The
Galton Case (El caso Galton) quizá sea la novela bisagra, el momento decisivo
en la consagración de Ross Macdonald (1915-1983) –pseudónimo de Kenneth Millar–
como el tercero de los grandes dentro de la novela negra norteamericana. Allí,
a su lado, pero antes, y mejores o peores, y según qué crítico o crítica, están
Hammett y Chandler, claro, cómo no. Pero a lo mejor esa comparación pudiera
resultar un tanto desproporcionada si no tenemos en cuenta algo que singulariza
al propio Macdonald y a su detective Lew Archer: y es su recorrido, su largo
recorrido, algo que no tienen ninguno de los otros dos –aunque el Marlowe de
Chandler ya vaya por ese camino–. Archer siguió investigando después de El caso
Galton, que situamos en 1958 –en la cronología interna del personaje, en 1959,
fecha de publicación de la novela–, y siguió investigando durante casi veinte
años más –la última novela protagonizada por Archer es de 1976, The Blue Hammer
(El martillo azul), de la que se puede leer el comentario que ya hicimos
aquí–.
Justo
dos novelas antes se consagra también el pseudónimo, antes Ross Macdonald había
firmado como John Macdonald en The Moving Target (El blanco móvil) y como John
Ross Macdonald en las cuatro siguientes –ver bibliografía abajo– hasta The
Barbarous Coast (La costa bárbara), donde firma ya como firmará todas las demás
y como se le reconoce como uno de los grandes.
Y
decimos que El caso Galton es un antes y un después –con matices, claro– porque
el mismo Macdonald lo sitúa en realidad en The Doomsters (Los malignos) pues
hablando de esa novela él mismo desvela que es el inicio de la separación del
Marlowe chandleriano –ver lectura–, un detective, según Macdonald, de acción, mientras
que su Archer, que hasta ahora había seguido los mismos derroteros que Marlowe
–y que habían empezado con el agente de La Continental (ver lectura) y con Sam
Spade de Hammett–, se va convirtiendo en un personaje más de reflexión, más
reposado, en realidad, o en sus propias palabras: en un personaje “de
interrogación”. Es decir, su búsqueda de la verdad tiene que ver menos con la
lucha a base de golpes como con la discusión a base de preguntas, preguntas
incómodas, eso sí, las más de las veces, que incluso llevan a un cierto grado
de violencia, física y no física, pero que nos sitúa en otra perspectiva, y que
sitúan a Lew Archer en otro lugar, en un lugar que se zambulle menos en el
presente del conflicto como en el pasado que lo ocasiona.
Y El
caso Galton es paradigmático en este sentido, como luego lo serán también otras
como The Zebra-Striped Hearse (El coche fúnebre pintado a rayas), una de las
mejores de la serie, o las ya comentadas en mi lectura anterior de El martillo azul. Así en
El coche fúnebre pintado a rayas es el coronel Blackwell el que contrata los
servicios de Archer para investigar el pasado del novio de su hija Harriet, el
pintor Burke Damis, un pasado en el que van apareciendo personajes vivos y
muertos y que se van colocando poco a poco en su lugar dentro de la historia a
medida que Archer interroga. Lo que nos encontramos en esta novela y lo que nos
hemos encontrado en otras como Los malignos o posteriormente The Chill (El
escalofrío) es un conflicto familiar que ya viene de lejos pero que se muestra
en el presente. Porque –y seguimos hablando de El coche fúnebre pintado de
rayas– la raíz del comportamiento de Harriet, de huida de la familia para
zambullirse en una relación con un personaje que tiende al ocultamiento, viene
propiciada por los anteriores acontecimientos protagonizados por su propio
padre y que sólo al final salen a la luz. El conflicto psicológico que aparece
constantemente en las novelas de Macdonald siempre es resultado de hechos
conflictivos que lo desencadenan y por eso las novelas de este autor están
plagadas de personajes con tales conflictos, recordemos la mujer de Simon
Graff, Gabrielle, en La costa bárbara o a Carl Hallman, huido de un hospital
psiquiátrico con un diagnóstico maniaco depresivo, en Los malignos, aunque en
este caso quizá la que tenga mayor estrés psicológico sea su mujer Mildred.
Lew Archer no sólo se mueve por todo el Estado de California en sus novelas, sino que también se desplaza a otras zonas como Ontario (Canada), como en ésta. |
Pero
acercándonos a El caso Galton nuevamente aparece un personaje desequilibrado,
la mujer –Alicia– del abogado que contrata a Archer, el señor Sable, para que se ocupe
de buscar al hijo desparecido hace veinte años de su cliente, la acaudalada
Señora Galton. Porque la búsqueda de los hechos pasados desemboca y provoca hechos
en el presente, como la muerte de Pete Culligan a manos de no se sabe muy bien
quién, si del presunto impostor John Brown, que puede ser el nieto de la señora
Galton e hijo del desaparecido Anthony Galton, o bien de la autoinculpada
Alicia Sable, ingresada por propia voluntad en el sanatorio del doctor Howell,
precisamente el padre de Sheila, la reciente enamorada del recién llegado John
Brown o John Galton.
Resumiendo
en las novelas de Macdonald no pueden dejar de aparecer tres elementos
imprescindibles: el conflicto psicológico o, incluso, mejor, el desequilibrio
psíquico, que en muchos de los casos afecta a los mismos asesinos, pero en
otros sirve para una inculpación falsa; la recuperación del pasado para
desvelar el presente en una huida hacia atrás que en realidad es una huida
hacia delante; y, por último, el entorno familiar dentro de unas familias
desestructuradas en la mayoría de las ocasiones, ya por desapariciones pasadas,
como en esta novela, ya por muertes sospechosas o accidentales, ya por
conflictos padre-hijo (Los malignos) o padre-hija (El caso Galton y El coche
fúnebre pintado a rayas) o madre-hijo (El escalofrío), para centrarnos sólo en
las escritas en este periodo de finales de los cincuenta y principios de los
sesenta, precisamente el momento de la consagración de Macdonald –recordemos
que en 1966 se estrena la película Harper protagonizada por Paul Newman y que
está basada en El blanco móvil, la primera novela de la
serie de Lew Archer–.
Bienvenida
pues esta nueva edición de El caso Galton y esta recuperación y actualización
de traducciones que está haciendo La serie negra de RBA –ya llevan diez de las
dieciocho que componen la serie (ver abajo)– y que de alguna forma nos
trasladan al pasado de las ediciones del Libro amigo de Bruguera, de Alianza,
de Alianza Emecé, de Martínez Roca, de Planeta o de Alfa, y que, como ya dije
en mi anterior lectura de El martillo azul: toda lectura de Macdonald es una
relectura.
(1) 1949. The Moving Target. (El blanco móvil)
(2) 1950. The Drowning Pool. (La piscina de los ahogados)
(3) 1951.
The Way Some People Die. (La forma en que algunos mueren)
(4) 1952.
The Ivory Grin. (La mueca del marfil o La sonrisa de marfil)
(5) 1954.
Find a Victim. (En busca de una víctima)
(6) 1956. The Barbarous Coast. (La costa bárbara)
(7) 1958. The Doomsters. (Los maléficos o Los malignos)
(8) 1959. The Galton Case. (El caso Galton) Lectura
(9) 1961. The Wycherly Woman. (La Wycherly)
(10) 1962. The Zebra-Striped Hearse. (El coche fúnebre pintado a
rayas)
(11)1964. The Chill. (El escalofrío)
(13) 1966. Black Money. (Dinero negro)
(14) 1968. The Instant Enemy. (El enemigo insólito)
(15) 1969.
The Goodbye Look. (La mirada del adiós)
(16) 1971.
The Underground Man. (El hombre enterrado)
(17) 1973. Sleeping Beauty. (La bella durmiente)
(18) 1976. The Blue Hammer. (El martillo azul) Lectura
2007.
The Archer Files. (El expediente Archer) [recopilación de todos los relatos (y
algunas obras inconclusas) donde aparece Lew Archer. Relatos:
“En busca de la mujer” (1946)
“La mujer barbuda” (1948)
“Extraños en la ciudad” (2001)
“Chica desaparecida” (1953)
“La siniestra costumbre” (1953)
“El suicidio” (1953)
“Rubia culpable” (1954)
“Empresa inútil” (1954)
“El hombre enfadado” (2001)
“Azul medianoche” (1960)
“Perro dormido” (1965).]