No son series de televisión, aunque permiten una secuencia. No son series de televisión policíacas, aunque pueden ser la raíz y son policíacas. No son asesinos en serie, aunque los hay. Son series de detectives o investigadores: Marlowe, Rebus, Conde, Beck, el agente de la Continental, Bosch, Morck, Jaritos, Romano, Grens, Grave Jones y Coffin Johnson, Sejer, Bevilacqua, Wilhelmsen, Adamsberg, Erlendur... Y se sitúan en cualquier lugar, son de cualquier lugar: la muerte está en todas partes.

miércoles, 31 de diciembre de 2014

Ofrenda a la tormenta, de Dolores REDONDO




Bien. Ya tenemos el cierre de la trilogía que se sitúa en el valle del Baztán. Ya tenemos la última novela de la misma, Ofrenda a la tormenta –aunque por lo que parece no va a ser la última novela de la protagonista, la inspectora jefe Amaia Salazar, el cierre de la novela nos da pie a pensar en que habrá una siguiente y que posiblemente nos traslademos a Estados Unidos junto al agente del FBI, Aloisius Dupree, pero eso es otra historia–. En apenas dos años han salido de la nada o, mejor dicho, de la cabeza de Dolores Redondo, tres novelas a un ritmo trepidante o al menos a un gran ritmo.

Como el que presenta esta novela y en general la serie. El ritmo es capital en determinadas novelas de intriga o, llamémoslos, thrillers, y en este caso, en esta última novela en particular, el ritmo es casi perfecto, lleva al lector con una gran intensidad, suministrándole los datos de una forma sostenida y desvelándole poco a poco, pero con gran precisión los elementos que van rellenando los huecos, las piezas del puzzle, hasta completar el cuadro perfectamente. Pero quizá ese ritmo de escritura –y también de edición– se debe de acompañar de alguna que otra revisión más, ya que no puede ser que el padre de la niña fallecida y su presunto asesino, Valentín Esparza, sea apuñalado por un compañero de celda cuando ya está en prisión y muera, como nos informan en la página 179, y poco después a partir de la página 314 se sostenga que se ha suicidado. Y eso no puede ocurrir por la sencilla razón de que además no es un caso lateral, sino precisamente el inicio de todo lo que viene después, la novela empieza precisamente con la descripción del asesinato de esa niña. Ya, ya nos damos cuenta de que eso sólo es una excusa para enlazar o, mejor, iniciar todo el entramado de los asesinatos en serie de niñas casi recién nacidas que es el meollo de toda la novela, pero, por favor, que es precisamente eso, el principio.

En fin, no nos detengamos en los problemas. Porque como hemos dicho al principio, la novela no decae, nos atrapa bien, nos lleva bien. Siempre, claro, que ya hayamos entrado en la trilogía a través de las otras dos de la serie, porque como no puede ser de otra forma en una trilogía, la última es como el cierra de las otras también –aunque sí, se puedan leer independientemente–, además, en este caso, se quedaron muchas cosas pendientes que provenían de Legado en los huesos como para no necesitar de una continuación y de un fin, que es lo que se da en Ofrenda a la tormenta.

Recordemos, en El guardián invisible el culpable era el Basajaun mientras que en Legado en los huesos era el Tarttalo –ver la lectura de ambas novelas que ya hemos realizado– y aquí los asesinatos de esas niñas que se han ido produciendo a lo largo de los últimos veinte o treinta años se achaca a Inguma, otro ser mitológico, que necesita del último aliento de niñas apenas nacidas como ofrenda para que las cosas les vayan bien o muy bien a los que creen en él. Y entre los que creen en él está o estaba la madre de Amaia, que se da por desaparecida al cierre de la anterior novela, pero que en la mente de la inspectora sigue estando ahí y es lo que la lleva a insistir y a buscar con más ahínco entre ese entramado que se ha ido creando que mezcla lo mitológico de una cultura apenas conocida, la vasca, y los asesinatos de niñas, sean o no envueltos y disimulados bajo la apariencia de la muerte súbita del bebé, un nombre que sirve para nombrar un hecho que en sí mismo no tiene ninguna explicación científica.

Nuevamente nos encontramos con los conflictos familiares entre las mujeres de la familia de Amaia, entre Ros, que sigue llevando el obrador familiar, y que fue tan protagonista en la primera de las novelas, puesto que ahí se cocinaba el txantxigorri, y Flora, que regresa a Elizondo para hacer el funeral de su madre y que no puede dejar de intentar dominar como siempre lo ha hecho. Pero también están los conflictos en la comisaría, aunque en este caso sea con el jefe Iriarte por el carácter un tanto individua(lista) de la inspectora, a lo que se une lo que pasa con el mejor compañero de Amaia, Jonan. Y, por último, aquí está también el coqueteo constante que se trae con el juez Markina, que se verá entremezclado con los problemas de pareja que empieza a tener con su marido, el escultor americano, James. Pero es este último conflicto, el de la atracción mutua entre el juez y Amaia, el quid de todo el desenlace de la novela y que, desgraciadamente para la misma, es, quizá, demasiado evidente desde casi el inicio de la misma.

Resumiendo, el escaparate sigue siendo perfecto, el valle del Baztán da mucho juego porque se entremezcla con esa mitología y esa lengua vasca tan desconocida fuera de allí. Las tramas y el ritmo de las novelas está muy bien conseguido, te va llevando con una gran sutileza y sin que te des cuenta lees las páginas sin darte cuenta, pero sigue habiendo algunos elementos… Que nos hacen poner siempre unos puntos suspensivos detrás como diciendo si no se podría haber evitado eso, si no hay algunas cosas que deberían haber estado mejor pensadas, mejor elaboradas, mejor entramadas, si esto es un problema de escritura o de estructura o es un problema de dar a los lectores algo demasiado fácil, demasiado obvio, como creyendo que éstos, los lectores de novela policiaca, no necesitan de nada más que de unas extrañas muertes, salpicadas de un poco de mitología, que casa muy bien con un entorno idílico y bello, y una inspectora héroe o, mejor dicho, heroína, y ya está.

Hondarribia, donde desemboca el río Bidasoa o, como se llama en Navarra, el río Batzán, lugar de desenlace de la novela

Y ya está, eso es lo que tenemos. 

Y la pregunta es, ¿nos conformamos?
    





(3) 2014. Ofrenda a la tormenta. Lectura

5 comentarios:

  1. "No me conformo, no, me desespero". Mientras hay por ahí novela negra española bastante más contundente, thrillers potentes, inspectoras bastante menos cursis, todo el mundo se baba con el chic lit foral...cosas del marketing.

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    1. Anónimo, aquí podrás encontrar alivio a tu desesperación: basta con llegar al enlace final de https://lanovelaantihistorica.wordpress.com/2015/06/20/en-lo-profundo-del-valle-una-resena-de-ofrenda-a-la-tormenta-de-dolores-redondo/ para conocer allí la historia inquietante de "Alcolea", una novela negra ambientada en el País Vasco de 1876, en el último año de la tercera guerra carlista...

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  2. Anoche concluí la trilogía, interesante.

    Un saludos

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  3. Quienes no os conformáis con la Trilogía ni con su final, tenéis una cita aquí : https://lanovelaantihistorica.wordpress.com/2015/06/20/en-lo-profundo-del-valle-una-resena-de-ofrenda-a-la-tormenta-de-dolores-redondo/ Allí, al final, tenéis otro enlace que os llevará a conocer la historia inquietante de "Alcolea", una novela negra ambientada en el País Vasco de 1876, en el último año de la tercera guerra carlista...

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  4. Yo no me he conformado. En efecto, mucha baba sobre el tema, a raudales. Opté por leerme la que recomendaban en este comentario, "Alcolea". No hay color. Lo de la Trilogía es marketing, lo de "Alcolea" pura novela negra, holmesiana. Una gozada, pero claro, mientras tengan por ahí una legión de babosos y babosas diciendo lo buena que es la Trilogía del Baztán sólo porque la editorial les ha regalado el libro para sus patéticos blogs así nos lucirá el pelo.
    ¡Si Dashiell levantará la cabeza!...

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