El primer título de esta serie de Craig Russell –que ya conocíamos de su Serie del HauptKommissar Fabel (ver lectura)– precisamente se titula Lennox. Es como si Raymond Chandler hubiese titulado El
sueño eterno como Marlowe o Ross Macdonald hubiese llamado Archer a El blanco móvil,
o aquí en España que Tatuaje se hubiese titulado Carvalho o Romano Un beso de
amigo. La diferencia estriba en que todos los citados no eran conscientes –o no
lo eran del todo– de que estaban empezando una serie mientras que Craig Russell
lo es absolutamente. Y no sólo sabe que en este género de la novela negra
–porque esto es novela negra de la buena– el personaje principal es el que
sostiene la trama y que todo depende de cómo lo dibujas, sino que se conoce
pormenorizadamente todos, absolutamente todos los trucos, todos los elementos y
todos los entresijos para hacerlo bien o muy bien. Sabe que necesita la Glasgow
de los años cincuenta, una Glasgow de posguerra, sucia por fuera como el Clyde
y sucia o negra por dentro, como los otros personajes que van apareciendo en la
serie; sabe, al hilo de esto, que necesita a los Tres Reyes: Sneddon
–protestante–, dueño del sur de la ciudad, Martillo Murphy –católico–, de la
parte occidental y el guapo o apuesto Cohen –judío–, de la oriental; que también
necesita rubias o, sin ser rubias, bellezas que te atrapen los ojos y que no
puedas dejar de mirarlas y de desearlas, Lillian Andrews o Helena Garsons en
esta primera novela o Sheila Gainsborough o Lorna MacPharlen en la segunda, The
Long Glasgow Kiss (El beso de Glasgow), o las gemelas Isa y Violet Strachan o
Leonora Bryson en la tercera, The Deep Dark Sleep (El sueño oscuro y profundo)
–hasta ahora sólo se han traducido las tres primeras novelas de las cuatro que
componen la serie–, ya sean malas o buenas, inocentes o débiles, manipuladoras
o frías. Pero a la vez, como contrapunto, haya algo que no sea bajo, algún
asidero, mínimo, apenas visible, que le permita visualizar al personaje, a
Lennox, una vida distinta de esta que lleva, y eso se lo da su casera Fiona
White y la evolución del trato cada vez menos distante e incluso más íntimo
que van teniendo a lo largo de las novelas.
Es decir, Craig Russell sabe lo que hace, sabe lo que
hace porque sabe perfectamente cómo crear unas tramas perfectas en una
atmósfera, la de Glasgow, ya mencionada, pero sin ser tan concreto, una
atmósfera propia de novela negra, una atmósfera de violencia, extrema si es
necesario, de intriga, de personajes bien trazados, perfectos en su sentido
radical, y que no son estereotipos sino que evolucionan como evoluciona
cualquier ser humano, pero sin menoscabo de su característica principal, como
Sneddon y su pretensión de darle a su parte del imperio un carácter de
legalidad que incluso parece que llega a suavizarle el carácter a medida que
pasamos de una novela a otra; decíamos, una atmósfera, donde los propios
matones, como Deditos McBride, capaz de cortarte los dedos de los pies con unos
alicates y lector del Reader’s Diggest, tienen también su corazoncito; una
atmósfera que se crea no sólo a través de las descripciones sino en los propios
diálogos, porque esa ironía, que descubrimos tan marcada en Marlowe, aquí
también está y se ve acompañada de cierto sarcasmo e incluso de un cierto humor
negro, como la atmósfera, porque la narración a través de
la primera persona de Lennox nos lleva a donde él quiere y nos puede manejar a
su antojo, incluso haciendo que nos desternillemos de risa –cosa que quizá
no es tan habitual–, doy un pequeño ejemplo que aparece en la primera novela al
inicio del capítulo veinticinco: “Durante los dos o tres días siguientes traté
de pasar más desapercibido que un prepucio en una convención de rabinos”.
Gordon Street, cerca de la Estación Central, donde tiene la oficina Lennox |
El sueño oscuro y profundo es la tercera de las cuatro
novelas que hasta ahora completan la serie –ver bibliografía– y estamos a la
espera que nos llegue la cuarta, Dead Man
and Broken Hearts. Como ya ocurría en las dos previas no hay una
sola trama sino que en todas ellas los casos que en un principio parecían dos
líneas paralelas terminan siendo tangentes y acaban entremezclándose. Aquí la
aparición de un cuerpo en el río Clyde y su posterior identificación como el
posible cadáver de Joe Gentleman Strachan, uno de los primeros jefes del hampa
glasgowiana y autor del mayor robo que se conoce, las cincuenta mil libras de
aquella época que robó de la Exposición Imperio en 1938, provoca un cierto
cataclismo en la actualidad, 1955, en el mundo policial de la ciudad y se
entrelaza al final, como decíamos, con el caso que está llevando Lennox de las
fotos comprometidas realizadas a un actor norteamericano, John Macready que se
encuentra rodando una película en Glasgow, pero que tiene ciertas inclinaciones
homosexuales que provocan un chantaje que Lennox tiene que resolver. De la
misma forma en El beso de Glasgow el asesinato del corredor de apuestas
calderilla MacPharlen justo el día que Lennox se está beneficiando a Lorna, su
hija, se entremezclará con el caso de la desaparición del hermano de la
bellísima Sheila Gainsborough que acude a Lennox para encontrarlo y al final
una trama, por un lado que tenía que ver con el apaño de combates de boxeo como
el del campeón escocés Bobby Kirkcaldy se termina enredando en un asunto de
tráfico de drogas. Y, acabando, también en la primera novela el caso en el que
está trabajando Lennox que era la búsqueda de la mujer de John Andrews,
Lillian, dueño de una empresa de importación y exportación, se termina
entremezclando con un asunto mucho más sórdido, primero con el asesinato de un
jefecillo de baja estopa de los bajos fondos, Tam McGahern, que luego se
descubre que está metido en un negocio de mucho mayor alcance de lo que él y
su hermano Franckie están acostumbrados, un negocio que tendrá que ver con el
tráfico de armas hacia el Oriente Medio y que implicará indirectamente a los
Tres Reyes del hampa de Glasgow.
Como vemos, tramas complejas llevadas a través de la voz
de un Lennox, de origen canadiense, de familia adinerada, pero que ha combatido
en la segunda guerra mundial, lo que ha provocado su permanencia en Glasgow,
porque los horrores vividos en esa experiencia han transformado a ese muchacho
de cierta cuna en un detective privado con problemas para controlar su
agresividad e incluso su sentido moral. Es decir, nos encontramos con un hombre
en cierto modo perdido en una ciudad a su vez de alguna forma también perdida.
Y esa búsqueda de algo que lo saque de allí se convierte en búsquedas, en
investigaciones que le van surgiendo y que provocan en él una necesidad de
encontrar lo que posiblemente no debería encontrar pero que está ahí, ahí
mismo, tan dentro de nosotros, tan entremezclado en nosotros mismos, que forma
parte indisoluble de nuestro ser. Y eso que busca y que encuentra es como no
podía ser menos la maldad que llevamos inoculada, que nos conforma, y esa maldad se
transforma en la mayoría de los casos en violencia y esa violencia se
convierte en crueldad. Y eso es lo que Lennox quiere olvidar de su pasado de
combatiente, pero es lo que conforma la ciudad de Glasgow y lo que conforma a buena
parte de los habitantes de la misma, entre ellos el propio Lennox. Y el final
de El sueño oscuro y profundo es un buen ejemplo de lo que estamos hablando.
(1) 2009. Lennox (Lennox).
(2) 2010. The Long Glasgow Kiss (El beso de Glasgow).
(3) 2011. The Deep Dark Sleep (El sueño oscuro y profundo). Lectura
(4) 2012. Dead Man and Broken Hearts.