Tetralogía
de Las cuatro estaciones)
En
realidad la novela nos cuenta dos historias, la de la muerte de Miguel Forcade
–un exiliado cubano en Miami que regresa a La Habana debido a la enfermedad de
su padre– y la de la muerte de Conde como policía, pero en realidad nos está
contando algunas otras más o muchas más, pero que se resumen en una sola. Hay
una sola historia y es la del huracán Félix.
Los
huracanes en la zona del Caribe son algo cíclico y por tanto algo que ocurre
más veces de lo que uno piensa, y a su paso, al paso del huracán, todo lo que
estaba de pie cae. Y lo que viene después tiene que ser, no puede dejar de ser,
un nuevo inicio. Cuando uno se cae debe levantarse, se tiene que levantar, con
ayuda o sin ayuda, pero el primer impulso siempre tiene que ser de uno mismo.
Pero ¿de verdad nos caemos porque nos tiran, es la naturaleza externa la que
nos empuja o son nuestras propias decisiones o indecisiones las que nos impelen
a la caída, es nuestra propia naturaleza llena de incertezas la causante? Esa
es la pregunta que flota –como el cadáver de Miguel Forcade– constantemente en
la novela.
Ha
habido una purga en el departamento de policía al que pertenece Mario Conde. Se
ha descubierto que muchos de sus compañeros estaban salpicados por la
corrupción. Los descubiertos han sido expulsados, pero también el jefe de
todos, el mayor Rangel, que aunque no estaba implicado, si lo estaba por haber
confiado en quienes no debería haber confiado. Esa es la excusa perfecta que
Mario Conde necesitaba para abandonar la policía: su fidelidad al Viejo, como
él llama al mayor Rangel, su amistad con él.
Pero su
nuevo jefe, el coronel Molina, tan distinto a Rangel, le propone un trato:
Conde resuelve el caso del asesinato de Miguel Forcade y él le firma la carta
de renuncia. Tiene tres días para solucionarlo. Y el plazo se cumple justo el
día de su treinta y seis cumpleaños.
Matisse |
Y en esa
casa, en la de Gómez de la Peña, nos vamos a encontrar con una pintura (no será
la única vez que Leonardo Padura recurra a la excusa del arte para crear una
novela, lo veremos en Herejes. Ver lectura), Paisaje de Otoño –aquí empezamos
con las dobles historias–, un pequeño óleo de la época postimpresionista de
Matisse: un borroso paisaje otoñal de una pequeña calle y sus árboles y con (o
sin) una pequeña mancha amarilla al fondo que supuéstamente es un perro. ¿Puede
ser ésta la causante del asesinato de Miguel Forcade? Porque Forcade ha
regresado para llevarse lo que en su primera partida no se pudo llevar y que le
reportará unos cuantos millones, que es lo que él necesita para vivir a lo
grande como siempre ha vivido y siempre ha querido vivir: con el poder que da
el dinero. O será una pequeña escultura en oro de Buda de la dinastía T’ang,
también valorada en millones de dólares, lo que ha venido a buscar –guiño a El Halcón Maltés de Hammett– para regresar triunfante a Miami. Da igual. El caso
es que la novela policiaca se resuelve sabiendo que la codicia y la venganza
siguen siendo los motivos principales de un asesinato sea este el caso o no.
Tetralogía de Las
cuatro estaciones
1994.
Vientos de cuaresma. [Las cuatro estaciones. Primavera, 1989]
1997.
Máscaras. [Las cuatro estaciones. Verano, 1989]
1998.
Paisaje de otoño. [Las cuatro estaciones. Otoño, 1989] Lectura
2001. La cola de la serpiente (reescrita en 2011). [Primavera, 1989]
2001.Adiós Hemigway. [Verano, 1997]
2005. La neblina de ayer. [Verano, 2003]