No son series de televisión, aunque permiten una secuencia. No son series de televisión policíacas, aunque pueden ser la raíz y son policíacas. No son asesinos en serie, aunque los hay. Son series de detectives o investigadores: Marlowe, Rebus, Conde, Beck, el agente de la Continental, Bosch, Morck, Jaritos, Romano, Grens, Grave Jones y Coffin Johnson, Sejer, Bevilacqua, Wilhelmsen, Adamsberg, Erlendur... Y se sitúan en cualquier lugar, son de cualquier lugar: la muerte está en todas partes.
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lunes, 9 de junio de 2014

Los cuerpos extraños, de Lorenzo SILVA




Séptima novela de la serie, esta de Los cuerpos extraños, de los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro, de Lorenzo Silva, que vuelve a su editorial de siempre, Destino, después de su aventura exitosa por el Planeta de la novela anterior. Serie, la de Bevilacqua y Chamorro, totalmente asentada, de la que, claro, no sabemos los títulos que faltan, pero que intuimos que unos cuantos, y lo intuimos por dos razones: una por el asentamiento en su realidad del que gozan los dos protagonistas, como veremos en el propio desarrollo de esta novela, y, dos, porque la propia serie, a medida que han ido avanzando las novelas, se nota asentada también, y se nota porque su pretensión realista a su vez se ha ido afirmando y ahondando, y si en un comentario anterior –ver lectura y recorrido de la serie– hablábamos del carácter minucioso que tenía, eso tiene que ver con su afianzamiento realista con una clara intención de espejo de la sociedad en la que se circunscribe. En lo que sigue intentaremos desarrollar estas dos afirmaciones.

Los cuerpos extraños empieza con una llamada telefónica del jefe directo de Bevilacqua, el comandante Rebollo, anunciándole su próximo caso, en un domingo cuando Rubén, con su hijo Andrés, ya terminando la carrera, están de visita en casa de la madre de Bevilacqua en Salamanca. También, poco después, se nos muestra –y eso es lo raro– y nos enteramos de la relación que mantiene Rubén con una mujer, ni anunciada ni sugerida en novelas anteriores, pero aquí perfectamente ensamblada, y la mujer para más señas es una juez, Carolina Perea, que ya apareció en uno de sus casos, el de La reina sin espejo, donde por primera vez aparece algo así como la vida personal del brigada Bevilacqua. Es decir, todo esto viene a cuento para mostrar cómo el desarrollo individual de los protagonistas toma mucho más cuerpo en estas últimas novelas, no ocupan ni mucho menos el primer plano, no van de ellos las tramas, pero sí nos muestran cada vez más sus taras, sus fallas, de qué pie cojean, hasta dónde llegan o no llegan, cómo se representan a sí mismos en la vida. Y otro tanto ocurre con Chamorro, esto al final de la novela, aunque ya iba anunciado desde su primera aparición en esta obra, y aquí hay un enlace con la novela anterior, La marca del meridiano, porque mientras allí, en una escena final, es Bevilacqua el que en un paseo por una playa barcelonesa le cuenta a Chamorro cómo de rellena lleva su joroba de camello, usando una metáfora de Nietzsche, y que va arrastrando debido a unos amores espurios, aunque más que falsos o engañosos en sí, lo que provocaron fue la mentira y el engaño; ahora, es Chamorro la que se desnuda sentimentalmente, porque también en esta novela que nos ocupa se nos han referido, en este caso nada más que referido, sus últimos frustrados amores con un periodista y ahora, al final, en un viaje relámpago a Nápoles llevados por el caso será Virginia la que muestre a Rubén las razones de ese nuevo fracaso.



El caso, importante y mediático, del que habla la llamada de su comandante Rebollo y que confirma la llamada posterior de su anterior jefe, el coronel Pereira, es el del asesinato de la alcaldesa de un pueblo costero de Valencia, Karen Ortí Hansen, encontrada en una playa, semidesnuda y estrangulada.

Y ya sólo la mención de una muerte así, la de un político, y el escenario, la comunidad española con mayor número de escándalos de corrupción por metro cuadrado, nos sitúa en el meollo del meollo. Y si a eso añadimos una precisión temporal de la que hasta hace poco –más bien diría que sólo en las dos últimas– carecían las novelas de la serie, en este caso el desarrollo de la trama se produce a lo largo del 2013, empieza en febrero y termina poco antes del fin de ese mismo año, como se menciona indirectamente al final de la misma. Con ello, decimos, ese afianzamiento en la realidad, ese pretendido espejo de la misma, se muestra aún más palpable.

Zona de la costa valenciana donde se sitúa la novela

Cuidado, que con ello, no pretendemos decir que el autor –como él siempre recalca al inicio de sus novelas en su advertencia usual– pretenda describir algo que haya sucedido realmente, no. El carácter ficticio o de ficción de las novelas de la serie no está ni mucho menos en entredicho por lo que nosotros estamos comentado, lo que sí afirmamos es esa evolución hacia un mayor asentamiento en la realidad y cada vez más en una realidad todavía más cercana, sólo hay que fijarse en cómo los guardias civiles se comunican por Whatsapp constantemente, como muestra un botón.

La ciudad de las Artes y las Ciencias, Valencia
(un cuerpo extraño)
Los cuerpos extraños termina, como no podía ser menos, explicando el porqué de su título, algo siempre habitual en Silva, en este caso los cuerpos extraños son aquellos que aparecen dentro de un organismo siendo totalmente ajenos a él, es decir, como elementos que no deberían estar ahí, pero están, y hay dos formas de tratarlos, una es intentar extirparlos, que debería ser la opción más eficaz y también la ideal, pero unas veces, ya extirpados, vuelven a reproducirse y otras es imposible hacerlo. Y eso es más o menos lo que ocurre cuando es el poder el elemento dominante, porque el poder te da una serie de “poderes” que hacen, para el que lo ostenta, crearse una coraza casi totalmente irrompible. Otra opción, quizá, sería intentar adormecerlos, es decir, ya que no podemos expulsarlos, intentar por lo menos que nos afecten lo mínimo, pero ¿es eso posible? Cuando hablamos de poder, de elementos de poder –y no queremos acudir a Foucault–, esa opción, creo, está totalmente descartada, cuando se tiene –el poder–, se tiene y se utiliza, y sólo algo o alguien más poderoso tendrá ciertas, no sé si escasas o no, posibilidades de contrapoder, pero siempre en el ámbito del poder.

Y todo esto viene a cuento para comentar el cierre de la misma novela, puede que en la lucha, como a Bevilacqua, nos asciendan a subteniente, pero sólo por la lucha en realidad porque al final al final ganar ganar no se gana, pero al menos, como él pretende y también pretende su compañera Chamorro, a pesar de sus pesares personales o, incluso, por eso mismo, nos mantenemos y nos mantendremos en la lucha, viene a decir. Y en eso estamos, esperando el próximo. 







2004. Nadie vale más que otro. [Cuatro relatos]
2013. "Antes de los dieciséis". [Relato online] 

viernes, 9 de mayo de 2014

La marca del meridiano, de Lorenzo SILVA





Si hay una característica que tengan en común el Brigada de la Guardia Civil Rubén Bevilacqua y el pergeñador del mismo, autor Lorenzo Silva, esa es sin lugar a dudas la minuciosidad con la que uno se toma y desmenuza los casos y el otro los describe y desarrolla los argumentos. Y esa cualidad se ha ido acentuando a medida que avanzaban las novelas que el primero protagoniza y el segundo escribe, sobre todo a partir de la tercera de la serie. Y a eso se añade el esquema autoimpuesto por el autor de que todas las novelas tengan sus veinte capítulos –aunque en las dos últimas cierre con un epílogo que es otro capítulo más– y que sea precisamente ahí, en el último, donde tanto en el título del capítulo como en el interior del mismo encontremos el título de cada una de las novelas, a veces, incluso, llega al extremo de que ese mismo título aparezca en la última frase de la obra, como ocurre en El lejano país de los estanques, La niebla y la doncella y La reina sin espejo.

Seis novelas hasta ahora –aunque ya está anunciada la séptima de próxima lectura, ver bibliografía– forman la serie del perenne brigada Rubén Bevilacqua y de la sargento Virginia Chamorro, ambos investigadores de homicidios de la unidad central de la Guardia Civil. Seis novelas que suponen dentro de la cronología interna de la serie entre trece y catorce años transcurridos desde El lejano país de los estanques, donde Bevilacqua o Vila, para abreviar y no confundir, tiene 35 años y todavía es sargento, y donde la guardia primera Chamorro es una investigadora primeriza de apenas 24 años, hasta La marca del meridiano donde frisan uno el medio siglo y la otra se acerca al final de la década de los treinta. Y en ese interin, hemos ido conociendo, sobre todo en esta última novela como veremos, las vicisitudes personales de ambos personajes. Rubén, divorciado y con un hijo, aunque de esto la primera noticia que tengamos se produzca en la tercera de la serie, La niebla y la doncella, donde también presenciamos uno de los escasos episodios personales de Virginia, cuando abandona a un violento novio antidisturbios. Porque aunque aparezcan, siempre están en un segundo plano, ya por su escasa vida personal, ambos son tendentes a una vida tirando a solitaria, ya por que lo que en realidad llena su vida son los casos de los que se encargan, que terminan por absorber casi todo el tiempo del que disponen. Y eso tiene que ver con el puesto que ocupan en la unidad central de la Guardia Civil que les obliga a estar dispuestos a desplazarse a cualquier lugar de la geografía española, si es allí donde les reclaman.

Así –y este es otro elemento a resaltar en las novelas–, los lugares también toman un lugar destacado en cada caso, el primero transcurre en Mallorca, aunque la muerta, la bella Eva Heydrich, sea austriaca y a ello se refiera el título de la novela, El lejano país de los estanques –patria de Freud, citado junto a otros psicoanalistas o psicólogos por Bevilacqua, recordemos sus estudios de psicología, antes de ser guardia civil–, pero todo empieza y termina en la isla balear. Allí entre el lujo y la buena vida de los yates y las discotecas mallorquinas, sin olvidarnos de las playas, se desarrolla una trama donde las relaciones de pareja nunca son convencionales, y lo que pudiera en un principio ser un crimen por encargo se convierte al final en una rocambolesca historia de pasiones cruzadas y de casualidad.


El alquimista impaciente, en cambio, transcurre entre cierta zona de la alcarria de Guadalajara, donde hay una Central nuclear, y donde trabaja la víctima, el ingeniero Trinidad Soler, y Madrid. En este caso la doble vida del muerto es el elemento que se va destapando a medida que avanza la novela, y que termina por descubrirnos las malas artes empresariales como las culpables sin escrúpulos a la hora de competir por el euro. También en Madrid y en un pueblo de su provincia, Ciempozuelos, transcurrirá la quinta –y estamos dando un salto–, La estrategia del agua. Quizá es en cierto modo la más anómala, ya que el caso casi está resuelto desde el comienzo, a pesar de que las primeras pesquisas apunten a un asunto de drogas, porque de lo que se trata aquí no es tanto el descubrimiento del malo o la mala, sino de lo injusta que es la justicia y de las trampas que se le pueden poner, y más cuando se trata de un caso de la custodia de un hijo. Quizá sea una novela ideológicamente partidista, no en vano el propio Bevilacqua está divorciado y tiene un hijo, aunque ya cerca de los dieciocho años, pero la minuciosidad que hemos resaltado como la característica más importante de este autor y personaje aquí es llevada al extremo. El caso en sí se resuelve en apenas cinco días, de miércoles a lunes y, en una novela de algo más de 400 páginas, al primer día del caso se le dedican las primeras 182. Pero la muerte, por medio de un asesino profesional, de Óscar Santacruz no quedará impune y su hijo, de tan solo ocho años, vivirá sabiendo quién ha sido el culpable.

Retrocedemos a la tercera, La muerte y la doncella y volvemos a una isla, en este caso canaria, La Gomera, con el contraste entre su zona semidesértica y su selva de Laurisilvas, y nos encontramos con que Bevilacqua tiene que recuperar y resolver un caso que en su día no quedó del todo claro y donde hubo un juicio del que el presunto culpable salió inocente. La muerte de Ivan, un chico de veinte años, hijo de una madre un tanto extravagante, Margarethe van Amsberg, y metido en líos de drogas, se quedó en el aire cuando se exculpó al principal sospechoso, el político canario Goméz Padilla. Pero lo que de verdad nos encontramos en la obra es una trama de corrupción que envuelve a la propia Guardia Civil –motivo, el de la corrupción dentro del cuerpo, que volverá a aparecer en la novela que nos ocupa– y también uno de los escasos escarceos amorosos del irónico Rubén con la cabo Anglada destinada allí, en Canarias, y antigua compañera de Virginia.

Un pueblo zaragozano y Barcelona serán los paisajes que nos encontremos en La reina sin espejo, y será también la novela donde aparecerá por primera vez aquel subteniente Robles, que será el asesinado en La marca del meridiano, pero que aquí simplemente funciona para el reencuentro con su pasado de Bevilacqua ya que estuvo destinado durante tres años en Barcelona y Robles ejerció de maestro y cicerone. Pero en realidad la trama se aleja un tanto de esto, que se desarrollará muy ampliamente en nuestra novela, y nos sumerge en un asunto oscuro de una red de prostitución que sólo se descubrirá muy avanzada la novela y unas relaciones de pareja algo fuera de lo normal, pues la muerta, la presentadora de televisión, Neus Barutell y su marido, el escritor Gabriel Altavella, tienen, estando juntos, unas vidas sexuales totalmente independientes. Y de ahí viene el primer acercamiento al caso que en realidad es un cierto alejamiento. No podemos dejar de destacar las constantes referencias literarias con las que se juega en la obra y que tienen su culminación en el carácter simbólico de Alicia a través del espejo

Decimos que esta novela, siendo totalmente independiente, es como una anticipación de la última –hasta el momento–, La marca del meridiano, porque una serie de personajes se repiten, por ejemplo el mosso d’esquadra Riudavets, y, sobre todo, se desenmascara aquel secreto de la vida personal de Bevilacqua, que aquí está anunciado o, más bien, apenas sugerido. Porque La marca del meridiano aparte del descubrimiento de por qué han matado y antes torturado al ahora ya jubilado subteniento Robles, es el descubrimiento de esa vida pretérita, que le ha hecho como es, de aquel incipiente investigador Bevilacqua por las calles de Barcelona –aunque en el presente la novela también se mueva por La Rioja y Cantabria. Como en una novela anterior, La niebla y la doncella, esta también habla de la corrupción dentro del propio cuerpo de la Guardia Civil, pero sólo como metonimia de la corrupción que dentro de nosotros mismos también se da, un demonio o un animal, como se le llama en la novela, que algunos no pueden dominar y otros sólo mal que bien.

Castelldefels, localidad al sur de Barcelona
donde transcurre parte de la trama.

Por último sólo mencionar dos elementos que no quiero dejar sin comentar, los diálogos se sostienen constantemente por la propia idiosincrasia irónica de Ruben, pero esos diálogos sin un gran interlocutor, Virginia, no se sostendrían y no se sostendría ninguna de estas novelas. Todas ellas están hechas a través de ellos, como así se construyó el Quijote. Por eso, posiblemente, las relaciones de pareja no tienen por qué ser siempre del mismo modo, de ahí que aquí, como no podía ser de otro modo, haya una relación de pareja y como se observa en una de las últimas escenas en una playa barcelonesa, una relación de pareja donde los protagonistas se funden en un abrazo que supone, quizá, que esta sea una batalla ganada y no perdida como aquella última del ingenioso hidalgo.







2004. Nadie vale más que otro. [Cuatro relatos]
2013. "Antes de los dieciséis". [Relato online]