No son series de televisión, aunque permiten una secuencia. No son series de televisión policíacas, aunque pueden ser la raíz y son policíacas. No son asesinos en serie, aunque los hay. Son series de detectives o investigadores: Marlowe, Rebus, Conde, Beck, el agente de la Continental, Bosch, Morck, Jaritos, Romano, Grens, Grave Jones y Coffin Johnson, Sejer, Bevilacqua, Wilhelmsen, Adamsberg, Erlendur... Y se sitúan en cualquier lugar, son de cualquier lugar: la muerte está en todas partes.
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lunes, 7 de julio de 2014

Celda número 8, de Anders ROSLUND & Börge HELLSTRÖM




Las novelas de Anders Roslund y Börge Hellström son novelas con mensaje. No son propiamente policiacas y sí lo son. En todas ellas la investigación dirigida por Ewert Grens y llevada por su grupo es parte protagonista, pero no la única y no la más protagonista, sino que el otro elemento, incluso, se convierte en el vértice y parte vertebradora, todo el entramado de las historias parten de este otro elemento, las historias se construyen no para que al final Grens y los suyos triunfen y sean los mejores policías, no, eso apenas tiene valor ni para ellos ni para las tramas, no: todo el entramado está construido para denunciar algo, como iremos viendo al analizar sus novelas. Y ese elemento, el de la denuncia, el del mensaje que trasladan las novelas, es lo que las diferencia.

Y podemos decir que esa característica procede de dos factores principalmente, uno, de la historia propiamente dicha de la novela policiaca sueca, de la buena, la que parte de los pioneros del género allí, la del comisario Beck de la pareja Sjöwall & Wahlöö –ver lectura, y, por otro lado, proviene del periodismo –recordemos que uno de los integrantes de esta otra pareja, Roslund, es periodista, el otro, Hellström es un exdelincuente metido en la lucha por la reinserción de expresidiarios–, del carácter investigador del periodismo, de la investigación que culmina en la denuncia, en la denuncia de lo que no debería ser pero es. Y eso es lo que al final las novelas de Roslund y Hellström consiguen: denunciar.

Pero ese fin último no desmerece y ni mucho menos destruye el carácter novelístico de las novelas, ni mucho menos, todo lo contrario, es decir, aunque esa finalidad esté ahí y no se puede dejar de presenciarla, las tramas, los argumentos, el ritmo –una característica que ya destacamos en la lectura que hicimos en su día de Tres segundos– el ensamblaje entre los dos lados, el de los investigadores y el de los investigados, esto es, la conjunción entre ambos está tan bien construida, la propia estructura, el retrato de los personajes, los finales que no tienen por qué desembocar en lo obvio, aunque confluyan hacia lo que nos tememos, en fin, todo el conjunto nos da unas tramas poco menos que perfectas.

Edward Finnigans upprättelse –algo así como “La reparación de Edward Finnigan”, aquí traducida como Celda número 8, siguiendo el título de la traducción en ingles–, es la tercera novela en la cronología de la serie del comisario Ewert Grens –como vemos en la bibliografía de abajo– pero la cuarta que aquí se traduce de estos dos autores. Y quizá, solo quizá, no es la mejor de todas ellas, luego analizaremos el porqué, pero, como el resto, presenta todas las características positivas que hemos enumerado anteriormente.

La serie empezó con Odjuret (La bestia), una novela que describe la devastación, el sinsentido que provoca en un ser humano, primero, y en una sociedad, después, el ataque sexual y brutal a los niños, en este caso a niñas de apenas cinco años, hablamos de Marie, la hija de Fredrik Steffansson, aunque la novela se inicia con la descripción del flirteo del pederasta Bernt Lund con dos niñas de unos nueve años, Maria e Ida, y su posterior sodomización y asesinato. Y continúa con la persecución de este pederasta antes de que vuelva a hacerlo, como inexorablemente ocurrirá.

Aunque parte de su desarrollo posterior nos sumerge en el mundo de la cárcel y las relaciones poco menos que conflictivas entre los presos –ya hemos comentado el pasado de uno de los autores, Hellström–, aspecto que también será tratado en Tre sekunder (Tres segundos) –ver lectura– recuperando personajes como el aquí ya director de la cárcel de Aspsås, Lenart Oscarsson, o donde aparecen otros que luego tendrán más protagonismo en siguientes novelas, como el drogadicto Hilding Oldéus o Jochum Lang –ligado a la historia personal de Grens–, que aparecerán en la segunda, Box 21 (Estocolmo, Estación Central).

Como vemos, personajes y ambientes que pretenden aportar ese grado de realidad o verosimilitud que perfectamente está conseguido en todas las novelas, excepto posiblemente en la que nos ocupa.


Porque tanto en Estocolmo, Estación Central, que trata del tráfico de mujeres para la prostitución desde los países bálticos hacia Suecia o en Tres segundos donde el tema se centra en los infiltrados de la policía dentro de las mafias, en este caso, de tráfico de estupefacientes, que también provienen de países del Este europeo, como Polonia, en ambos, decimos, la denuncia es evidente: uno, la facilidad y la vista gorda con la que se actúa cuando de prostitución estamos hablando y otra la utilización de personas sin ningún escrúpulo por parte de las autoridades y saltándose todas las reglas del estado de derecho que hagan falta simplemente con el argumento de que es necesario para proteger a la sociedad. Pero, con todo, el resultado no deja de impactarnos.

En cambio, en Celda número 8, que también se mueve en el ambiente de la cárcel, hay algo que no nos termina de encajar, y es posiblemente el ámbito extraño, ajeno, diríamos, en el que se mueve, el del corredor de la muerte en la cárcel de Marcusville en Estados Unidos. Porque esta novela que se inicia con una agresión de John Schwarz a Finn Ylikoski dentro de un Ferry durante la travesía con destino Estocolmo y que deriva en el encarcelamiento y posterior descubrimiento de que este John Schwarz en realidad no existe y tiene una documentación falsa, nos traslada hacia un terreno que se nota que no es el propio, y es un terreno que la novela debe transitar porque la intención precisamente es denunciar la pena de muerte, el ojo por ojo que impera en algunas naciones que llamamos civilizadas.

Sede del edificio de la policía en Estocolmo

Y es esa venganza, que ya apareció en La bestia, en nombre de Fredrik, el padre de la niña de cinco años, o en Estocolmo, Estación Central, a través de Lydia Grajauskas, la prostituta brutalmente apalizada por su chulo, y que, perdida su propia identidad, decide acabar por esa misma vía, es, decimos, el elemento que explica precisamente la instauración de la pena de muerte en algunas sociedades, como el justo castigo que según Edward Finnigan se merece el presunto asesino de su hija de diecisiete años, pero que les saca a estos autores de su medio natural, podríamos decir.

Vista de Södermalm, Estocolmo
Foto: Archivo personal
Y si a eso añadimos ese plan tan perfectamente diseñado, pero un tanto inverosimil, y, en el final, hasta rocambolesco, del funcionario de prisiones Vernon Eriksen con el que termina la novela, entonces nos damos cuenta de que esta, la tercera de la serie, quizá sea la más floja de todas.

Pero hasta aquí no hemos hablado de los personajes: el extraño inspector, Ewert Grens, anclado en el pasado, en el accidente que dejó a su pareja Anni en un estado de daño neurológico severo y permanente; ni de Sven Sundkvist, siempre a la estela de Grens, más sensible, cuyos cumpleaños siempre se ven enturbiados por algún caso; o la jóven Mariana Hermansson, que aparece a partir de la segunda novela y que será la única que de alguna forma venga a modificar en algo el comportamiento de Grens; o de otro de los habituales, el fiscal Lars Ågestam, tan distinto al comisario, que genera los conflictos que los distancia, aunque se necesiten, como en el final de Tres segundos. Y no lo hemos hecho precisamente porque su presencia no entorpece la visión del otro lado, el del conflicto, el de la historia paralela que construye la trama, porque estos personajes la acompañan sin desmerecerla, no ocupan su protagonismo, están al lado, para desvelarla y para mostrarla en su justa medida, porque de eso es de lo que se trata.






2004. Odjuret (La bestia).
2006. Edward Finnigans upprättelse (Celda número 8). Lectura
2007. Flickan under gatan.
2009. Tre sekunder (Tres segundos). Lectura
2012. Tva soldater. Próxima Lectura

miércoles, 28 de agosto de 2013

Hasta la cima de la montaña, de Arne DAHL

Acaba de salir recientemente en español la tercera entrega de la serie del Grupo A: Upp till toppen av berget (Hasta la cima de la montaña) –sólo tres de once y toda la serie va con más de una década de retraso respecto a su sueco original–. 

Y ha dado tiempo en sólo tres actos a que los actores que conforman el Grupo A se unan, se separen y se vuelvan a unir, como ocurre en esta última. La excusa es un caso con muchos testigos que no son tales pues están implicados en otro caso mucho más complejo y ramificado que envuelve a una facción de neonazis, a una red de narcotraficantes procedentes de la antigua Yugoslavia y a pedófilos sin miramientos ni para sus propios hijos. Es decir una trama compleja que se va extendiendo a medida que los siete antiguos componentes del Grupo A se van agregando a la investigación. La frase simple, el párrafo corto, el ritmo ágil vuelven a dominar el estilo de contar de Arne Dahl, como en las anteriores, pero en este caso en una trama mejor estructurada quizá.

Antes fue Ont blod (El que siembra sangre), la primera de la serie sobre el grupo A. Primera publicada por el autor, pero no la primera dentro de la cronología del grupo de investigación criminal, que será la siguiente Misterioso. En ésta se arma el equipo que será el protagonista de las siguientes entregas. Aunque en un principio Paul Hjelm parece el principal, después nos vamos dando cuenta de que el autor utiliza las historias de todos ellos para dar una visión nunca aislada y sí heterogénea de las vidas particulares enmarcadas dentro de una sociedad sueca moralmente en decadencia.  

El que siembra sangre es una trama compleja en la que se importa a un asesino en serie directamente del país de donde nacen: USA. Y que se va engarzando a medida que avanza la novela, para dar un giro imprevisto en el último cuarto de la obra, con una inesperada en principio lucha entre el capitalismo egocéntrico norteamericano y el fundamentalismo de corte islamista. La primera guerra de Irak del primer Bush y sus enmascarados motivos aparece como fondo.

Se podría leer la novela en clave política aportando precisamente ese trasfondo que desencadenará en los atentados del 11 septiembre, aunque no es precisamente ese el interés de la misma. Por ahí quedaría ciertamente coja y no creo que sea la intención del autor.

Si algo tienen las novelas de Arne Dahl es su fácil lectura. Se mantiene un ritmo ágil constante, con cambios de perspectiva a medida que Hultin, el comisario jefe del Grupo A, va repartiendo las tareas a los distintos investigadores y estos se van haciendo cargo de las mismas. Pero desgraciadamente le sobran páginas, como suele ser norma en algunos autores de este género. La perspectiva psicológica no deja de ser ciertamente superficial, no hay profundidad en la acera de los asesinos ni en la de los policías.      

Gamla Stam. Estocolmo.
Foto: Archivo personal
Pero engancha, aunque a veces la verosimilitud esté reñida con la realidad y cierto humor tenga que sustituirla. Los policías se nos hacen accesibles cuando penetramos en su vida que en ningún caso se acerca a lo convencional o establecido, sino que como en la vida misma cada uno se mueve como en aguas movedizas, intentando salvarse de algo como buenamente pueden. Y de ahí nos podemos agarrar para continuar con la serie, ya que los del otro lado no presentan rasgos que nos haga empatizar con ellos, son malos y ya está: ambiciosos, crueles y con todos los defectos que uno se pueda llevar a la cama; en fin: asesinos y ladrones. Y entremedias están los malos menos malos, ni lo uno ni lo otro, que se quedan en eso, aunque el autor se empeñe en salvarlos de alguna forma.






1998. Ont blod. (El que siembra sangre)
1999. Misterioso. (Misterioso)
2000. Upp till toppen av berget. (Hasta la cima de la montaña) Lectura
2001. Europa Blues.
2002. De största vatten.
2003. En midsommarnattsdröm.
2004. Dödsmässa.
2005. Mörkertal.
2006. Efterskalv.
2007. Himmelsöga.
2008. Elva.

lunes, 6 de mayo de 2013

Tres segundos, de Anders ROSLUND & Börge HELLSTRÖM

Tempo. Ritmo. El ritmo es algo primordial en una novela policiaca. No estoy hablando de si es rápida, lenta, trepidante, exhaustiva, veloz o asmática. Estoy hablando de que la novela, cada novela tiene un ritmo que la caracteriza –incluso podríamos decir que cada autor lo tiene, pero no es este el caso, o no de lo que vamos a tratar aquí–, el ritmo de Tres segundos es tan propio que nos lo transmite, nos lo contagia, nos hace a nosotros partícipes de él, nos rodea de tal forma que nos colocamos en el centro, que nos metemos dentro del vehículo de la trama y vamos a donde nos lleve sin mirar atrás en ningún momento, sin preguntarnos en qué momento nos hemos subido en él, en qué momento hemos llamado al taxi y le hemos dado la dirección, y no nos lo preguntamos porque nosotros no lo hemos llamado ni sabemos la dirección hacia donde se dirige, simplemente nos hemos subido a él desde el principio y nos ha llevado, nos lleva hacia donde sea el final, sea cual sea el final, hacia allí nos vemos llevados desde el principio, desde la primera palabra de la novela.

Tres novelas –ya cuatro– se han traducido al español de las seis que esta pareja de periodista y exdelincuente, Anders Roslund y Börge Hellström, han publicado en su sueco original. Hasta ahora Box 21 en su título original, la segunda de la serie protagonizada por el malhumorado Ewert Gens y su cándido compañero Sven Sundkvist, era la de mayor reconocimiento aquí, y siendo buena, la que nos ocupa, Tre sekunder, la supera con creces. Mientras Estocolmo, Estación Central una traducción de Box 21 un tanto alejada del título original, por decirlo sin mayor hincapié (no sabemos por qué esto ocurre tan a menudo en las traducciones de las novelas policíacas)– se centraba en el tráfico de personas para la prostitución procedentes de países bálticos, aquí, en Tres segundos, el argumento nace del tráfico de estupefacientes y su origen vuelve a ser de países de aquella zona, en este caso Polonia.

Vista desde Gamla Stam. Estocolmo
Foto: Archivo personal
La novela está dividida en cinco partes. En la primera que dura de domingo a miércoles se nos presenta Paula o Piet Hoffmann, el infiltrado, el que nos lleva de Polonia a Suecia y de la libertad a la cárcel, el que presencia un asesinato y el asesinado posterior, el que tiene miedo y no se deja dominar por el miedo, el que habla sueco y polaco, porque es sueco y polaco, el delincuente y el policía, el padre de dos niños y una mujer, Zofia, que serán, son la luz al final del túnel, la única luz para salir del humo negro de la oscuridad final. En la segunda Paula tiene treinta y ocho horas para preparar su ingreso en prisión para seguir con su doble misión de introducir y dirigir el nuevo poder de la droga dentro de los muros, pero también para preparar su posible salida de la misma. La tercera parte va de lunes a viernes, el tiempo que dura la misión fracasada de Paula y donde, junto a él, el inspector Grens, como el que ordena el disparo final que dura tres segundos, empieza a tener protagonismo, en realidad el protagonismo se alterna entre el de dentro y el de fuera. Muy bien llevado. En la cuarta parte, el fin de semana posterior, sábado y domingo, Grens es el encargado de desenmascarar todo el entramado que ha llevado a ese injusto disparo y detonación final. 

Västmannagatan, Estocolmo
La quinta y última es la más rápida porque todo está ya hecho y resuelto en realidad, resuelto el primer homicidio del policía infiltrado danés de Västmannagatan 79 cometido por los malos y resuelto el segundo homicidio del policía sueco infiltrado, llamado Paula o Piet Hoffmann, del centro penitenciario de Aspsas cometido por los buenos.

Como suelen decir en las contraportadas o en las fajas a modo publicitario: “Engancha”.  





2004. Odjuret (La bestia).
2006. Edward Finnigans upprättelse (Celda número 8). Lectura
2007. Flickan under gatan.
2009. Tre sekunder (Tres segundos). Lectura
2012. Tva soldater. Próxima Lectura

martes, 23 de abril de 2013

Los terroristas, de Maj SJÖWALL & Per WAHLÖÖ

Terroristerna es la última novela de la serie de diez de “Novela sobre un crimen”. Así llamaron los autores a la serie completa. Pues bien, Los terroristas (traducción de Elda García-Posada para RBA serie negra) es la peor novela de las diez. Pero una buena novela.

Al ser la última los personajes habituales ya están trazados, no acabados, pero sí de alguna forma construidos. No hay sorpresas por ese lado. Martin Beck, después de la ruptura con su mujer, ha encontrado una nueva y mejor pareja: Rhea. Kollberg, el escudero principal de Beck, en El asesino de policías ya había firmado su carta de despedida de la policía y aquí aparece trabajando para un museo de armas y, simplemente, como amigo de Beck. En cambio, otros de los policías que solían aparecer en los casos anteriores, sobre todo, Gunvald Larsson, se desarrollan mucho más e incluso toman el papel pseudo protagonista. Su carácter brusco y nada amigable con respecto a Beck en esta novela cambia y se vuelve más cercano.

Gamla Stam. Estocolmo
Foto: Archivo personal
Pero la trama no engancha y los casos no son llevaderos. La secuencia sería como sigue: primero Rebecka Lind es juzgada por un atraco a un banco que en ningún momento se ha producido. Debido a la incompetencia de unos en el episodio narrado, y al sarcasmo de los autores al contar el desarrollo del juicio, nos lleva a reírnos de la desastrosa y autocomplaciente sociedad sueca que describen los autores. De la incomprendida joven –versus sociedad incomprensible– pasamos al atentado terrorista, que podríamos considerar la trama principal de la novela. Son dos historias desgajadas, que incomprensiblemente se unen al final porque la desahuciada Rebecka decide vengarse cometiendo un magnicidio que en ningún momento la novela ha anunciado ni previsto. De ahí la falla de la obra. Sabemos las causas de ese asesinato pero los lectores no lo han podido esbozar ni seguir casi por ningún lado en el desarrollo de la obra. En cuanto a los terroristas, después de que la realidad del siglo XXI nos los han presentado como nuestros nuevos vecinos, no podemos dejar de pensar que su construcción deja algo bastante que desear. Y su caza también. Si bien la detención de los dos japoneses nos ha recordado episodios parecidos ocurridos tanto en España como en otros países europeos, la necesaria inyección de adrenalina no ha llegado a nuestro cerebro.  No vamos a entrar en la psicología de los terroristas porque brilla por su ausencia.

¿Por qué decimos, entonces, que la novela es buena? Por cómo se narra. Si algo nos han dejado la pareja de autores suecos es su limpieza en la estructura de la frase, su lenguaje lavado y expresivo. Su sutileza, en definitiva, a la hora de mostrarnos el lado negro con un lenguaje blanco, limpio. Podríamos decir puro si no fuese por que lo que describe es el lado culpable, tanto de los individuos como de la sociedad. Esa atrayente y repulsiva sociedad del bienestar.




1965. Roseanne. (Roseanna)
1966. Mannen som gick upp i rök. (El hombre que se esfumó)
1967. Mann epa balkongen. (El hombre del balcón)
1968. Den skrattande polisen. (El policía que ríe)
1969. Brandbilen som försvann. (El coche de bomberos que desapareció)
1970. Polis, Polis, potatismos! (Asesinato en el Savoy)
1971. Den vedervärdige mannen fran Säffle. (El abominable hombre de Säffle)
1972. Det slutna rummet. (La habitación cerrada)
1974. Polismördaren. (El asesino de policías)
1975. Terroristema. (Los terroristas) Lectura