Tempo. Ritmo.
El ritmo es algo primordial en una novela policiaca. No estoy hablando de si es
rápida, lenta, trepidante, exhaustiva, veloz o asmática. Estoy hablando de que
la novela, cada novela tiene un ritmo que la caracteriza –incluso podríamos
decir que cada autor lo tiene, pero no es este el caso, o no de lo que vamos a
tratar aquí–, el ritmo de Tres segundos es tan propio que nos lo transmite, nos
lo contagia, nos hace a nosotros partícipes de él, nos rodea de tal forma que
nos colocamos en el centro, que nos metemos dentro del vehículo de la trama y
vamos a donde nos lleve sin mirar atrás en ningún momento, sin preguntarnos en
qué momento nos hemos subido en él, en qué momento hemos llamado al taxi y le
hemos dado la dirección, y no nos lo preguntamos porque nosotros no lo hemos
llamado ni sabemos la dirección hacia donde se dirige, simplemente nos hemos
subido a él desde el principio y nos ha llevado, nos lleva hacia donde sea el
final, sea cual sea el final, hacia allí nos vemos llevados desde el principio,
desde la primera palabra de la novela.
Tres
novelas –ya cuatro– se han traducido al español de las seis que esta pareja de periodista
y exdelincuente, Anders Roslund y Börge Hellström, han publicado en su sueco original. Hasta ahora Box 21 en su
título original, la segunda de la serie protagonizada por el malhumorado Ewert
Gens y su cándido compañero Sven Sundkvist, era la de mayor reconocimiento
aquí, y siendo buena, la que nos ocupa, Tre sekunder, la supera con creces.
Mientras Estocolmo, Estación Central –una traducción de Box 21 un tanto alejada
del título original, por decirlo sin mayor hincapié (no sabemos por qué esto
ocurre tan a menudo en las traducciones de las novelas policíacas)– se centraba
en el tráfico de personas para la prostitución procedentes de países bálticos,
aquí, en Tres segundos, el argumento nace del tráfico de estupefacientes y su
origen vuelve a ser de países de aquella zona, en este caso Polonia.
Vista desde Gamla Stam. Estocolmo Foto: Archivo personal |
La
novela está dividida en cinco partes. En la primera que dura de domingo a
miércoles se nos presenta Paula o Piet Hoffmann, el infiltrado, el que nos
lleva de Polonia a Suecia y de la libertad a la cárcel, el que presencia un
asesinato y el asesinado posterior, el que tiene miedo y no se deja dominar por
el miedo, el que habla sueco y polaco, porque es sueco y polaco, el delincuente
y el policía, el padre de dos niños y una mujer, Zofia, que serán, son la luz
al final del túnel, la única luz para salir del humo negro de la oscuridad
final. En la segunda Paula tiene treinta y ocho horas para preparar su ingreso
en prisión para seguir con su doble misión de introducir y dirigir el nuevo
poder de la droga dentro de los muros, pero también para preparar su posible
salida de la misma. La tercera parte va de lunes a viernes, el tiempo que dura
la misión fracasada de Paula y donde, junto a él, el inspector Grens, como el
que ordena el disparo final que dura tres segundos, empieza a tener protagonismo,
en realidad el protagonismo se alterna entre el de dentro y el de fuera. Muy
bien llevado. En la cuarta parte, el fin de semana posterior, sábado y domingo,
Grens es el encargado de desenmascarar todo el entramado que ha llevado a ese
injusto disparo y detonación final.
Västmannagatan, Estocolmo |
Como
suelen decir en las contraportadas o en las fajas a modo publicitario:
“Engancha”.
2004.
Odjuret (La bestia).
2005.
Box 21 (Estocolmo. Estación Central).
2006. Edward Finnigans upprättelse (Celda número 8). Lectura
2007. Flickan under gatan.
2009. Tre sekunder (Tres segundos). Lectura
2012. Tva soldater. Próxima Lectura