Ya han
pasado más de cinco años desde nuestro último encuentro con Ricardo Cupido y
seguimos a la espera de una nueva entrega –en enero de 2015 acaba de salir Mistralia–. Aquella última novela de la serie es
esta de Contrarreloj que comentamos hoy. Una novela que se sale de Breda, el
lugar habitual donde se desarrollan los casos de Cupido –aunque también la
penúltima, Cuerpo a cuerpo, se escapó de aquel entorno llamémosle extremeño
para transcurrir en una ciudad costera del levante español–, y se traslada a un
recorrido que sigue los pasos del Tour de Francia, pues ésta, como su título
indica, es una novela de las que podríamos llamar deportiva o que tiene al
deporte y a sus ejercitantes como los protagonistas de la misma.
Por eso
en ella no nos vamos a encontrar el paraje citado de Breda, lugar imaginario
del norte de Extremadura creado por su autor, Eugenio Fuentes, que tanto juego
e interés da sobre todo en El interior del bosque y ya con algo menos de
protagonismo en las dos siguientes, La sangre de los ángeles y Las manos del
pianista. Aunque, como en todas ellas, la afición al ciclismo del propio
detective, a practicarlo, queremos decir, aquí se enlaza con la propia trama de
la novela que tiene al máximo exponente de este deporte, el Tour de Francia,
como al gran protagonista, y a esos ciclistas aguerridos, ambiciosos y
competitivos al máximo como los elementos clave de la novela policiaca: el
asesinado es un ciclista y entre los sospechosos principales también están los
rivales ciclistas de éste.
Pero si
algo une esta novela a las anteriores de la serie son dos aspectos
primordiales: uno los motivos y motivaciones que provocan los crímenes –ahora
haremos un repaso sucinto de cada una de ellas– y otra la característica
definitoria de Ricardo Cupido como investigador que tiene que ver con la
característica clave del estilo novelístico de su autor a la hora de tejer las tramas
de las mismas. Así el impulso como investigador de este, “Lo que Cupido sentía –siente–
como desafío y como enigma era –es– el sospechoso como sujeto, sus razones, su
disposición emocional frente a la víctima, aquello que precisamente no era –es–
ni tiempo ni espacio” (Cuerpo a cuerpo, p. 149); es decir, obviando el elemento
de las posibles coartadas de los sospechosos, cosa que deja a los detectives
oficiales, que en las tramas de Breda suelen ser el teniendo de la Guardia civil
Gallardo y sus dos subalternos Andrea y Ortega, Cupido donde pretende llegar es
al interior del sujeto, y eso es lo propio del estilo de Eugenio Fuentes en
cada una de las novelas, en todas ellas lo que predomina es la demora en la descripción e
introspección de los personajes que las componen, el autor se introduce en sus
antecedentes, en lo que piensan, en lo que les sucede o les ha sucedido en el
pasado, intentando aportar al lector esas razones que cada uno de ellos podrían
llegar a tener para ser sospechoso de los crímenes que suceden en las novelas.
De tal
manera que en la primera de las novelas citada, El interior del bosque, aparte
de conocer la Reserva de El Paternóster y de los picos de el Volcán y el Yunque
a través de los paseos ciclistas de Cupido y no ciclistas de otros personajes,
también conocemos cómo los celos pueden ser perfectamente el motivo principal
que provoque todo el desarrollo posterior y más si la protagonista asesinada,
Gloria, una atractiva pintora y galerista, es capaz de provocar ese mismo
sentimiento y otros hermanos como la envidia o una admiración mal llevada no
sólo en su novio Marcos Anglada sino en otros como el escultor Emilio Sierra o
en su socia en la Galería de Arte, Camila, y si a ello añadimos tramas
paralelas como la del guarda de El Paternóster, Molina, o la del litigio por
los terrenos que lleva durante años Doña Victoria y su hijo adoptivo Octavio Espósito
contra la administración, tenemos un entramado donde cada uno de los
implicados, éstos y otros más, se nos ofrecen perfectamente retratados desde sí
mismos y desde su propia historia.
Los
celos, más los otros sentimientos hermanados, nuevamente ocupan un lugar
destacado en La sangre de los ángeles. Ahora nos situamos en las disputas por
la dirección dentro de un colegio de Breda a consecuencia de lo cual resulta
muerto el profesor de Educación Física Gustavo Larrey, a lo que añadimos el
extravío de una pistola sin declarar que pertenecía al padre de Julián
Monasterio, precisamente el que termina contratando a Cupido por el temor de
verse implicado en esa muerte. En la trama se ven mezclados el director
saliente del centro Jaime De Molinos, el entrante Luis García Nelson, el jefe
de estudios Manuel Corona y la logopeda Rita, antigua amante de este último y
amiga de Larrey, e incluso el conserje del centro, el objetor Moisés, que también ha tenido su escarceo amoroso con Rita. También alguien indirectamente implicado será el que contrate
a Cupido en la siguiente novela, Las manos del pianista. Precisamente alguien
del que lo único que llegamos a saber es eso que es pianista y que además
ejerce con esas manos duras, casi encallecidas y hasta deformadas, otro oficio
propio para ellas, el de verdugo de animales cuyos dueños se quieren deshacer
de ellos. Pero en este caso nos movemos en el ámbito de una empresa
constructora en la que uno de los socios se ha caído o le han tirado desde el
ático de uno de sus edificios en construcción. Y en ese contexto, donde el
poder y el dinero tiene verdadero protagonismo, Martín Ordiales, ha dejado de
tener ambos y los implicados, sus socios Miranda Paraíso y Santiago Muriel, a
los que se unen su antigua amante la aparejadora Alicia o el capataz de las
obras Pavón, incluso antiguos empleados como Tineo o clientes como Juanito Velasco,
vuelven a moverse motivados nuevamente por la envidia o el rencor.
Nos
salimos de Breda en la siguiente novela y también dejamos de lado aquellas
motivaciones que han movido los hilos en las anteriores tramas, para, en Cuerpo
a cuerpo –quizá la novela más compleja y mejor construida, aunque todas
mantienen un nivel espléndido–, desembocar en una trama donde lo privado o
personal y lo público o profesional se van a ver entremezclados sin saber muy
bien qué es lo que ha ocasionado el aparente suicidio del Comandante del
ejército Camilo Olmedo. Será su hija, Marina, separada de su anterior marido
Jaime, pero ahora enamorada de Samuel, la que contrate a Ricardo Cupido,
incrédula ante el suicidio de su padre. Aquí, decimos, se mezcla lo privado, la
nueva pareja de Olmedo, Gabriela, que perdió a su hijo adolescente pocos meses
antes atacado por un perro, o el causante de la muerte de su anterior mujer, el
anestesista acusado de ese error médico, Lesmes Beltrán, y el profesional,
todos los compañeros que no están de acuerdo con el cierre del cuartel de San
Marcial por el que Olmedo aboga, ya sea el Coronel Castroviejo o los capitanes
Bramante o Ucha.
Y como
vemos en este recorrido las tramas se vuelven complejas no en sí mismas sino
por la normal complejidad de los propios personajes que se nos van presentando
trazados con la mano segura del autor y a través de las preguntas de Cupido que
indagan menos sobre hechos que sobre razones para acabar admitiendo que casi la
única razón es siempre la misma y esa razón en la mayoría de los casos el ser
humano es incapaz de domeñar.
(2) 1999. El interior del bosque.
(3) 2001. La sangre de los ángeles.
(4) 2003.
Las manos del pianista.
(5) 2007.
Cuerpo a cuerpo.
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