Mario
Conde es un triste recordador. Así más o menos lo describe su amigo el Flaco
Carlos, que ya no es flaco, sino un gordo enclaustrado en una silla de ruedas,
pero amigo, el más amigo entre los otros amigos. Porque si algo salva a Mario
Conde y le hace ser como es son sus amigos. En todas las novelas de la serie
las conversaciones, los encuentros y las ayudas de sus amigos, junto a las
borracheras, las evocaciones, las nostalgias y las rememoraciones están
presentes. El Flaco Carlos, ya mencionado, el Conejo, Candito el Rojo, Andrés
–que emigrará a Miami en Paisaje de Otoño–, a los que se unirá Yoyi el Palomo
ya en La neblina de ayer y en esta última Herejes.
Hablando
de Herejes, publicada este mismo año, nos asalta la duda de si incluirla en la
serie. Sale Mario Conde y tiene cierta investigación policial en la tercera
parte, pero…
En
realidad son las cuatro primeras, llamadas "Las cuatro estaciones", las que
presentan todas las características del género. Aquí Mario Conde es un teniente
investigador de la policía, le ayuda el sargento Manolo y en las cuatro hay un
caso por resolver. En la primera, Pasado perfecto –invierno–, será la
desaparición de Rafael Morín, ex compañero de Mario y los otros en el Pre de La
Víbora, casado con Tamara, el amor imposible de Conde, también del Pre, y jefe
de la Empresa de Importaciones y Exportaciones del Ministerio de Industrias
cubano. Y lo que parece es lo que es, la ambición y la codicia, son elementos
que se dan en cualquier lado y si además se junta con la pobreza cubana en un
régimen que se descompone a pesar de todo –o que siempre ha estado
descompuesto–, entonces tenemos lo que buscamos. En Vientos de cuaresma –primavera–
será la muerte de una maestra de ese mismo Pre donde en su día estudiaron el
Conde y sus amigos, pero esta vez bajamos del mundo de arriba al de abajo, al
mundo de las drogas y de los bajos fondos. Volvemos a subir para encontrarnos
lo mismo en Máscaras –verano– y nos metemos en el ambiente de la homosexualidad
en Cuba con la muerte del hijo de un diplomático, Alexis Arayán. Y en Paisaje
de otoño será un emigrado, Miguel Forcade, dejado volver a la isla por la enfermedad
de su padre, pero emigrado debido a su anterior cargo oficial al frente de las
expropiaciones de bienes culturales tras la Revolución. Nuevamente la ambición
y la codicia y las ganas de salir de un ambiente de penuria, pero rico o con
algo, un Matisse, que le pueda ayudar a tal fin, aunque su muerte
tangencialmente quizá no tenga que ver con ello.
La cola de serpiente, sin ser de "Las cuatro estaciones", se circunscribe en el mismo año, a finales de la primavera, y ocurre cuando Mario Conde todavía es policía. Ahora es un caso que ocurre en el barrio chino de La Habana, la muerte de Pedro Cuang, que tiene que ver con el padre de una compañera policía de el Conde, Patricia Chion, y nos sumerge en un ámbito distinto, el de los inmigrantes chinos en La Habana y su integración en ésta.
En
cambio en Adiós, Hemingway y La neblina de ayer, el Conde ha dejado de ser
policía, su despido voluntario sucedió en Paisaje de otoño y ahora es –llamémoslo así– un buscador de libros antiguos, aunque en Adiós, Hemingway aún no esté
desarrollado del todo. Lo que tienen en común ambas es el elemento de recuerdo
de un misterio que ocurrió en el pasado. En el caso de la primera de las dos,
es un posible asesinato de un agente del FBI ocurrido en la casa donde
Hemingway vivía en La Habana. Aquí es Manuel Palaciós, ya teniente, el que de
alguna forma rescata a Mario Conde para que le ayude con las pesquisas. En
cambio en La neblina de ayer será Mario Conde el que necesite del policía para
investigar algo que tuvo que ver en cierto modo con su padre, la desaparición
de una cantante de boleros, Violeta del Río, que se mezcla con un asesinato, el
de Dionisio Ferrero, propietario junto a su hermana de una majestuosa biblioteca que quiere poner
en venta. Mientras en Adiós, Hemingway el misterio venía
exclusivamente del pasado con los recuerdos de Rufino el viejo, su abuelo,
asaltándole, en La neblina de ayer hay un caso que provoca la evocación de La
Habana de los cabarets de los años 50 y 60 y otro que ocurre en la pobreza de
la actualidad, donde la desesperación por comer provoca negocios que en otro
momento no ocurrirían. Aunque ambas muertes sean más producto de hechos pasados
que presentes.
Cabeza de Cristo, hecha en vida Rembrandt |
Herejes
es una novela compleja, a veces demasiado prolija, que puede ser catalogada de histórica, política, policiaca pero que
tiene a Mario Conde –excepto en el Libro de Elías– como el elemento vertebrador
que afinca su contenido a la tristeza del cubano y a la alegría del cubano.
Porque Mario Conde siempre nos lleva a esos dos extremos: a la nostalgia del
triste recordador, que a la vez es una forma de evadirse del triste presente
para acercarnos a la alegría de lo pasado porque allí, a pesar de los crímenes,
que los hay, nos sentimos de alguna forma seguros y, sobre todo, más libres
porque todavía no ha empezado lo peor, que es darnos cuenta de lo que somos y
en donde estamos y cómo de lejos queda lo que en algún momento pretendimos ser. Y
eso da igual que sea en Cuba o en cualquier otra parte del planeta.
1991.
Pasado perfecto. ["Las cuatro estaciones". Invierto, 1989]
1994.
Vientos de cuaresma. ["Las cuatro estaciones". Primavera, 1989]
1997.
Máscaras. ["Las cuatro estaciones". Verano, 1989]
1998.
Paisaje de otoño. ["Las cuatro estaciones". Otoño, 1989]
2001. La cola de la serpiente (reescrita en 2011). [Primavera, 1989]
2001.
Adiós, Hemigway. [Verano, 1997]
2005. La neblina de ayer. [Verano, 2003]
2013. Herejes. [Septiembre,
2007] Lectura
Compañero, una completa y excelente entrada. A Padura y su Mario Conde les tengo en pendientes. Pronto me meteré con ellos. Un abrazo.
ResponderEliminarRecién vista y admirada la serie TV y buscando la secuencia de los libros. Su recensión me es muy útil. Gracias
ResponderEliminarExcelente la tetralogía y buenísima la versión de Viscarret en Cuatro Estaciones
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