A veces
cuando menos te lo esperas algo te conmueve. Hay una escena poco antes de
acabar, cuando todo está a punto de culminar, cuando todo pasa muy deprisa,
cuando el miedo o la angustia o la aceleración propia del final de una novela
policiaca te está llevando, en la que el tiempo de alguna forma se detiene y te
detiene, te suspende, y en este caso no es por algo trepidante o espectacular
o, incluso, espeluznante; no, sino que es algo que te destroza, que te chilla,
que te paraliza y llora. Es la escena en la que Rebecka, mientras huye del
peligro, se queda de rodillas en el bosque, en la nieve, coge con una mano, para
sujetarla, la correa de Vera, la perra que adoptó en la novela anterior, que
tiene, como siempre, una oreja levantada, y con la otra mano agarra un tronco,
un tronco grueso… y hay algo que se te rompe dentro, que te desgarra.
Sacrificio
a Mólek o Till offer at Molok en el sueco original es la quinta novela de la ahora
fiscal del distrito de Kiruna Rebecka Martinsson. Y como en las anteriores Asa
Larsson alterna lo propio e imprescindible de su escritura con lo que le sobra,
con lo que la aumenta y la rebaja; por un lado lo que hace identificarse
especialmente con ella y por el otro lo que nos aleja, que se puede identificar
especialmente con lo lejano, no sólo del lugar, sino también del tiempo.
Intentaremos aclararlo. En todas las novelas desde Solstorm (Aurora boreal) de Rebecka Martinsson hay dos elementos que resultan identificatorios: Kiruna, la región de la Laponia sueca donde se desarrollan los acontecimientos, su soledad, su ambiente nevado, el frío; y la soledad y la inclemencia, la indefensión y desvalimiento de la protagonista. Ambas cosas de alguna forma están conjugadas, se necesitan, se complementan. Por eso, parece, que Rebecka vuelve en Aurora Boreal de Estocolmo, de ese prestigioso bufete de abogados donde trabaja, y por eso, parece, que desde la segunda, Det blod som spillts (Sangre derramada), permanece en su tierra, en la casa de su abuela en el pueblo de Kurravaara, donde se fue a vivir de niña cuando su madre abandonó a su padre y se trasladaron allí. Es como si la región tuviese una fuerza interior, un fuego, un calor, a pesar del frío, de la nieve, de la inclemencia, que la hace permanecer, que la da sujeción, que la permite agarrarse.
Pero
mientras estas dos primeras novelas no sólo se ambientan en la zona de Kiruna
sino también en sus historias, en este caso en sus historias religiosas, ambas
están envueltas en crímenes contra pastores o religiosos establecidos allí, en
las tres siguientes parece que necesitaba introducir elementos de novela
histórica, relatos, historias alejadas de ese lugar o bien de ese tiempo, es
decir, en Svart stig (La senda oscura) hay una historia de poder, de dinero, de
empresas, de altibajos de la bolsa, en fin, de elementos tan alejados y, sobre
todo, tan mal tratados, tan fuera de lugar, aunque la trama no se pueda
desarrollar sin ellos, que la convierte, a esta novela, en la peor de todas con
diferencia. No es sólo que Kiruna sea simplemente un mero pretexto, simplemente
por ser donde se ha producido el asesinato, sino que todo lo que sucede, ya sea
en Estocolmo o en África, como toda la historia de los personajes, Mauri Kallis
a la cabeza, se nota que está metido como a presión, como con un calzador en un zapato demasiado estrecho. Es
decir, nos hemos salido de Kiruna y nos hemos llevado fuera a sus personajes
principales, como los policías Anna-María Mella y Sven-Erik Stalnacke, que ya
no parecen los mismos, están como fuera de contexto y así actúan.
Mientras
en la cuarta, Till dess din vrede upphör (Cuando pase tu ira), el elemento
intruso es el nazismo y la segunda guerra mundial, que sirve de alguna forma de
excusa para encontrar el motivo del asesinato en el presente, debajo del hielo, de
un par de jóvenes de la localidad. Todo lo que tiene que ver con esa historia
pretérita nos deja fríos, siendo, en realidad, esta novela la mejor de las
cinco, precisamente porque este elemento queda bastante poco desarrollado.
Y lo
mismo nos encontramos con la última, esa historia en los inicios de Kiruna,
cuando se creó, allá por la época de la primera guerra mundial, y que provoca
que unas acciones de una empresa canadiense reaparezcan ahora para ocasionar el móvil que
produzca el asesinato de Sol-Britt Uusitalo y los intentos de matar a su nieto
Marcus, eso, esa historia paralela de los amores de una profesora veinteañera y
un gerente de una empresa, de una mina, que daba trabajo a toda la localidad
allá en aquella época y su tragedia posterior, eso, como digo, nos aleja
propiamente de lo que nos interesa, tanto en los argumentos como en los
ambientes, porque nos lleva a sitios y a tiempos en los que no queremos estar,
porque lo que demandamos, lo que necesitamos de Asa Larsson sólo lo podemos
encontrar en esa Kiruna continuamente nevada y en esa Rebecka continuamente
desamparada.
Y como
tal, y a pesar de su vecino Sivving, que le da compañía, a pesar de sus cada
vez mejores relaciones con Anna-Maria o Sven-Erik, y, sobre todo con Krister
Eriksson, ese policía de la cara quemada, sin orejas, es decir, otro solitario
que sólo se siente bien entre perros; ese desamparo de Rebecka provoca siempre
que en el final de las novelas –excepción hecha de la tercera– todo lo malo le
suceda a ella, en la primera para defender a dos niñas se carga a tres
personas, en la segunda es atacada por el asesino que después se suicida y antes mata a
su hijo retrasado, en la cuarta tiene que romper el hielo del lago donde está
sumergida tras haber caído para no morir ahogada y, en esta última, la atacan, la amordazan y
cuando intenta escapar tiene que hacer algo, como describimos al principio del
comentario, que de nuevo la destroza, ya no sólo por fuera –siempre acaba
demacrada–, sino también por dentro.
2003. Solstorm. (Aurora boreal)
2004. Det blod som spillts. (Sangre derramada)
2006.
Svart stig. (La senda oscura)
2008.
Till dess din vrede upphör. (Cuando pase tu ira)
2012. Till offer at
Molok. (Sacrificio a Mólek) Lectura
No continua los libros de la fiscal Rebecka Martinsson?
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