos vinos… En fin, Andreu Martín es uno de los grandes y esta novela es la más grande que ha escrito –no hemos podido evitarlo. Fuera de serie.   




Bibliografía de Andreu Martín (sólo libros de novela negra y policiaca)


1979. El señor Capone no está en casa.
1979. Aprende y calla.
1980. A navajazos.
1981. La otra gota de agua.
1982. Por amor al arte.
1983. Si es no es.
1984. El caballo y el mono.
1984. Amores que matan, ¿y qué?
1986. El día menos pensado.
1987. La chica que lo enseñaba todo.
1987. Crímenes de aficionado.
1988. Barcelona Connection.
1988. A martillazos.
1988. El que persigue al ladrón.
1990. Lo que más quieras.
1990. Jesús en los infiernos.
1992. El hombre de la navaja.
1994. Por el amor de Dios.
1995. Jugar a matar.
1998. Vainqueurs et cons vaincus.
2000. Bellísimas personas.
2002. Juez y parte.
2002. Los miedos de la ciudad sin miedo.
2002. Schneken mit Kaninchen (Conejo con caracoles).
2002. Corpus Delicti.
2003. Guerra ciega.
2004. Asalto a la Virreina. (Junto a Carlos Quilez)
2005. Con los muertos no se juega. (Junto a Jaume Ribera)
2005. La clave de las llaves. (Junto a Jaume Ribera)
2005. Impunidad. (Junto a Verónica Vila-San-Juan)
2006. La monja que perdió la cabeza. (Junto a Jaume Ribera)
2006. Piel de policía. (Junto a Carlos Quilez)
2006. El blues del detective inmortal.
2007. El blues de la semana más negra.
2007. Si hay que matar, se mata. (Junto a Jaume Ribera)
2007. De todo corazón.
2009. El blues de la ciudad inverosímil.
2009. El blues de una sola baldosa.
2011. El cómo del crimen. (Junto a Jaume Ribera)
2012. La vida es dura.
2013. Sociedad negra.
2014. Les escopinades dels escarabats no arriben al setè soterrani del pedestal on s’aixeca la meva estàtua.

miércoles, 31 de diciembre de 2014

Ofrenda a la tormenta, de Dolores REDONDO




Bien. Ya tenemos el cierre de la trilogía que se sitúa en el valle del Baztán. Ya tenemos la última novela de la misma, Ofrenda a la tormenta –aunque por lo que parece no va a ser la última novela de la protagonista, la inspectora jefe Amaia Salazar, el cierre de la novela nos da pie a pensar en que habrá una siguiente y que posiblemente nos traslademos a Estados Unidos junto al agente del FBI, Aloisius Dupree, pero eso es otra historia–. En apenas dos años han salido de la nada o, mejor dicho, de la cabeza de Dolores Redondo, tres novelas a un ritmo trepidante o al menos a un gran ritmo.

Como el que presenta esta novela y en general la serie. El ritmo es capital en determinadas novelas de intriga o, llamémoslos, thrillers, y en este caso, en esta última novela en particular, el ritmo es casi perfecto, lleva al lector con una gran intensidad, suministrándole los datos de una forma sostenida y desvelándole poco a poco, pero con gran precisión los elementos que van rellenando los huecos, las piezas del puzzle, hasta completar el cuadro perfectamente. Pero quizá ese ritmo de escritura –y también de edición– se debe de acompañar de alguna que otra revisión más, ya que no puede ser que el padre de la niña fallecida y su presunto asesino, Valentín Esparza, sea apuñalado por un compañero de celda cuando ya está en prisión y muera, como nos informan en la página 179, y poco después a partir de la página 314 se sostenga que se ha suicidado. Y eso no puede ocurrir por la sencilla razón de que además no es un caso lateral, sino precisamente el inicio de todo lo que viene después, la novela empieza precisamente con la descripción del asesinato de esa niña. Ya, ya nos damos cuenta de que eso sólo es una excusa para enlazar o, mejor, iniciar todo el entramado de los asesinatos en serie de niñas casi recién nacidas que es el meollo de toda la novela, pero, por favor, que es precisamente eso, el principio.

En fin, no nos detengamos en los problemas. Porque como hemos dicho al principio, la novela no decae, nos atrapa bien, nos lleva bien. Siempre, claro, que ya hayamos entrado en la trilogía a través de las otras dos de la serie, porque como no puede ser de otra forma en una trilogía, la última es como el cierra de las otras también –aunque sí, se puedan leer independientemente–, además, en este caso, se quedaron muchas cosas pendientes que provenían de Legado en los huesos como para no necesitar de una continuación y de un fin, que es lo que se da en Ofrenda a la tormenta.

Recordemos, en El guardián invisible el culpable era el Basajaun mientras que en Legado en los huesos era el Tarttalo –ver la lectura de ambas novelas que ya hemos realizado– y aquí los asesinatos de esas niñas que se han ido produciendo a lo largo de los últimos veinte o treinta años se achaca a Inguma, otro ser mitológico, que necesita del último aliento de niñas apenas nacidas como ofrenda para que las cosas les vayan bien o muy bien a los que creen en él. Y entre los que creen en él está o estaba la madre de Amaia, que se da por desaparecida al cierre de la anterior novela, pero que en la mente de la inspectora sigue estando ahí y es lo que la lleva a insistir y a buscar con más ahínco entre ese entramado que se ha ido creando que mezcla lo mitológico de una cultura apenas conocida, la vasca, y los asesinatos de niñas, sean o no envueltos y disimulados bajo la apariencia de la muerte súbita del bebé, un nombre que sirve para nombrar un hecho que en sí mismo no tiene ninguna explicación científica.

Nuevamente nos encontramos con los conflictos familiares entre las mujeres de la familia de Amaia, entre Ros, que sigue llevando el obrador familiar, y que fue tan protagonista en la primera de las novelas, puesto que ahí se cocinaba el txantxigorri, y Flora, que regresa a Elizondo para hacer el funeral de su madre y que no puede dejar de intentar dominar como siempre lo ha hecho. Pero también están los conflictos en la comisaría, aunque en este caso sea con el jefe Iriarte por el carácter un tanto individua(lista) de la inspectora, a lo que se une lo que pasa con el mejor compañero de Amaia, Jonan. Y, por último, aquí está también el coqueteo constante que se trae con el juez Markina, que se verá entremezclado con los problemas de pareja que empieza a tener con su marido, el escultor americano, James. Pero es este último conflicto, el de la atracción mutua entre el juez y Amaia, el quid de todo el desenlace de la novela y que, desgraciadamente para la misma, es, quizá, demasiado evidente desde casi el inicio de la misma.

Resumiendo, el escaparate sigue siendo perfecto, el valle del Baztán da mucho juego porque se entremezcla con esa mitología y esa lengua vasca tan desconocida fuera de allí. Las tramas y el ritmo de las novelas está muy bien conseguido, te va llevando con una gran sutileza y sin que te des cuenta lees las páginas sin darte cuenta, pero sigue habiendo algunos elementos… Que nos hacen poner siempre unos puntos suspensivos detrás como diciendo si no se podría haber evitado eso, si no hay algunas cosas que deberían haber estado mejor pensadas, mejor elaboradas, mejor entramadas, si esto es un problema de escritura o de estructura o es un problema de dar a los lectores algo demasiado fácil, demasiado obvio, como creyendo que éstos, los lectores de novela policiaca, no necesitan de nada más que de unas extrañas muertes, salpicadas de un poco de mitología, que casa muy bien con un entorno idílico y bello, y una inspectora héroe o, mejor dicho, heroína, y ya está.

Hondarribia, donde desemboca el río Bidasoa o, como se llama en Navarra, el río Batzán, lugar de desenlace de la novela

Y ya está, eso es lo que tenemos. 

Y la pregunta es, ¿nos conformamos?
    





(3) 2014. Ofrenda a la tormenta. Lectura

domingo, 14 de diciembre de 2014

Pájaro callejero, de Janwillem Van de WETERING




Janwillem Van de Wetering
Janwillem Van de Wetering fue un autor apreciado por el mundo editorial en español allá por las décadas de finales de los ochenta y principios de los noventa del siglo pasado, pero olvidado desde entonces para nuestra desgracia. En aquella época se llegaron a traducir y publicar ocho de los catorce libros –si bien tres los escribió posteriormente [ver bibliografía abajo]– de la serie de los policías Grijpstra y De Gier de la Brigada Criminal de la Policía Municipal de Amsterdam repartidos entre dos grandes colecciones: Etiqueta Negra de Júcar y Crimen & Cía. de Versal. Pero desde entonces, y creo que estamos hablando precisamente de la edición de Pájaro callejero que fue en 1990, no se ha vuelto a saber nada de este raro y curioso escritor de novela policiaca ni de esta no menos original serie, con personajes extraños pero a la vez cercanos, con diálogos irónicos y a la vez con un toque sutil de sarcasmo y humor y con tramas elaboradas y nuevas situadas en los canales no menos atrayentes de Amsterdam, propios para mostrarnos las trampas de la pornografía legal y del suministro de estupefacientes en la frontera de esa legalidad.

A la espera de que hagamos una lectura que pretenda ser un recorrido de la serie, al menos de los títulos publicados en español –que será pronto–, nos vamos a centrar en The Streetbird (Pájaro callejero), la novena de la serie y, como hemos dicho antes, la última que se tradujo y publicó al/en español.

En The Streetbird o Pájaro callejero los personajes ya están completamente establecidos, hay ocho títulos antes, y tanto el Brigada –o brigadier o , en esta traducción, ayudante (de las tres formas se traducido su cargo policial en las distintas traducciones)– Hank Grijpstra como el sargento Rinus de Gier siguen ocupando el lugar destacado que el autor les ha ido dando. A ellos se une el comisario –que empezó a tener protagonismo a partir de la segunda de la serie, Tumbleweed (Arrastrado por el viento)–, el jefe de ambos, del que sólo sabemos su nombre de pila, Jan, y de sus constantes problemas de reumatismo, y que junto a los otros dos forma el trío protagonista.

En este caso todo se inicia con el asesinato de uno de los príncipes de los bajos fondos de Amsterdan, el príncipe Obrian, que junto a Gustav y Lennie forman la cúspide de los que dominan la prostitución y el suministro de drogas en el centro de Amsterdam. Luku Obrian muere acribillado a balas muy cerca de una comisaría de ese distrito central de la ciudad y Grijpstra y De Gier se desplazan allí para intentar solucionar el caso. Por ello trabajan codo con codo con el joven policía Cardozo otro que ha ido agrandando su protagonismo a medida que iba avanzando la serie y con los integrantes de aquella comisaría: Jurriaans, el alma mater de la misma, la atractiva ayudante –o brigada– Adèle y los violentos Karate y Ketchup, a los que se une un miembro de la reserva de la policía, Varé, de raza negra y novio de Adèle, que les aporta sus conocimientos de la cultura supersticiosa y cercana a la brujería de los miembros de esa comunidad negra que comienza a ser muy abundante en las cloacas de Amsterdam.


Porque el caso y el libro se mueve en dos frentes, por un lado el descubrimiento de esas supersticiones, de esa terminología particular y de esas prácticas nocivas en las que creen los inmigrantes que provienen de Surinam, como el asesinado Luku Obrian, y los pasos vacilantes para desentrañar el caso de nuestros dos protagonistas y Cardozo dentro de los miembros de esa comisaría, una comisaría que se enfrenta a diario precisamente con los tres mafiosos que dominan los entresijos de los bajos fondos de la capital de los Países Bajos.


Mientras todo eso va ocurriendo, y en paralelo, nos encontramos con el comisario, que se ha introducido subrepticiamente y sin que ningún miembro policial esté al tanto en un hotel situado en la zona, para intentar entresacar información por su cuenta. Ese hotel casualmente es de la amante de Grijpstra, Nellie, una antigua prostituta que precisamente es vecina de Tío Wisi, un anciano negro experto en estas cuestiones de brujería y que ha mantenido una cierta relación con el asesinado Obrian.

Hasta aquí el planteamiento del caso. Pero lo interesante tiene que ver más con lo que no se dice, lo que se oculta en el comportamiento de todos. Porque al final todos se van mostrando y van actuando de una forma aparente o, llamémoslo, superficial, mientras que en el interior, en el fluir de los circuitos internos, todo se digiere de una forma distinta. Así las dos investigaciones –la del comisario y la de Grijpstra y De Gier– van a parar al mismo punto, a la casa de tío Wisi, pero eso sirve sólo para explicar el lado, llamémoslo, supersticioso de la trama, esas voces provenientes de la cultura negra, que provocan miedo más por desconocimiento que por sí mismas; pero por otro lado la investigación oficial, la que proviene de la comisaría, va por el camino trillado, la de la búsqueda de los otros dos matones del hampa de Amsterdam, Gustav y Lennie.

Centro de Amsterdam

Nos encontramos, pues, con una conjunción de elementos, trazados con maestría por el autor, que desembocan en unos diálogos brillantes, en unas escenas y situaciones originales y en muchos casos extravagantes, en unos personajes, sobre todo los centrales, muy bien dibujados, perfectamente perfilados, también extraños, únicos cada uno de ellos y por tanto distintos, con una rasgos perfectamente delimitables y, por último, una trama bien trazada, en la que lo más fácil permanece oculto en una madeja de canales y calles en las que los transparentes escaparates donde se exhiben las prostitutas es lo único que de verdad se muestra sin remilgos porque el resto, lo que ocurre una vez corridas las cortinas, entra dentro del viaje del que consume los estupefacientes de tan fácil circulación por esos mismos canales de Amsterdam.
   





(1) 1975. Outsider in Amsterdam (Extranjero en Amsterdam).
(2) 1976. Tumbleweed (Arrastrado por el viento).
(3) 1976. The Corpse on the Dike (Muerte en el dique).
(4) 1977. Death of a Hawker (Víctima sin rostro).
(5) 1977. The Japanese Corpse.
(6) 1978. The Blond Baboon.
(7) 1979. The Maine Massacre (Masacre en Maine).
(8) 1981. The Mind-Murders (Dios los cría…).
(9) 1983. The Streetbird (Pájaro callejero). Lectura
(10) 1985. The Rattle-Rat.
(11) 1986. Hard Rain (Malos tiempos). Próxima lectura
(12) 1996. The Hollow-Eyed Angel.
(13) 1994. Just a Corpse at Twilinght.
(14) 1997. The Perfidious Parrot.


1999. The Amsterdam Cops: Collected Stories. (Relatos)



Nota: Los títulos y año de edición se han elaborado teniendo en cuenta su publicación en inglés, ya que las traducciones al español se han efectuado a partir de ese idioma. En realidad Jenwillem Van de Wetering escribía sus libros tanto en inglés como en holandés, no traducía del uno al otro, sino que adaptaba su escritura al idioma original de sus lectores.

jueves, 20 de noviembre de 2014

En las fauces del león, de Anne HOLT y Berit REISS-ANDERSEN




Cuarta novela de la serie, esta de Løvens gap, traducida como En las fauces del león, por una nueva traductora para Roja & Negra, que en este mismo año también publicó la tercera, El hijo único, de la que ya hicimos una lectura en su día. Parece que tienen intención los de la editorial de publicar todos los que quedan, si no, no se explicaría esa urgencia repentina por desempolvar una serie que en su lengua original se escribió y editó casi en su totalidad en los años noventa del siglo pasado y que en español se empezó a publicar tardíamente hace unos pocos años por Roca editorial y de la que ha tomado el relevo Roja & Negra.

Decimos que es la número cuatro de ocho –ver bibliografía abajo–, pero con esta son cinco las traducidas ya, puesto que la última de la serie, 1222 –ver lectura–, también se editó aquí hace muy poco, en concreto en el 2013, también en la colección de Roja & Negra. Pero como ya comentamos en su día, allí la protagonista Hanne Wilhelmsen ya no está en la policía, más aún, se encuentra en silla de ruedas, debido a los hechos ocurridos en Sannheten bortenfor, algo así como “Más allá de la verdad” –de la que, viendo como van las cosas, pronto tendremos traducción– y lo que sucede en la novela, en 1222, y por lo que se ve implicada Wilhelmsen, es por encontrarse en un momento y en un lugar inadecuados cuando ocurren los hechos.

Mas volviendo, o empezando, con En las fauces del león –novela escrita por Anne Holt en colaboración con Berit Reiss-Andersen, como luego también ocurrirá con Uten ekko, literalmente, “Sin eco”–, la protagonista, la subinspectora del Grupo de Homicidios de la comisaría de Oslo, Hanne Wilhelmsen en realidad no está en primer plano, ese lo va a ocupar su compañero Billy T., ya que se encuentra en una excedencia de un año y viviendo en Estados Unidos junto a su pareja, la doctora Cecilie Vibe. Y, por tanto, su implicación en los hechos vendrá provocada con el transcurrir de la novela por la trascendencia de los mismos.


Porque lo primero que nos encontramos nada más comenzar la novela es la muerte de la primera ministra noruega, Birgitte Volter, del partido laborista, en su despacho de gobierno, con un tiro en la cabeza con una pistola desaparecida pero de calibre pequeño. Eso ocurre concretamente el viernes, 4 de abril de 1997, en el gabinete de la primera ministra, a las 18:47 de la tarde. Y recalcamos esto porque la novela está sustentada precisamente en la precisión temporal y de lugar, pues todas las escenas se inician precisamente facilitando tal dato y cada capítulo corresponde a cada uno de los días que van pasando hasta que por fin se descubren los hechos, y se descubren de forma un tanto rocambolesca el día 25 de abril en una fiesta organizada por Billy T. y Håkon Sand en casa de éste con motivo del nacimiento del segundo hijo, en este caso una niña, de este fiscal –a pesar de que en la novela se le nombra como inspector, quizá por culpa de la nueva traductora–, que ahora ya vive en pareja con Karen Borg, y que es uno de los pocos amigos de Hanne.

Akersgata, Oslo,
donde se sitúan los edificios más importantes del gobierno noruego

La novela es un tanto compleja, como el asesinato de un primer ministro de cualquier país debe provocar. Y así esta novela se aleja un tanto de las anteriores no sólo porque Hanne no sea la protagonista principal, aunque luego aparezca, como hemos dicho, sino porque el entramado que provoca el posible magnicidio, con no sólo el Grupo de Homicidios implicado sino también los servicios secretos del país, los posibles sospechosos, que pueden ser desde grupos ultraderechistas hasta terroristas de algún tipo, o, incluso, personas cercanas al ámbito de la primera ministra, ya desde el punto de vista político, las intrigas políticas también están, ya desde el punto de vista más estrictamente personal, porque, además, a esto se añade que el asesinato se produce en un sitio cerrado donde se supone que nadie ha entrado y donde los posibles sospechosos de los que se encontraban cerca, la secretaria o el guardia de seguridad, al principio no cuadran que sean los culpables, sino simples testigos. Y, más aún, a eso se une un caso que se está empezando a investigar recientemente, incluso por la prensa, que atañe al ministerio de sanidad –ocupado por una ministra, Ruth-Dorthe Nordgarden, dibujada  como eminentemente incompetente, y adalid de las conspiraciones políticas–, un caso de más de treinta años atrás donde se produjo un considerable aumento de muertes de bebés por muerte súbita durante el transcurso de un año y que atañe de alguna forma a la propia primera ministra y a un juez, Benjamin Grinde, encargado de su investigación, y que precisamente es el último que ha visto con vida a la primera ministra y, además, era amigo personal de ella en los años en los que se produjeron las muertes de los bebés.

Como vemos, un caso complejo y una novela también distinta a las anteriores de la serie y en la que descubrimos un poco más de la vida de Billy T., el compañero de Wilhelmsen, porque va a ser él el elemento vertebrador del relato, es él uno de los encargados de investigar el caso de la primera ministra y de interrogar a los sospechosos, y él el que luego acoge a Hanne en su casa cuando ésta decide venir desde Estados Unidos porque no puede estar alejada de un caso tan importante y que atañe al propio país, aunque no pueda ejercer oficialmente al encontrarse fuera de servicio.

Pero dentro de los entresijos de esta novela de ritmo ágil pero con demasiados flecos, quizá, lo que de alguna forma la salva sea precisamente y a pesar del tinte un tanto lacrimógeno del final, sea, decimos, ese elemento personal y emotivo con el que se cierra la misma, ese elemento de culpa, una culpa llevada a cuestas durante mucho tiempo, demasiado tiempo y que al final por su propio peso es el motivo principal de todo el desarrollo posterior. Porque la culpa, el sentimiento de culpa, es el peor enemigo que nadie puede tener, y el que, sin más, siempre termina ganando.        






(1) 1993. Blind gudinne (La diosa ciega).
(2) 1994. Salige er de som tørster (Bienaventurados los sedientos).
(3) 1995. Demonens død (El hijo único). Lectura
(4) 1997. Løvens gap. (En las fauces del león). Lectura
(5) 1999. Død joker.
(6) 2000. Uten ekko. Escrita con Berit Reiss-Andersen.
(7) 2003. Sannheten bortenfor.
(8) 2007. 1222 (1222). Lectura

2006. Presidentens valg (Una mañana de mayo). [Pertenece a la serie de Inger Johanne Vik e Yngvar Stubø (ver lectura), pero aparece Hanne Wilhelmsen, ya retirada de la policía y en silla de ruedas, como amiga de Vik]