No son series de televisión, aunque permiten una secuencia. No son series de televisión policíacas, aunque pueden ser la raíz y son policíacas. No son asesinos en serie, aunque los hay. Son series de detectives o investigadores: Marlowe, Rebus, Conde, Beck, el agente de la Continental, Bosch, Morck, Jaritos, Romano, Grens, Grave Jones y Coffin Johnson, Sejer, Bevilacqua, Wilhelmsen, Adamsberg, Erlendur... Y se sitúan en cualquier lugar, son de cualquier lugar: la muerte está en todas partes.
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sábado, 7 de septiembre de 2013

Adiós, princesa, de Juan MADRID

Casa Camacho. Malasaña. Madrid
Foto: Archivo personal
Para alguien que viva en Madrid, leer las andanzas de Toni Romano es un placer. Y es un placer porque el Madrid de Juan Madrid, el de Toni Romano, es un Madrid de nostalgia que se hace realidad porque es tan real como Toni Romano. Y es un Madrid tanto céntrico como de las afueras, tanto de barrios pobres como ricos, pero es un Madrid de bares, de muchos bares que se sitúan sobre todo en el barrio de Maravillas o de Malasaña, aunque también del cercano Conde Duque o de Lavapiés o del centro centro, donde él vive en la calle Esparteros entre la puerta del Sol y la plaza Mayor.

Pero estamos hablando de un Madrid que se va transformando pues la primera novela Un beso de amigo es de 1980 mientras que la última Adiós, princesa o –si la incluimos– Bares nocturnos son de finales de la primera década del siglo XXI, es decir han pasado cerca de treinta años. Y el Madrid, pese a la nostalgia, ya no es el mismo, como tampoco es el mismo ni el personaje principal, que pasa de querer llamarse Toni Romano a Antonio Carpintero, su verdadero nombre, y eso a pesar de que la evolución cronológica de la serie es un tanto confusa y de ahí los problemas que nos vamos a encontrar constantemente de incongruencias y de repetición de nombres en personajes distintos. Pero luego entraremos en ello un poco más.

Adiós, princesa es la última novela de Antonio Carpintero –a partir de ahora siempre Toni Romano, a pesar del cambio de gusto de su personaje con respecto a cómo quiere que le llamen– como protagonista, escrita como todas las demás en primera persona, pero con Juan Delforo como personaje central de la trama. Este Juan Delforo salió por primera vez en Grupo de noche, la sexta de la serie, pero de forma tangencial, simplemente como un personaje que Toni Romano se encontraba en alguno de sus bares habituales, pero no como el vecino del apartamento de al lado, como es el caso en esta novela y como amigo desde hace veinte años de Toni Romano.

Y siendo la última, Adiós, princesa, y la más conseguida, la más compleja, donde el argumento, el estilo e, incluso, los personajes están más trabajados se aleja con mucho de la calidad de las primeras tres novelas de la serie: Un beso de amigo, Las apariencias no engañan y Regalo de la casa, las tres de los años ochenta; donde bien demostraba Juan Madrid cómo era eso de construir una original novela negra ambientada como debe de ser en los bajos fondos en este caso de una ciudad como Madrid, con personajes sin fondo, demacrados, codiciosos y violentos y con ambientes cargados de humo, de oscuridad, de desidia y de alcohol, como el propio Toni Romano, con una salvedad, y es que Romano sabe donde están los límites o al menos lo intuye.

Pero Adiós, princesa ha dejado de ser una novela negra para convertirse en una novela policiaca, con Antonio Carpintero intentando salvar a su presunto hijo Silverio San Juan de sus desvaríos adolescentes e intentando salvar a Juan Delforo, su presunto vecino, de sus problemas de amoríos y literarios. Del primero en cierta forma consigue salvarlo, a Delforo, pero el problema literario no tiene solución si no es volviendo –en palabras del propio Juan Madrid en boca del diario de Lidia Ripoll– a las novelas esquemáticas, vulgares, llenas de palabrotas y sin vuelo literario alguno. Algunas de estas características están en Adiós, princesa, mas depuradas, pero sin dudarlo describen asombrósamente bien las tres primeras de la serie.

En cuanto a las otras tres, anteriores a esta última, intentan repetir el método, Mujeres & Mujeres y Cuentas pendientes en los años noventa y Grupo de noche ya en los dos mil, pero es un remedo y con pesar llena de incongruencias cronológicas como hemos mencionado antes.

Adiós, princesa es una buena novela donde Toni Romano, un ex policía, ex boxeador, ex fisonomista se ha convertido en Antonio Carpintero y por segunda vez –aunque aquí parece ser la primera, otro ¿despiste? más– padre de un hijo con diecinueve años y de alguna forma abogado defensor de Juan Delforo –trabaja para su abogado– y ya no es lo mismo. Pero lo que no cambia es el lugar de la corrupción, no tanto en los bares de alterne, ya escasos, o en los bajos fondos de las ciudades como en las coctelerías para adinerados y en las altas esferas de la sociedad y, claro, en la propia policía, por eso Antonio Carpintero o Toni Romano no ha dejado de ser nunca un ex policía, que no puede dejar nunca de meter la nariz donde no le llaman, le pese a quien le pese e, incluso, donde le llaman, a pesar de todo.






Bodegas Rivas. Conde Duque. Madrid
Foto: Archivo personal
1980. Un beso de amigo.
2009. Bares nocturnos. (El protagonista es Silverio San Juan, pero Toni Romano aparece como personaje secundario)

martes, 20 de agosto de 2013

El martillo azul, de Ross MACDONALD

Las novelas de Ross Macdonald presentan siempre el mismo esqueleto, como los seres humanos, los mismos huesos con la misma distribución, lo que varía: corte de pelo, color de ojos, edad, pobreza o riqueza… sólo son excusas para mostrar la misma desgracia e incomprensión, provocadas por la codicia y el amor o desamor.

Casi siempre son padres con problemas matrimoniales, a veces él mayor que ella, ésta incluso con algún bagaje problemático, aunque ellos no se quedan atrás, suelen, ellas, conservar cierta belleza que rememora una anterior dicha. En cuanto a los hijos o hijas, su principal adversidad son sus propios padres y después ellos mismos.

Y el relato. El relato siempre se desvela al final. El relato verdadero no es el que se ha ido trazando a lo largo de la trama, que está lleno de desvíos, desajustes, engaños y mentiras, sino el último, el que se conoce en el desenlace, siempre con Lew Archer como el narrador omnisciente final, que consigue desentrañar todo el estropicio de robos, muertes simuladas y asesinatos violentos en un relato fidedigno último, donde los malos quedan descubiertos y desnudos ante su propia miseria.

Eso ocurre en The Blue Hammer (El martillo azul), la última novela de Ross Macdonald, donde el esquema se vuelve a repetir, en este caso el inicio es un robo de un cuadro de un artista conocido en la ciudad (Richard Chantry), desaparecido hace años, a manos del amigo (Fred Johnson) de la hija (Doris) de unos padres adinerados (los Biemeyer, Jack y Ruth), propietarios de la pintura. Pero eso es solo el planteamiento inicial, posteriormente viene el primer asesinato en el presente del marchante de arte Paul Grimes, que directamente va empujando la investigación hacia los antecedentes, hacia la genealogía, donde la historia de la desaparición del artista Richard Chantry cobra mayor protagonismo que el cuadro buscado en el presente, y sólo a partir del descubrimiento de los hechos del pasado se encuentra la verdad sobre el caso del presente.

Podríamos decir lo mismo de The Goodbye Look (La mirada del adiós), donde el buscado es Nick Chalmers, un chico con demasiados problemas psicológicos, cuyas causas se encuentran en la historia, genealógicamente desvelada, de sus padres, más que en los sucesos recientes que han ocasionado que Lew Archer aparezca en escena. O con The Far Side of the Dollar (El otro lado del dólar) donde el huido o desaparecido es el chico Tom Hillman, internado en un centro para jóvenes problemáticos por sus propios padres.

O, aunque cambie algo el esquema, como en Black Money (Dinero negro) o The Barbarous Coast (La costa Bárbara), al final todo se resume en un rastreo sobre vericuetos escabrosos del pasado que ocasionan las desdichas del presente.

El gusto de leer a Ross Macdonald o de seguir las vicisitudes de Lew Archer no está en lo inesperado de sus tramas –inexistente, a pesar de las continuas sorpresas finales– ni en buscar la excepción de los personajes –siempre son los mismos, pero con distintos nombres–, el gusto de perseguir a Lew Archer o de leer a Ross Macdonald es que cada lectura es una relectura. Y con cada relectura nos inmiscuimos en los mismos ambientes californianos –Lew Archer se recorre toda California en sus casos, no sólo Los Ángeles donde tiene su oficina, incluso, a veces, traspasando sus límites (Nevada, Arizona…) cuando el caso lo requiere–, nos encontramos con los mismos personajes, con los mismos problemas de codicia, de despecho, de envidias y de amores falsos y auténticos que nos forman y nos conforman, que, más bien, nos constituyen, dándonos una forma universal, como si nuestro lugar en el mundo fuera siempre y sin excepción un lugar fuera de lugar, excepto para Lew Archer, que sabe colocar cada pieza en su sitio.






  (1) 1949. The Moving Target. (El blanco móvil)
  (2) 1950. The Drowning Pool. (La piscina de los ahogados)
  (3) 1951. The Way Some People Die. (La forma en que algunos mueren)
  (4) 1952. The Ivory Grin. (La mueca del marfil o La sonrisa de marfil)
  (5) 1954. Find a Victim. (En busca de una víctima)
  (6) 1956. The Barbarous Coast. (La costa bárbara)
  (7) 1958. The Doomsters. (Los maléficos o Los malignos)
  (8) 1959. The Galton Case. (El caso Galton) Lectura
  (9) 1961. The Wycherly Woman. (La Wycherly)
(10) 1962. The Zebra-Striped Hearse. (El coche fúnebre pintado a rayas)
(11) 1964. The Chill. (El escalofrío)
(12) 1965. The Far Side of the Dollar. (El otro lado del dólar)
(13) 1966. Black Money. (Dinero negro)
(14) 1968. The Instant Enemy. (El enemigo insólito)
(15) 1969. The Goodbye Look. (La mirada del adiós)
(16) 1971. The Underground Man. (El hombre enterrado)
(17) 1973. Sleeping Beauty. (La bella durmiente)
(18) 1976. The Blue Hammer. (El martillo azul) Lectura

2007. The Archer Files. (El expediente Archer) [recopilación de todos los relatos (y algunas obras inconclusas) donde aparece Lew Archer. Relatos:

“En busca de la mujer” (1946)
“Muerte en el agua” (2001)
“La mujer barbuda” (1948)
“Extraños en la ciudad” (2001)
“Chica desaparecida” (1953)
“La siniestra costumbre” (1953)
“El suicidio” (1953)
“Rubia culpable” (1954)
“Empresa inútil” (1954)
“El hombre enfadado” (2001)
“Azul medianoche” (1960)
          “Perro dormido” (1965).]

lunes, 8 de julio de 2013

La última causa perdida, de Dennis LEHANE

¿Qué es lo que mueve a Patrick Kenzie y Angela Gennaro? La rabia y la venganza. El tesón y la tozudez. La juventud y la ignorancia.

Las cinco primeras historias de esta pareja siguen un mismo patrón, mientras la que nos ocupa, Moonlight Mile (La última causa perdida), escrita unos diez años después de la anterior, es una despedida y siguiendo con su finalidad, –la de la despedida– también es un cambio de patrón. Porque, si hubiese seguido con el mismo, o Kenzie hubiera muerto despedazado o Angie hubiese sido violada y asesinada o ambos hubieran sucumbido de alguna forma cruel o, incluso, hasta su hija Gabby hubiese sido secuestrada y algo más. Aquí Lehane tenía que parar y no ha encontrado mejor forma de hacerlo que desgajar la sexta novela de la serie, es decir, cargarse la serie. Aunque tenga los mismos protagonistas, en realidad no son los mismos. Se parecen, tienen cosas iguales, casi son calcados, con unos años de más, eso sí, pero no. No son ellos. Les falta algo. O, más bien, tienen algo que antes no tenían o no se daban cuenta que  tenían: algo que perder.

Y eso es lo que de alguna forma caracteriza a las primeras cinco. En ellas Kenzie y Gennaro o Patrick y Angie se acercan tanto a los malos: su violencia, su rabia, sus ganas de venganza también, en cierto modo, que no se diferencian en demasía, no en vano su mejor amigo, Bubba Rogowski, es un traficante de armas sin ninguna consideración hacia los demás. Son tan capaces de volarles la cabeza a los asesinos como éstos a ellos. Y así ocurre.

Estamos en Boston, quizá la ciudad más europea de Estados Unidos, con sus irlandeses sobre todo, pero también sus italianos y, al final, también los rusos o chechenos o bielorrusos o moldavos, la nueva mafia; y la mayoría de las escenas no salen de la ciudad, aunque a veces las tramas les puedan llevar como en Sacred (Lo más sagrado) hasta Florida por ejemplo. Pero normalmente ocurren en Boston y no solo en Boston, sino en el barrio obrero de Dorchester, donde los protagonistas se criaron. Darkness, Take My Hand (Abrázame, oscuridad) se desarrolla allí y relaciona un caso actual de un asesino en serie con otros que se remontan a la época de su infancia y que incluso afecta al maltratador padre de Kenzie.


Esa suciedad del mundo que nos rodea, que nos mostró los inicios de la novela negra, esa suciedad que se traduce en muerte indiscriminada y violencia desmedida es lo que Lehane aprendió de los maestros y que pone en práctica en todas las novelas de esta serie y las lleva al extremo. Pero es una suciedad que también afecta a Kenzie y Gennaro como afecta constantemente a la clase política, en A Drink Before the War (Un trago antes de la guerra) o a la misma policía. En Gone, Baby, Gone (Desapareció una noche), quizá la mejor urdida de todas junto a Prayers for Rain (Plegarias en la noche), el secuestro o desaparición de una niña de cuatro años, Amanda, se convierte en el descubrimiento de que los policías también quebrantan la ley a su antojo y no saben delimitar lo legal con lo moral y llegan a extremos de crueldad inherente en un principio sólo para los delincuentes o asesinos.

Y es esta novela la que da pie al argumento de la última, Moonlight Mile, y al cierre de la serie. Amanda vuelva a desaparecer, aunque ahora tenga dieciséis años y no sea un secuestro sino una huida. Y ella sea al final la que de alguna forma mueva los hilos. No es buena, la novela, o, mejor, no se ajusta a los esperado pues no es ya de la serie Kenzie y Gennaro, porque aquí se vuelven humanos, mientras que antes eran animales salvajes que perseguían y se defendían de otros animales salvajes igual o más salvajes. Y con sus mismas armas. Y su misma violencia.





1994. A Drink Before the War. (Un trago antes de la guerra)
1996. Darkness, Take My Hand. (Abrázame, oscuridad)
1997. Sacred. (Lo que es sagrado)
1998. Gone, Baby, Gone. (Desapareció una noche)
1999. Prayers for Rain. (Plegarias en la noche)
2010. Moonlight Mile. (La última causa perdida) Lectura

sábado, 22 de junio de 2013

Cosecha roja, de Dashiell HAMMETT

El agente de la Continental –el agente de la Agencia Continental de Investigaciones de San Francisco– aparece en dos novelas de Dashiell Hammett (1894-1961) y en (según mis cuentas) 28 cuentos que fueron publicados por primera vez en revistas como Black Mask. Las dos novelas son The Dain Curse (La maldición de los Dain) que más parece una novela de aventuras que una novela policíaca, aunque lo sea; y Red Harvest (Cosecha roja), la que nos va a ocupar en este comentario, la mejor novela de Hammett junto a The Glass Key (La llave de cristal) y la iniciadora del genero negro policíaco americano o hard-boiled.

La historia de Red Harvest no se sitúa en San Francisco –como la mayoría de las obras de Hammett o de las tramas del agente de la Continental– sino en Personville, también conocida como Poisonville, y contiene todos los ingredientes que conjuntan la novela negra: una mujer fatal (Dinah Brand), bella, ambiciosa y sin límites morales; una ristra de amantes de una u otra forma despechados (Bill Quint, Dan Rolff, Donald Willsson, el primer asesinado, su padre Elihu Willsson, el viejo, o Max Thaler, uno de los gánster); la ley seca y la gran depresión de los años veinte; los entramados políticos, marcados por la corrupción, y, por último y más característico, una extrema violencia. Y si algo mueve esa extrema violencia es el poder, el poder del dinero y el poder del poder, de la lucha por el poder y del mantenimiento del mismo si ya se posee.

Dinero, poder y un arma en la mano. Con eso no hay cortapisas morales que limiten la acción. Y esa ponzoña es la que penetra en el agente de la Continental que llega a Personville llamado por el muerto Donald Willsson y desdeñado por todos los demás que aparecen en la novela, el primero el todopoderoso y magnate de la comunicación Elihu Willsson y después el jefe de policía Noonan, tan corrupto como el contrabandista de alcohol Pete, el Finlandés, o como Lew Yard, o, el ya citado, Max Thaler o, posteriormente, Reno. Todos ellos se han repartido Personville y la han convertido en Poisonville y ese veneno se ha inoculado tan dentro de todos que no existe contraveneno, no hay vacuna que lo cure. El que entra dentro se convierte en otra persona, como el mismo protagonista dice en algún momento en la novela. Sólo alejándose de esa ciudad es posible no sentirse atrapado por esa espiral de violencia y de muerte, de asesinatos continuados en lo que se va a convertir todo el escenario. No en vano uno de los capítulos de la novela se titulará “El decimoséptimo asesinato”. Y será el de ella y posiblemente a manos del propio agente de la Continental. Y no será el último.


Si en el desarrollo posterior de la novela negra el detective también adquiere ese aura de atractivo que desprenden la mujeres protagonistas, como el mismo Sam Spade o después Marlow, lo que caracteriza al agente de la Continental es en extremo lo opuesto, es un ser sin ningún atractivo físico, para más añadidura está gordo, por ejemplo, pero si algo hay en él que todos los demás también tendrán es la perseverancia y la falta de escrúpulos para conseguir lo que en algún momento él considera justo: que los malos paguen de una u otra forma por lo que hacen. Eso sí, sin saltarse las normas de la Agencia, excepto en algunos pequeños e insignificantes casos.    

Si las dos novelas del agente de la Continental presentan esa dicotomía de la que hablé al principio, mientras una, The Dain Curse, se puede decir que es una novela novelesca y la otra Red Harvest es el ataque más virulento a la corrupta sociedad americana de la época, los cuentos donde aparece el agente de la Continental también se pueden clasificar en esas dos vertientes, siendo, claro, los más interesantes los que siguen los parámetros de esta segunda versión como “The Big Knockover” (El gran golpe) o “$. 106.000 Blood Money” (Dinero sangriento).






Novelas:
1929. Red Harvest. (Cosecha roja). Lectura
1929. The Dain Curse (La maldición de los Dain)

Cuentos (ordenados según su primera publicación en libro):
1943. Blood Money.
“The Big Knockover”. (El gran golpe)
          “$. 106.000 Blood Money”. (Dinero sangriento)
1945. The Continnental Op.
“Fly Paper”. (Papel cazamoscas)
          “Death on Pine Street”. (Muerte en la calle Pine)
          “Zigzags of Treachery”. (Tradiciones en zigzag)
          “The Farewell Murder”. (El crimen de Farewell)
1945. The Return of the Continnental Op.
“The Whosis Kid”. (El menda)
          “The Gutting of Couffignal”. (El saqueo de Coufignall)
          “Dead and Company”. (Muerte y Cía)
          “One Hour”. (Una hora)
          “The Tenth Clue”. (La décima pista)
1946. Hammett Homicides.
“The House in Turk Street”. (La casa de la calle Turk)
          “The Girl with the Silver Eyes”. (La muchacha de los ojos de plata)
          “Night Shots”. (Disparos en la noche)
          “The Main Death”. (La muerte de Main)
1947. Dead Yellow Women.
“Dead Yellow Women”. (El asesinato de las criadas chinas)
          “The Golden Horseshoe”. (La herradura dorada)
          “House Dick”. (El sabueso del hotel)
          “Who Killed Bob Teal?” (¿Quién mató a Bob Teal?)
1948. Nightmare Town.
“The Scarched Face”. (La cara quemada)
          “Corkscrew”.
1950. The Creeping Siamese.
“The Creeping Siamese”. (Los siameses rastreros)
          “Tom, Dick or Harry”. (Tom, Dick o Harry)
          “This King Business”. (Estirpe real)
1952. Woman in the Dark.
“Arson plus”. (Incendio provocado y algo más)
          “Shippery Fingers”. (Dedos escurridizos)
          “The Black Hat that wasn’t there”. (El sombrero negro que no estaba allí)
1962. A Man named Thin.
          “The Gatewood Caper”. (El rapto)