No son series de televisión, aunque permiten una secuencia. No son series de televisión policíacas, aunque pueden ser la raíz y son policíacas. No son asesinos en serie, aunque los hay. Son series de detectives o investigadores: Marlowe, Rebus, Conde, Beck, el agente de la Continental, Bosch, Morck, Jaritos, Romano, Grens, Grave Jones y Coffin Johnson, Sejer, Bevilacqua, Wilhelmsen, Adamsberg, Erlendur... Y se sitúan en cualquier lugar, son de cualquier lugar: la muerte está en todas partes.

lunes, 28 de julio de 2014

El último verano en la isla, de Johan THEORIN




En la primavera y el verano Gerlof Davidsson se traslada de su residencia de Marnäs a Stenvik donde tiene su casa cerca de la costa. Gerlof tiene cerca de ochenta y cinco años y éste posiblemente sea su último verano en la isla de Öland. Así se ha titulado la novela en español, El último verano en la isla, obviando su título original Rörgast en sueco que hace referencia a los túmulos de la Edad de Bronce que tienen cierto protagonismo en la novela. Porque todo empieza con el extraño enterramiento de uno de los Kloss allá por 1930 en el que estuvo presente siendo apenas un adolescente de quince años el mismo Gerlof, pero también alguien más que al poco emigró y ahora ha retornado, setenta años después, a la isla donde nació.

Antes de Rörgast Johan Theorin ha publicado tres novelas más del llamado cuarteto de Öland y cada una corresponde a una estación del año –ver bibliografía abajo–. Skumtimmen (La hora de las sombras), la primera de todas, se publicó en el 2007 y allí se nos presentó una trama que envolvía aspectos misteriosos que tenían que ver más con supersticiones o incluso leyendas de pueblo, y que el propio título ejemplifica, la hora de las sombras, se dice en la novela, es el momento de contar historias espantosas o historias de fantasmas. Pero esa historia es una historia real, la desaparición en 1972 del nieto de Gerlof, Jens, en un día de niebla extrema. Quizá de las cuatro sea la más conseguida y ya en ella se nos muestran las características que van a tener todas ellas. Un elemento de misterio que tiene que ver con la isla de Öland, con algún lugar o localización concreta, las más de las veces, y un desarrollo que nos traslada al pasado, al germen del misterio, y a distintos puntos de vista, a perspectivas distintas desde donde se ve el misterio, confluyendo en el anciano marinero Gerlof, que de alguna forma siempre está metido en cada uno de ellos, bien siendo protagonista, como en la primera, debido a la desaparición de su nieto veinte años antes, bien de una forma más adyacente, como en las tres siguientes, pero siempre mostrando su capacidad reflexiva que le lleva a ver lo que para otros es algo neblinoso con total claridad.

Así en La hora de las sombras el germen tiene que ver con un personaje Nils Kant que se nos muestra como la maldad en persona –la escena del ahogamiento de su hermano Axel, ocurrida allá por julio de 1936, es escalofriante y turbadora–, los puntos de vista van desde el recorrido vital de Kant a la desesperación de Julia, la hija de Gerlof y la madre de Jens, que se traslada a Öland intrigada por su padre, Gerlof, que lleva a cabo ciertas poco profesionales investigaciones con respecto a la desaparición de su nieto, ayudado por sus amigos John y Ernst, y la posterior perspectiva y ayuda –entre comillas– del policía de Marnäs Lennart Henriksson.

En Nattfåk (La tormenta de nieve), abandonamos Stenvik y Marnäs, lugares donde se situaba la primera para subir al nordeste de Öland, a la zona de los faros, Åludden, dos años después de lo ocurrido en la primera, y esta vez nos retrotraemos a 1846, momento de la construcción de la casa donde se van a desarrollar los acontecimientos y que se torna casi en un personaje protagonista más de la trama, casa que se construyó con las maderas provenientes del hundimiento de un carguero cerca de los faros. Allí Katrine, la mujer de Joakim Westin, y madre de Livia y Gabriel, morirá ahogada, pero lo que podría parecer un suicidio o una muerte accidental puede no serlo. Y para ello tomamos la perspectiva de Tilda, nieta de un hermano mayor de Gerlof y recién trasladada a Marnäs como policía de proximidad, y encargada de dar la noticia a Joakim. También tenemos un desarrollo paralelo de tres ladrones, Henrik, por un lado, y los hermanos Serelius, por otro, que se dedican a robar en las casas de veraneo vacías de la isla, que acabarán en la casa de Åludden. Y por último las anotaciones en un cuaderno de la madre de Katrine, Mirja Rambe, que aparecen al principio de los capítulos y nos van narrando las distintas muertes ocurridas en la casa o en los alrededores, ya por tormentas de nieve, como la que se avecina, ya por otras causas, a la que se ha sumado la de Katrine y que añade el elemento misterioso, fantasmal, al argumento.



Blodläge (La marca de sangre) tiene lugar en primavera, y Gerlof decide salir de su residencia en Marnäs para trasladarse a su casa de Stenvik durante algún tiempo, allí se encuentra con nuevos vecinos, que viven en dos mansiones recién construidas y otro, Per Mörner que ahora vive en la casa roja donde vivía el amigo de Gerlof, el escultor de piedra Ernst, muerto en la primera novela. El espacio en este caso es la cantera, ya abandonada, de donde sacaba la piedra Ernst para sus esculturas y que está al lado de la casa de éste y la historia en realidad son dos historias, las de los nuevos vecinos, Vendela, una mujer débil, propensa a la depresión, casada con Max, pero que procede precisamente de Öland, donde vivía con su padre, un antiguo obrero de la cantera, y que nos sumerge en los misterios de las hadas en la que creía de niña y sigue creyendo de mayor; y la de la familia de Per, separado con dos hijos preadolescentes, Jesper y Nilla, ésta enferma de cáncer, y con un padre Jerry, al que apenas ha tratado, con un pasado relacionado con el negocio de las revistas y las películas pornográficas; y por último se añaden los diarios que ha empezado a leer Gerlof de su esposa fallecida hace veinte años, Ella, que nos hablan de su creencia en los trols, enemigos de las hadas, y de su soledad al vivir con un marido marinero. Nuevamente el pasado actúa en el presente –de ahí el título, Blodläge o La marca de sangre, que hasta la piedra de la cantera tiene–, el pasado de Jerry y que afecta a Per, y el desgraciado pasado de Vendela que vuelve al retornar ella a su isla, y por último el pasado de Gerlof en boca de su Ella, que de alguna forma resolverá el misterio.

Borgholm, al norte de Öland, Suecia
En El último verano en la isla estamos a las puertas del nuevo milenio pero todo inicia en 1930 en el enterramiento de Edvard Kloss antepasado de los nuevos Kloss, Kent, Veronica y Niklas, propietarios del Örlandic, un complejo vacacional y turístico, que los convierte en los adinerados del lugar, y que están en pleno Midsommar, el día más largo del verano, con unas colas kilométricas de veraneantes cruzando por el puente que une Kalmar, en el continente, con la isla de Öland para pasar allí las apenas seis semanas del corto verano sueco en busca de fiesta y alcohol. Esta novela es donde mejor se observa la estructura de las novelas de Theorin, cada capítulo muestra el personaje desde donde está contado lo que sucede, y así se van alternando las perspectivas de Jonas, hijo de uno de los Kloss, un muchacho de apenas quince años, amigo de los nietos de Gerlof, que se encuentra con un barco fantasmal con una tripulación fantasmagórica en plena noche; la del Retornado, Aaron Fredh, emigrado a la Unión Soviética en los años treinta y que allí será Vladímir Yegerov, y que nos narra sus vicisitudes en ese país hostil y el regreso a su isla y su ansia de venganza; la de Lisa, una disk jockey con dos caras, y que es una perspectiva que mira desde fuera y que se encuentra dentro de algo sin esperarlo; y, por último, la de Gerlof, que decide pasar unas semanas fuera de la residencia, quizá sus últimas semanas de vida, que une sus recuerdos a su extremada curiosidad para encontrar el origen de lo que está sucediendo ese verano en la isla.



Cuatro novelas muy bien construidas en un entorno entre ficticio y real –el propio autor nos dice que algunas localizaciones, Stenvik, por ejemplo, no son reales pero sí basadas en lugares de Öland–, con unas historias donde se mezcla lo misterioso –que tiene que ver con las leyendas propias de los pueblos– y la intriga de lo que sucede en el presente, y que a su vez nos remonta al pasado como clave para resolver ese misterio y esa intriga y con un investigador, que además es un contador de historias, Gerlof Davidsson, un octogenario, antiguo marinero jubilado, y que rompe todos los esquemas de lo que es el prototipo preponderante. Eso es lo que nos encontramos cuando nos sumergimos en el cuarteto de Öland, unas historias policiacas contadas por un octogenario como si fuesen historias de fantasmas, pero sin fantasmas.   






(1) 2007. Skumtimmen (La hora de las sombras). [Otoño]
(2) 2008. Nattfåk (La tormenta de nieve). [Invierno]
(3) 2010. Blodläge (La marca de sangre). [Primavera]
(4) 2013. Rörgast (El último verano en la isla). [Verano] Lectura

viernes, 18 de julio de 2014

El hombre con cara de asesino, de Matti RÖNKÄ




No es muy frecuente encontrar autores finlandeses traducidos al español, tampoco son frecuentes los autores finlandeses que se dediquen a escribir novela policiaca, al contrario que sus vecinos de la zona escandinava, ya sean suecos o noruegos, incluso daneses, y hasta algún que otro islandés como Indridason, pero finlandeses no, no los hay o hay muy pocos, y éste que leemos, Matti Rönkä, es uno de los pocos –otro, un estadounidense afincado en Finlandia, James Thompson, (ver lectura)–.

Y además de ser pocos son poco traducidos, ya que ésta que presentamos, Tappajan näköinen mies, traducida en Alfaguara como El hombre con cara de asesino, es la primera y única de la serie de siete novelas cuyo protagonista es Víktor Kärppä, y que se publicó en su lengua original allá por el año 2002, o sea hace más de una década. Su autor, ya mencionado, Matti Rönkä, es un reconocido periodista de la primera cadena de televisión finlandesa, YLE TV1. 

Y ese desconocimiento en estos lares que se deja traslucir por la poca difusión de lo que viene de allá se acrecienta además por la propia idiosincrasia de la serie de Kärppä, pues quién nos iba a decir que esta especie de detective privado no al uso se llame también Víktor Niloláyevich Gornostáyev ya que su lugar de origen es Sortavala, un pueblo que se sitúa en la región rusa de Carelia, una zona fronteriza a caballo entre Finlandia y Rusia y un territorio cuya historia es un trasvase constante de finlandeses y rusos de un país a otro dependiendo de los vaivenes históricos correspondientes. Y sí, allí, Kärppä sigue teniendo a su madre, Anna Gornostáyeva, y en Moscú a su hermano Alekséi, y también allí en Sortavala está establecido uno de los hombres para los que trabaja, Valeri Karpov, cuyo socio en Helsinki es Ryzhkov. Porque Vïktor Kärppä vive en Helsinki y su labor como detective privado es algo secundario, ya que en realidad él trabaja haciendo pequeños chanchullos de contrabando para Ryzhkov, aquí, en Helsinki, y Karpov, allí, en la Carelia rusa, aprovechando su ambigua nacionalidad, ya finlandés, por parte de madre, ya ruso más concretamente ingrio, por parte de padre.

Tres elementos, pues, nos vamos a encontrar en esta novela, que se van entremezclando a partir de la voz en primera persona de Kärppä: uno, el histórico-sociológico, más o menos comentado en lo que antecede, que nos da el anclaje vital; otro, el socio contextual, que nos lleva hacia una trama vinculada al contrabando entre un país rico y occidental, como puede ser Finlandia, y los orientales o del bloque del Este, podríamos decir, que están al otro lado de la frontera, Rusia o la Carelia rusa y, a muy poca distancia por mar, Estonia y su capital Tallin; y justo, relacionado con esto está el último elemento, el de la intriga policial, hasta ahora no comentado, que tiene que ver con la desaparición de Sirje Larsson, de soltera Lillepuu, una ciudadana estonia, casada con un finlandés, el librero Aarne Larsson, que es precisamente quien le pide ayuda a Kärppä para encontrar a su mujer desaparecida.

Zona del golfo de Finlandia, con Tallin al Sur
y al Este la zona de Carelia, donde se encuentra Sortavala

Y a ese embrollo inicial, con por ahora tres capas, se van a unir otras tres más, que además se van desdoblando: las relaciones personales de Kärppä, familiares con su madre, que sufre un infarto, y su hermano, y amorosas con Marja Takala, una estudiante con la que no casa muy bien, debido a su carácter algo retraído; las que le vinculan con la policía finlandesa, siendo una especie de informante sin serlo del inspector Korhonen, también a su modo un tanto raro, con el que mantiene unos diálogos a veces demasiado sarcásticos, y las que involuntariamente tiene con los servicios secretos rusos, el SFS, antigua KGB, y con su contacto, Arkadi, que desembocarán en un final, quizás, un tanto artificioso; y, por último, otra vez, con los estonios, las mafias estonias de contrabando, ya que Sirje, la mujer desaparecida, además es hermana de Jaak Lillepuu, cabecilla de una organización estonia vinculada al tráfico de drogas que se quiere establecer en Helsinki.


Como vemos, en poco más de doscientas páginas de novela el aspecto informativo, de demasiada información, queremos decir, y la cantidad de desvíos, de vínculos, de relaciones ambiguas y escondidas es, decimos, quizás excesiva y de eso es precisamente de lo que peca esta novela. No por la trama en sí, que no deja de resultar a pesar de todo fluida, salvando lo que hemos dicho, ni por el personaje principal, del que en cierto modo nos encariñamos, ya que todo el mundo de alguna forma lo utiliza, a pesar de su cara de asesino o precisamente por eso y que él mismo justifica de esta forma: "En el ejército me dijeron: 'Gornostáyev, es usted un hombre con cara de asesino'. Yo más bien pensaba que mi apariencia era la de una persona amable y bondadosa, pero en el servicio militar se oyen en general muchas cosas sin sentido. Más tarde entendí lo que habían querido decirme los oficiales. Muchos se quedan paralizados ante el peligro, o entran en pánico, y eso es algo que se refleja en la cara. A mí no. Yo noto el subidón de adrenalina y cómo el miedo y los pensamientos me invaden la cabeza, pero al mismo tiempo mi razonamiento se vuelve más nítido y ágil, mientras que mi rostro se torna inexpresivo".


No, su falta no viene por ahí, sino por la necesidad de mayor desarrollo y profundidad, eso es lo que echamos algo en falta. Y quizá esa falta sea debida a que esta es una primera novela de una serie de siete que precisamente nos está introduciendo, nos está dando lo preliminar, y que posiblemente –no lo sabremos si no tenemos las siguientes– sea como una especie de anticipo de lo porvenir. Y sólo partiendo de ese punto de vista, del de que ve la situación en retrospectiva podríamos valorar de otra forma esta novela. Con todo, un buen personaje, una buena trama en un buen contexto.  






2002. Tappajan näköinen mies (El hombre con cara de asesino). Lectura
2003. Hyvä veli, paha veli.
2005. Ystävät kaukana.
2007. Isä, pika ja paha henki.
2009. Tuliaiset Moskovasta.
2011. Väärän maan vainaja.
2013. Levantin kyy.

lunes, 7 de julio de 2014

Celda número 8, de Anders ROSLUND & Börge HELLSTRÖM




Las novelas de Anders Roslund y Börge Hellström son novelas con mensaje. No son propiamente policiacas y sí lo son. En todas ellas la investigación dirigida por Ewert Grens y llevada por su grupo es parte protagonista, pero no la única y no la más protagonista, sino que el otro elemento, incluso, se convierte en el vértice y parte vertebradora, todo el entramado de las historias parten de este otro elemento, las historias se construyen no para que al final Grens y los suyos triunfen y sean los mejores policías, no, eso apenas tiene valor ni para ellos ni para las tramas, no: todo el entramado está construido para denunciar algo, como iremos viendo al analizar sus novelas. Y ese elemento, el de la denuncia, el del mensaje que trasladan las novelas, es lo que las diferencia.

Y podemos decir que esa característica procede de dos factores principalmente, uno, de la historia propiamente dicha de la novela policiaca sueca, de la buena, la que parte de los pioneros del género allí, la del comisario Beck de la pareja Sjöwall & Wahlöö –ver lectura, y, por otro lado, proviene del periodismo –recordemos que uno de los integrantes de esta otra pareja, Roslund, es periodista, el otro, Hellström es un exdelincuente metido en la lucha por la reinserción de expresidiarios–, del carácter investigador del periodismo, de la investigación que culmina en la denuncia, en la denuncia de lo que no debería ser pero es. Y eso es lo que al final las novelas de Roslund y Hellström consiguen: denunciar.

Pero ese fin último no desmerece y ni mucho menos destruye el carácter novelístico de las novelas, ni mucho menos, todo lo contrario, es decir, aunque esa finalidad esté ahí y no se puede dejar de presenciarla, las tramas, los argumentos, el ritmo –una característica que ya destacamos en la lectura que hicimos en su día de Tres segundos– el ensamblaje entre los dos lados, el de los investigadores y el de los investigados, esto es, la conjunción entre ambos está tan bien construida, la propia estructura, el retrato de los personajes, los finales que no tienen por qué desembocar en lo obvio, aunque confluyan hacia lo que nos tememos, en fin, todo el conjunto nos da unas tramas poco menos que perfectas.

Edward Finnigans upprättelse –algo así como “La reparación de Edward Finnigan”, aquí traducida como Celda número 8, siguiendo el título de la traducción en ingles–, es la tercera novela en la cronología de la serie del comisario Ewert Grens –como vemos en la bibliografía de abajo– pero la cuarta que aquí se traduce de estos dos autores. Y quizá, solo quizá, no es la mejor de todas ellas, luego analizaremos el porqué, pero, como el resto, presenta todas las características positivas que hemos enumerado anteriormente.

La serie empezó con Odjuret (La bestia), una novela que describe la devastación, el sinsentido que provoca en un ser humano, primero, y en una sociedad, después, el ataque sexual y brutal a los niños, en este caso a niñas de apenas cinco años, hablamos de Marie, la hija de Fredrik Steffansson, aunque la novela se inicia con la descripción del flirteo del pederasta Bernt Lund con dos niñas de unos nueve años, Maria e Ida, y su posterior sodomización y asesinato. Y continúa con la persecución de este pederasta antes de que vuelva a hacerlo, como inexorablemente ocurrirá.

Aunque parte de su desarrollo posterior nos sumerge en el mundo de la cárcel y las relaciones poco menos que conflictivas entre los presos –ya hemos comentado el pasado de uno de los autores, Hellström–, aspecto que también será tratado en Tre sekunder (Tres segundos) –ver lectura– recuperando personajes como el aquí ya director de la cárcel de Aspsås, Lenart Oscarsson, o donde aparecen otros que luego tendrán más protagonismo en siguientes novelas, como el drogadicto Hilding Oldéus o Jochum Lang –ligado a la historia personal de Grens–, que aparecerán en la segunda, Box 21 (Estocolmo, Estación Central).

Como vemos, personajes y ambientes que pretenden aportar ese grado de realidad o verosimilitud que perfectamente está conseguido en todas las novelas, excepto posiblemente en la que nos ocupa.


Porque tanto en Estocolmo, Estación Central, que trata del tráfico de mujeres para la prostitución desde los países bálticos hacia Suecia o en Tres segundos donde el tema se centra en los infiltrados de la policía dentro de las mafias, en este caso, de tráfico de estupefacientes, que también provienen de países del Este europeo, como Polonia, en ambos, decimos, la denuncia es evidente: uno, la facilidad y la vista gorda con la que se actúa cuando de prostitución estamos hablando y otra la utilización de personas sin ningún escrúpulo por parte de las autoridades y saltándose todas las reglas del estado de derecho que hagan falta simplemente con el argumento de que es necesario para proteger a la sociedad. Pero, con todo, el resultado no deja de impactarnos.

En cambio, en Celda número 8, que también se mueve en el ambiente de la cárcel, hay algo que no nos termina de encajar, y es posiblemente el ámbito extraño, ajeno, diríamos, en el que se mueve, el del corredor de la muerte en la cárcel de Marcusville en Estados Unidos. Porque esta novela que se inicia con una agresión de John Schwarz a Finn Ylikoski dentro de un Ferry durante la travesía con destino Estocolmo y que deriva en el encarcelamiento y posterior descubrimiento de que este John Schwarz en realidad no existe y tiene una documentación falsa, nos traslada hacia un terreno que se nota que no es el propio, y es un terreno que la novela debe transitar porque la intención precisamente es denunciar la pena de muerte, el ojo por ojo que impera en algunas naciones que llamamos civilizadas.

Sede del edificio de la policía en Estocolmo

Y es esa venganza, que ya apareció en La bestia, en nombre de Fredrik, el padre de la niña de cinco años, o en Estocolmo, Estación Central, a través de Lydia Grajauskas, la prostituta brutalmente apalizada por su chulo, y que, perdida su propia identidad, decide acabar por esa misma vía, es, decimos, el elemento que explica precisamente la instauración de la pena de muerte en algunas sociedades, como el justo castigo que según Edward Finnigan se merece el presunto asesino de su hija de diecisiete años, pero que les saca a estos autores de su medio natural, podríamos decir.

Vista de Södermalm, Estocolmo
Foto: Archivo personal
Y si a eso añadimos ese plan tan perfectamente diseñado, pero un tanto inverosimil, y, en el final, hasta rocambolesco, del funcionario de prisiones Vernon Eriksen con el que termina la novela, entonces nos damos cuenta de que esta, la tercera de la serie, quizá sea la más floja de todas.

Pero hasta aquí no hemos hablado de los personajes: el extraño inspector, Ewert Grens, anclado en el pasado, en el accidente que dejó a su pareja Anni en un estado de daño neurológico severo y permanente; ni de Sven Sundkvist, siempre a la estela de Grens, más sensible, cuyos cumpleaños siempre se ven enturbiados por algún caso; o la jóven Mariana Hermansson, que aparece a partir de la segunda novela y que será la única que de alguna forma venga a modificar en algo el comportamiento de Grens; o de otro de los habituales, el fiscal Lars Ågestam, tan distinto al comisario, que genera los conflictos que los distancia, aunque se necesiten, como en el final de Tres segundos. Y no lo hemos hecho precisamente porque su presencia no entorpece la visión del otro lado, el del conflicto, el de la historia paralela que construye la trama, porque estos personajes la acompañan sin desmerecerla, no ocupan su protagonismo, están al lado, para desvelarla y para mostrarla en su justa medida, porque de eso es de lo que se trata.






2004. Odjuret (La bestia).
2006. Edward Finnigans upprättelse (Celda número 8). Lectura
2007. Flickan under gatan.
2009. Tre sekunder (Tres segundos). Lectura
2012. Tva soldater. Próxima Lectura

jueves, 3 de julio de 2014

La playa de los ahogados, de Domingo VILLAR




La segunda novela de la serie del inspector Leo Caldas es esta de A praia dos afogados (La playa de los ahogados), publicada en el 2009, posterior en tres años –ver bibliografía abajo– a su primera novela Ollos de auga (Ojos de agua) en su lengua original y publicadas en gallego por la editorial Galaxia y en español por Siruela. Sigue sin aparecer Cruces de pedra (Cruces de piedra) anunciada ya para el 2012 pero sin publicar todavía y sin noticias de su futura publicación. Nos centraremos, pues, en las dos ya aparecidas y que por sí mismas han propiciado esa ansia de algunos lectores por acceder a la nueva.

Dos son los policías protagonistas de esta serie, el ya mencionado Leo Caldas y su compañero Rafael Estévez, aunque con distinto grado de protagonismo, el primero lleva el peso de los casos y el segundo únicamente sirve de contrapunto; el primero es gallego y el segundo, aragonés, y en ambos la procedencia marca su idiosincrasia. Mientras uno, el aragonés de Zaragoza, tiende a ser directo, pase lo que pase –incluso si hay violencia de por medio–, el otro, como buen gallego –de la misma tierra donde se desarrollan los casos–, prefiere dar vueltas a las cosas y responder a una pregunta con otra pregunta, aunque la respuesta sea evidente. Y el medio, cómo no, está de parte del gallego, porque los otros compañeros, el forense Guzmán Barrio o la experta de la UIDC, Clara Barcia, o los testigos o sospechosos que van saliendo en cada caso también lo son, mientras que el aragonés parece un pez fuera de su pecera.


Dos también, como decimos, son las novelas. En la primera el caso se desarrolla en la ciudad de Vigo, en concreto el muerto, Luis Reigosa, un saxofonista homosexual con unos ojos que describe perfectamente el título de la novela, es encontrado en su piso de la torre de Toralla, en la isla del mismo nombre, y toda la trama se desarrolla en la ciudad pontevedresa. En cambio, la segunda novela se expande a dos pueblos pescadores gallegos, Panxón, al sur de Vigo, que es donde aparece el cadáver ahogado de el Rubio, Justo Castelo, y, avanzando la novela, Aguiño, en cuyas cercanías se había hundido diez años antes el Xurelo, pequeño barco de pesca, que se fue a pique en una noche de tormenta y que se llevó con él a su patrón, el capitán Sousa, pero del que se salvaron sus otros tres tripulantes, entre ellos Castelo.   

Pero ¿qué cambia –aparte del traslado del paisaje, de una ciudad a un pueblo pesquero– de una a otra? o, mejor, ¿qué evoluciona? o ¿cómo evolucionan los protagonistas y las tramas?

En Ojos de agua la intriga está en el presente y tiene que ver con relaciones de pareja donde prima la mentira, ya dijimos que el muerto era homosexual, si bien el motivo de su muerte no está en su orientación sexual sino en una cierta venganza que proviene del engaño y la mentira y de un statu quo que se pretende mantener. Los elementos intervinientes se sitúan en ciertas altas esferas de la sociedad viguesa, tanto económicas como de prestigio.

En La playa de los ahogados el misterio del presente, la muerte que en principio parece un suicidio de Justo Castelo, desvía su mirada hacia el pasado, hacia lo que ocurrió hace diez años cuando se hundió el Xurelo y lo que podría ser también causado por la venganza, como en la novela anterior –un capitán ahogado en circunstancias extrañas y los tres marineros de la tripulación salvados, pero que apenas tienen trato desde que sucedió aquello, a pesar de vivir en el mismo pueblo–, al final tiene que ver con el mantenimiento de la mentira que ya dura tanto tiempo.

Es decir, que por ahí cada caso nos lleva hacia derroteros distintos, como no podía ser de otra forma, pero en ambos el elemento policial, el ir deshilvanando el hilo hasta dar con la solución, está bien llevado, aunque se nota que el final de la primera se nos torna más abrupto, que corresponde a su ritmo un tanto más rápido, mientras que en la segunda todo el tempo en general es más dilatado, más cadencioso, más sosegado, como la vida en el pueblo donde se desarrolla la intriga, y el final, aunque no deja de ser, como corresponde al género, de “te cacé”, los círculos concéntricos que hemos ido dando hasta dar con el punto central son, como decimos, más hipnóticos, más de tiempo detenido.

Torre de Toralla en la isla de Toralla, Vigo
Y a todo eso se añade el distinto valor que cobra el elemento personal. Mientras en Ojos de agua la vida de Leo Caldas apenas nos interesa, salvando el hecho de que aparece semanalmente en un programa de radio, Patrulla en las ondas, por el que todo el mundo lo conoce, como veremos también en la segunda novela, y que, por contra, le disgusta profundamente –no sabemos muy bien cuál es la razón de que salga en antena, ni se nos explica ni se nos deja entrever–, a lo que se añaden las escasas menciones a Alba; en la segunda esa faceta se amplifica con la relación con su padre, ya desde la primera página, cuando están en el hospital para acompañar a su tío Alberto, hermano de su padre, que está ingresado, y se nos va explicando, de forma indirecta las más de las veces, esa relación frustrada con Alba y que es el origen de esa soledad que le caracteriza.    

Como vemos, pues, la segunda novela ha ido ahondando más tanto en el meollo de la trama como en el afuera de lo que rodea al protagonista que es lo de dentro del mismo protagonista, y con ello se ha hecho más consistente, más conseguida, diríamos, eso sin desmerecer a la primera.

Vigo y la isla de Toralla

Panxón, al sur de Vigo, Pontevedra, Galicia
Pero quizá lo que gusta de ambas, en general, es el ámbito donde se desarrollan, tanto el Vigo de la primera como Panxón y Aguiño de la segunda, tanto los escenarios urbanos: la torre de Toralla o la Fundación Zuriaga, de arquitectura moderna, y los bares –el Eligio de Carlos, por ejemplo, donde come y se toma su copa de vino blanco habitual– y los clubs de jazz vigueses –en este caso movido por la trama– donde se mueve Ojos de agua como El Refugio del Pescador, en Panxón, donde van a tomar sus cafés y copas, para entrar en calor, los pescadores de nécoras de la segunda, más el viejo Hermida o el muerto, el Rubio, antes de morir que José Arias –otro de los que se salvaron del naufragio del Xurelo– por donde no aparece, en cambio, el tercero de los salvados, Marcos Valverde, o la lonja, donde se hace la subasta de lo pescado diariamente, o la playa donde aparece el cuerpo de Justo Castelo –recordemos el título de la segunda, La playa de los ahogados–, o el Monteferro y las islas Estelas que circunscriben a Panxón, o el mar, ese mar que se ha tragado y devuelto al marinero muerto y que se tragó también el barco donde trabajó diez años antes y que es el origen de la intriga, y la superstición de los marineros ante un mar que les da todo pero que también se lo quita, a veces, sólo a veces, porque en este caso no es el mar el enemigo, sino el marco perfecto para La playa de los ahogados.





Posible portada

2014. Cruces de pedra (Cruces de piedra). [Prevista para el año pasado para el anterior o para este año u otro año de los venideros]


2010. “El último verano de Paula Ris”. [Relato]