Las
casualidades son elementos que juegan un papel en cierto modo importante en las
novelas policíacas. Los accidentes de todo tipo forman parte de las
casualidades. Pero cuando los accidentes son el elemento primordial que
caracteriza el final de la novela, el elemento con el que de algún modo se
resuelve la trama: algo falla. Algo importante falla. No es cuestión de que la
novela deje de sorprender o que el misterio se resuelva de una forma impactante
o no esperada. El problema se encuentra en la tergiversación de la
verosimilitud. No es que un accidente o una casualidad no formen parte de la
realidad que nos envuelve y que somos, y en la realidad que se inventa la
novela en cuestión, lo son, forman parte, es decir, no dejan de ser reales y
verosímiles, pero no cuando algo chirría, cuando al leer el desenlace, te
dices, pero por qué razón nos asalta con esto, por qué demonios estropea el
autor una trama hasta ese momento bien trabada, organizada, con unos personajes
creíbles, con unos protagonistas con los que nos identificamos, con un asunto
bien solucionado.
Iguales
o parecidos problemas me encontré con Det som aldri skjer –o como la han
traducido aquí: Crepúsculo en Oslo (sin ningún sentido, por cierto)– y es que
la trama no termina. No es el mismo problema que me generó Castigo, la primera
de la serie que protagonizan el inspector Yngvar Stubø y la que será ya su
pareja en esta que nos ocupa. En Castigo el error es evidente, la casualidad se
torna protagonista al final de la novela cuando se estrellan en un accidente de
tráfico los dos perseguidos. Es tan preponderante que derrumba el final, que lo
sustrae, nos lo roba, o, mejor, asesina, de alguna forma.
Aquí, en
Crepúsculo en Oslo, el asesino se nos queda pendiente, no porque no lo
conozcamos, sino porque, según propone la novela, es el asesino perfecto:
inalcanzable, todopoderoso, sin castigo.
Otra
novela también fallida es Una mañana de mayo. En una trama que envuelve a la
presidenta de EEUU, secuestrada no sabemos por quién en Noruega, y que resulta
que la han abandonado en un sótano de la casa de Hanne Wilhelmsen –la
protagonista de su serie anterior (hasta ahora se han publicado en español los
tres primeros [ver lectura] y el último de la serie [ver lectura])–, donde
aparece tampoco sabemos cómo Inger Johanne Vik.
Excluyo,
aunque no del todo, Noche cerrada en Bergen. Es la mejor trabada en todos los
sentidos, pero esa amiga de hace veinte años que aparece para darle a Inger
Johanne la clave del grupo homofóbico estadounidense…
Junto a
ella, la última es la mejor de las cinco. El tema es lo suficientemente
concreto y preocupante: el maltrato de los niños, como para sostener él solo la
novela. Y está bien, muy bien llevada, aunque Yngvar Stubø no aparezca en ella,
demasiado ocupado por la masacre de la isla de Utoya. Pero no.
No. A
Skyggedod (Lo que esconden las nubes oscuras) le sobran los últimos cuatro
párrafos, sin más. También le podría sobrar ese encuentro a lo Poirot en la
casa del suceso de los incriminados, pero, en fin, se puede aceptar. Pero lo
que le sobra, sí o sí, es ese accidente final sin sentido (excepto para
continuar en una nueva novela con un nuevo inicio o terminar con la serie
protagonizada por Inger Johanne Vik y su marido Yngvar Stubø, que parece ser la
pretensión de la autora).
(1) 2001. Det som er mitt. (Castigo)
(2) 2004.
Det som aldri skjer. (Crepúsculo en Oslo)
(3) 2006.
Presidentens valg. (Una mañana de mayo)
(4) 2009.
Pengemannen. (Noche cerrada en Bergen)
(5) 2012. Skyggedod. (Lo que esconden las nubes oscuras). Lectura
Pareceria que la autora no quisiera continuar la serie y así "quema sus naves" llevando la misma a un final irreversible.
ResponderEliminarMe recuerda a Conan Doyle cuando "mató" a Sherlock Holmes.