La
segunda novela de la serie del inspector Leo Caldas es esta de A praia dos
afogados (La playa de los ahogados), publicada en el 2009, posterior en tres
años –ver bibliografía abajo– a su primera novela Ollos de auga (Ojos de agua)
en su lengua original y publicadas en gallego por la editorial Galaxia y en
español por Siruela. Sigue sin aparecer Cruces de pedra (Cruces de piedra) anunciada
ya para el 2012 pero sin publicar todavía y sin noticias de su futura
publicación. Nos centraremos, pues, en las dos ya aparecidas y que por sí
mismas han propiciado esa ansia de algunos lectores por acceder a la nueva.
Dos son
los policías protagonistas de esta serie, el ya mencionado Leo Caldas y su
compañero Rafael Estévez, aunque con distinto grado de protagonismo, el primero
lleva el peso de los casos y el segundo únicamente sirve de contrapunto; el
primero es gallego y el segundo, aragonés, y en ambos la procedencia marca su
idiosincrasia. Mientras uno, el aragonés de Zaragoza, tiende a ser directo,
pase lo que pase –incluso si hay violencia de por medio–, el otro, como buen
gallego –de la misma tierra donde se desarrollan los casos–, prefiere dar
vueltas a las cosas y responder a una pregunta con otra pregunta, aunque la
respuesta sea evidente. Y el medio, cómo no, está de parte del gallego, porque
los otros compañeros, el forense Guzmán Barrio o la experta de la UIDC, Clara
Barcia, o los testigos o sospechosos que van saliendo en cada caso también lo
son, mientras que el aragonés parece un pez fuera de su pecera.
Dos
también, como decimos, son las novelas. En la primera el caso se desarrolla en
la ciudad de Vigo, en concreto el muerto, Luis Reigosa, un saxofonista homosexual con unos ojos que describe perfectamente el título de la novela, es
encontrado en su piso de la torre de Toralla, en la isla del mismo nombre, y
toda la trama se desarrolla en la ciudad pontevedresa. En cambio, la segunda
novela se expande a dos pueblos pescadores gallegos, Panxón, al sur de Vigo,
que es donde aparece el cadáver ahogado de el Rubio, Justo Castelo, y,
avanzando la novela, Aguiño, en cuyas cercanías se había hundido diez años
antes el Xurelo, pequeño barco de
pesca, que se fue a pique en una noche de tormenta y que se llevó con él a su
patrón, el capitán Sousa, pero del que se salvaron sus otros tres tripulantes,
entre ellos Castelo.
Pero
¿qué cambia –aparte del traslado del paisaje, de una ciudad a un pueblo
pesquero– de una a otra? o, mejor, ¿qué evoluciona? o ¿cómo evolucionan los
protagonistas y las tramas?
En Ojos
de agua la intriga está en el presente y tiene que ver con relaciones de pareja
donde prima la mentira, ya dijimos que el muerto era homosexual, si bien el
motivo de su muerte no está en su orientación sexual sino en una cierta
venganza que proviene del engaño y la mentira y de un statu quo que se
pretende mantener. Los elementos intervinientes se sitúan en ciertas altas
esferas de la sociedad viguesa, tanto económicas como de prestigio.
En La
playa de los ahogados el misterio del presente, la muerte que en principio
parece un suicidio de Justo Castelo, desvía su mirada hacia el pasado, hacia lo
que ocurrió hace diez años cuando se hundió el Xurelo y lo que podría ser
también causado por la venganza, como en la novela anterior –un capitán ahogado
en circunstancias extrañas y los tres marineros de la tripulación salvados,
pero que apenas tienen trato desde que sucedió aquello, a pesar de vivir en el
mismo pueblo–, al final tiene que ver con el mantenimiento de la mentira que ya
dura tanto tiempo.
Es
decir, que por ahí cada caso nos lleva hacia derroteros distintos, como no
podía ser de otra forma, pero en ambos el elemento policial, el ir
deshilvanando el hilo hasta dar con la solución, está bien llevado, aunque se
nota que el final de la primera se nos torna más abrupto, que corresponde a su
ritmo un tanto más rápido, mientras que en la segunda todo el tempo en general
es más dilatado, más cadencioso, más sosegado, como la vida en el pueblo donde
se desarrolla la intriga, y el final, aunque no deja de ser, como corresponde
al género, de “te cacé”, los círculos concéntricos que hemos ido dando hasta
dar con el punto central son, como decimos, más hipnóticos, más de tiempo
detenido.
Torre de Toralla en la isla de Toralla, Vigo |
Como
vemos, pues, la segunda novela ha ido ahondando más tanto en el meollo de la
trama como en el afuera de lo que rodea al protagonista que es lo de dentro del
mismo protagonista, y con ello se ha hecho más consistente, más conseguida,
diríamos, eso sin desmerecer a la primera.
Vigo y la isla de Toralla |
Panxón, al sur de Vigo, Pontevedra, Galicia |
Pero quizá lo que gusta de
ambas, en general, es el ámbito donde se desarrollan, tanto el Vigo de la
primera como Panxón y Aguiño de la segunda, tanto los escenarios urbanos: la
torre de Toralla o la Fundación Zuriaga, de arquitectura moderna, y los bares
–el Eligio de Carlos, por ejemplo, donde come y se toma su copa de vino blanco
habitual– y los clubs de jazz vigueses –en este caso movido por la trama– donde
se mueve Ojos de agua como El Refugio del Pescador, en Panxón, donde van a
tomar sus cafés y copas, para entrar en calor, los pescadores de nécoras de la
segunda, más el viejo Hermida o el muerto, el Rubio, antes de morir que José
Arias –otro de los que se salvaron del naufragio del Xurelo– por donde no
aparece, en cambio, el tercero de los salvados, Marcos Valverde, o la lonja,
donde se hace la subasta de lo pescado diariamente, o la playa donde aparece el
cuerpo de Justo Castelo –recordemos el título de la segunda, La playa de los
ahogados–, o el Monteferro y las islas Estelas que circunscriben a Panxón, o el
mar, ese mar que se ha tragado y devuelto al marinero muerto y que se tragó
también el barco donde trabajó diez años antes y que es el origen de la intriga, y la
superstición de los marineros ante un mar que les da todo pero que también se
lo quita, a veces, sólo a veces, porque en este caso no es el mar el enemigo,
sino el marco perfecto para La playa de los ahogados.
2006.
Ollos de auga (Ojos de agua).
2014.
Cruces de pedra (Cruces de piedra). [Prevista para el año pasado para el
anterior o para este año u otro año de los venideros]
2010. “El último verano de Paula Ris”. [Relato]