No son series de televisión, aunque permiten una secuencia. No son series de televisión policíacas, aunque pueden ser la raíz y son policíacas. No son asesinos en serie, aunque los hay. Son series de detectives o investigadores: Marlowe, Rebus, Conde, Beck, el agente de la Continental, Bosch, Morck, Jaritos, Romano, Grens, Grave Jones y Coffin Johnson, Sejer, Bevilacqua, Wilhelmsen, Adamsberg, Erlendur... Y se sitúan en cualquier lugar, son de cualquier lugar: la muerte está en todas partes.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Cuesta abajo, de Michael CONNELLY



Hieronymus “Harry” Bosch es “a man on a missión”, como se describe constantemente en las novelas de su autor. En The Drop (Cuesta abajo), en realidad, tendrá dos misiones, descubrir casi por casualidad a un asesino en serie y desentrañar entre la hojarasca de las ambiciones políticas un camino que no esté demasiado manchado.


Parece que Michael Connelly va alternando en los últimos años –pues este autor va a novela por año– una de Harry Bosch con otra de Michael Haller (ver lectura), su hermanastro por parte de padre, cuando no los incluye a ambos en la misma novela, dándole a cada uno un determinado protagonismo.

Así si tomamos en cuenta los últimos cinco años, más o menos, desde el 2008 hasta ahora, el 2013, tenemos para el que nos ocupa, el detective Harry Bosch, Nine Dragons (Nueve dragones) del 2009, la mencionada The Drop (Cuesta abajo) del 2011 y The Black Box (La caja negra) del 2012; a las que hay que añadir The Brass Verdict (El veredicto) del 2008 y The Reversal del 2010, recién editada en español como La revocación (2014), donde comparte protagonismo con su hermanastro, el abogado Michael Haller. Y de Haller, pero sin Bosch, tendríamos además The Fifth Witness del 2011 y, la última publicada hasta la fecha por Connelly, The Gods of Guilt del 2013 (ver serie abajo), ambas sin traducir todavía (Lectura).

De las que se consideran de la serie de Harry Bosch, en realidad, podríamos desechar El veredicto porque está escrita en primera persona y con la voz de Michael Haller como guía del argumento, mientras que en todas las de Bosch es una tercera persona –con alguna excepción como Luz perdida narrada en primera la que nos desentraña las opiniones, pensamientos y sentimientos del detective y nos va relatando las vicisitudes de los distintos casos. A ellas habría que añadir La revocación, en la que se alternan capítulos en primera persona con la voz del abogado Haller y en tercera desde el punto de vista de Bosch.

Aquí, en La revocación, el argumento entremezcla las vidas de los dos personajes, convirtiendo a Michael Haller por una vez en fiscal, cuando en realidad es un abogado defensor, que va a intentar que un asesino y violador de niñas, Jason Jessup, no salga de la cárcel, después de veinticinco años en ella, debido a las nuevas pruebas de ADN que han salido en su caso. Para ello, Haller trabajará mano a mano con su ex-mujer, Maggie McPherson, de la oficina del fiscal y tendrá como investigador encargado del caso a Harry Bosch. Mientras que El veredicto sirvió como un primer acercamiento entre ambos, donde Bosch de alguna manera salva la vida de Haller, cuando este asume el caso de la defensa de un magnate de la industria cinematográfica que había sido acusado de haber asesinado a su mujer y a su amante, y el argumento se enreda incluso con el FBI y las mafias de por medio.

Entre ambas se sitúa Nueve dragones. En ella Bosch se encontrará con el peor caso o uno de los peores casos de su historia, el secuestro de su hija Maddie en Hong Kong, donde vive con su madre. En realidad la trama se inicia en Los Ángeles con el asesinato del señor Li en un posible atraco en su tienda de alimentación, aunque todo se complicará cuando Bosch crea que ambos casos están relacionados, pues el posible asesino del señor Li tiene previsto huir a Hong Kong. Ésta es una novela casi exclusiva de Bosch –Haller sólo aparece anecdóticamente en una de las escenas finales para defender la actuación desbordada del detective en Hong Kong frente a la policía de allí que ha venido a pedir explicaciones–, donde la vida personal del detective da un vuelco con la muerte de la madre de su hija y la venida de Maddie a vivir a Los Ángeles con él. También es la primera aparición del que será su futuro compañero Chu.

Y ya llegamos a las dos últimas editadas por RBA en orden inverso a su aparición en su lengua original y también con respecto a la cronología interna de la serie. La caja negra (ganadora el año pasado del VI Premio RBA de Novela Negra) es un típico caso frío, donde ahora trabaja Harry Bosch, el asesinato de una periodista danesa, ocurrido en 1992 durante las revueltas raciales de ese año en Los Ángeles. Pero ese hecho le ocasionará enfrentarse con su nuevo jefe, Cliff O'Toole, –algo habitual en el carácter de Bosch– y a ser investigado por asuntos internos, aunque esto no le impedirá desentrañar el caso, que le llevará hasta Modesto en Central Valley y hasta unos asesinos provenientes de la primera guerra del golfo. Aquí la vida personal de Bosch se vuelve más estable, vive con su hija y parece que tiene una nueva pareja, Hannah Stone, que ya había aparecido en Cuesta abajo.

The Drop o Cuesta abajo, novela editada originalmente en el 2011, pero recién salida aquí, es una novela intensa, de ritmo ágil –quizá la mejor característica de las novelas de Connelly sea precisamente eso, su ritmo, que te va llevando sin descanso hacia el crecendo final, como si fueses “cuesta abajo”– y donde el argumento tiene que ver con ese ambiguo título, pues la investigación se inicia con la “caída”, que puede ser suicidio o asesinato, del hijo de un antiguo jefe y enemigo de Bosch, ahora político, Irvin Irving, desde el balcón de un hotel. Pero también con el “descenso” hacia la definitiva jubilación del propio Bosch, pues al fin y al cabo también está en juego en esta trama de asuntos turbios políticos su propio futuro como detective.


Y quizá sea el otro caso del complejo argumento, uno de los casos fríos, que le llevará a descubrir al final de la trama a un pedófilo y asesino en serie otro elemento característico de sus historias, Chilton Hardy, que ha campado a sus anchas durante los últimos veinte o treinta años, el que le dará el empujón definitivo para saber que él sigue siendo “a man on a mission” –una herencia que cada vez vemos más claro cómo Connelly transmite a su hija Maddie–.  






1992. The Black Echo (El eco negro).
1993. The Black Ice (El hielo negro).
1994. The Concrete Blonde (La rubia de hormigón).
1995. The Last Coyote (El último coyote).
1997. Trunk Music (Pasaje al paraíso).
1999. Angels Flight (El vuelo del ángel).
2001. A Darkness More Than Night (Más oscuro que la noche). [También con Terry McCaleb]
2002. City of Bones (Ciudad de huesos).
2003. Lost Light (Luz perdida). [Aquí es Investigador privado]
2004. The Narrows (Cauces de maldad). [Investigador privado. Terry McCaleb es personaje secundario]
2005. The Closers. (Último recurso).
2006. Echo Park (Echo park).
2007. The Overlook (El observatorio).
2008. The Brass Verdict (El veredicto). [Perteneciente la serie del abogado Michael Haller, aunque Bosch aparece de manera secundaria]
2009. Nine Dragons (Nueve dragones).
2010. The Reversal (La revocación). [También con Michael Haller]
2011. The Drop (Cuesta abajo). Lectura
2012. The Black Box (La caja negra).

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2005. The Lincoln Lawyer (El inocente).
2008. The Brass Verdict (El veredicto). [Harry Bosch es personaje secundario]
2010. The Reversal (La revocación). [También con Harry Bosch]
2011. The Fifth Witness.
2013. The Gods of Guilt. Lectura

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Legado en los huesos, de Dolores REDONDO

("Trilogía del Baztán")


Acaba de salir Legado en los huesos de Dolores Redondo, la segunda parte de la "Trilogía del Baztán" –cuya tercera ya tiene título, Ofrenda a la tormenta–, y a principios de este mismo año 2013 salió la primera parte, El guardián invisible. Es decir, en poco tiempo vamos a tener en las librerías la trilogía completa, y, si hacemos caso a las fajas y solapas del libro y a la propia editorial y su departamento de marketing y publicidad, también estará en las librerías de al menos veintitrés países más. Esto es lo que se llama un fenómeno. 

Y los fenómenos pueden ser o algo sobrenatural o de ventas, y duran o no, depende. Quizá ayude a saberlo, aunque no lo creo, de qué está hecho el fenómeno.

Hay una serie de singularidades que parece que pueden hacer atractivas las novelas, singularidades que les dan ese toque de originalidad que quizá puedan disimular los elementos que chirrían. Pero también esas particularidades pueden distorsionar lo que en un principio pretendían potenciar. Empecemos:

Amaia Salazar es una inspectora de la Policía Foral de Navarra, ha estudiado en Quántico –sí, allá, en USA– y por eso es especialista en perfiles de asesinos en serie y, sobre todo, los asesinatos, tanto en la primera como en la segunda novela, se están cometiendo en el pueblo donde ella se crió, Elizondo, o cerca de él. De ahí que se traslade desde Pamplona, donde trabaja y tiene su residencia habitual, a ese pueblo por donde pasa el río Baztán –que da título a la trilogía– y donde viven sus hermanas y su tía paterna.

En El guardián invisible las asesinadas son niñas en la primera fase de su adolescencia, niñas que aparecen de la misma forma, cerca del río Batzán, en el bosque, medio desnudas, cortada la ropa y abierta por el centro del cuerpo, boca arriba, pero sin agresión sexual –excepto una–, y con un típico dulce navarro, el txantxigorri, colocado en su pubis, pero en una representación que  simboliza la pureza. El culpable es el basajaun.

En Legado en los huesos vuelve a haber un asesino en serie, pero más que asesino es el inductor de los asesinatos que en un principio parecen ser propios de violencia de género donde el hombre mata a la mujer y después se suicida, pero en todos ellos hay un brazo de las mujeres sesgado y una firma, Tarttalo, dirigido a la, ahora ya, inspectora jefe de homicidios, Amaia Salazar.

Y empecemos con esas singularidades: el basajaun es el guardián del bosque en la mitología vasco-navarra y el tarttalo es un cíclope y por tanto come carne humana. Pero no sólo queda ahí la cosa, aparecen también las belagiles o brujas –una de las niñas asesinadas, por ejemplo–, Mari, la sacerdotisa o dama de la tormenta o el mairu-beso o los huesos del niño muerto no bautizado. Es decir, todos ellos reclamos de una mitología poco conocida, la vasca.

A todo esto hay que añadir elementos históricos poco o nada conocidos, que en algunos casos sirven de excusa para la historia como los agotes o el inquisidor Salazar en la segunda novela, e incluso referencias al Opus Dei y al Vaticano, como ese psiquiatra, el padre Sarasola, que se hace cargo de la madre de Amaia, Rosario, encerrada en un centro psiquiátrico de máxima seguridad. Con ellos enlazamos con la vida familiar de la inspectora “estrella”, porque ambas tramas no existirían sin la presencia de Flora, la hermana mayor, de Amaia, que regenta el obrador de la familia, donde entre otras cosas se fabrican los txantxigorri mencionados anteriormente, muy protagonista en la primera novela y enemiga absoluta de su hermana, o Ros, la mediana, débil, necesitada de ayuda, aunque en la segunda novela sea ella la que se encargue de la empresa familiar. A ellas se une Engrasi, la tía por parte paterna, cuya mayor característica es que echa las cartas y de alguna forma protege a Amaia. Y junto a ellas, todas mujeres, o contra ellas, se añade la madre de Amaia, Rosario, cuya personalidad se puede resumir en una palabra: mala, o con dos: y bruja.

Calle Mercaderes. Pamplona
Foto: Archivo personal
El elemento masculino, menor, viene representado por James Wexford, el marido de Amaia, un escultor más o menos famoso, americano, que se instaló en Pamplona por los san fermines (¡vaya!) y con el que vive allí, justo en la calle Mercaderes. Un marido cuya labor es sostener el exceso de romanticismo de la protagonista. Y en la segunda novela aparecerá el que al principio iba a ser una niña, pero que en el último momento (¡¿la magia buena?!) será niño, Ibai –que traducido del vasco significa río–. A ellos se une toda la caterva de compañeros policías, unos más afines, Jonan e el inspector Iriarte, otros menos, el inspector Montes y Zabala. Con los que tiene encuentros, incluso físico-violentos, a puñetazo limpio, como con Montes. E, incluso, encuentros más físico-sexuales, aunque sin llegar al roce, como con el juez Markina. Pero, ella (¡vaya por dios!) es el “macho alfa”, como dice en algún momento.

Y para envolverlo, el entorno, del bello valle del Baztán, de Elizondo, de la misma Pamplona y sus restaurantes, con sus prestigiosos menús, el Guggenheim en Bilbao que prepara una exposición de James, o las visitas al pueblo medieval de Ainsa en Huesca, donde unos expertos de laboratorio realizan las más modernas pruebas de ADN como en cualquier serie norteamericana actual, porque eso también está en estas novelas. Frente al elemento legendario las tecnologías más novedosas, cómo no.


Y junto a todo eso, si a alguien le puede parecer poco, unimos el uso –que no queremos juzgar– de los mecanismos policiacos. Cuando uno necesita un psicólogo, aparece para hacer un diagnóstico. Cuando uno necesita un análisis de muestras urgente, aparece también quién lo haga sin haber aparecido anteriormente en la novela y sin que vuelva a aparecer. Cuando uno necesita una Glock porque no la lleva encima, se recoge del suelo en el momento justo. Esto entre otras cosas nos encontramos en El guardián invisible. Y en Legado en los huesos recurriremos al descubrimiento casi por sorpresa de que junto a Amaia nació una hermana gemela, cosa que ni por asomo se dejaba entrever en la primera novela o la aparición del inductor, que será, como debería ser, por sorpresa, después de leídas más de quinientas páginas, pero del que no se tiene noticia hasta ese momento, eso pudiera ser algo habitual si no fuese…   

A veces el que los recursos se vean puede ser necesario, depende de la finalidad o de la intención. Otras veces es porque falta bagaje y todavía no se ha aprendido cómo hacer para que no se noten demasiado. Y otras es porque es lo que esperan los lectores o al menos cierto tipo de lectores que se introducen en un bosque para que las ramas no les dejan verlo y así disfrutar de un descubrimiento que no es tal.  








martes, 26 de noviembre de 2013

Huesos en el jardín, de Henning MANKELL



Händelse om hösten (Huesos en el jardín) es la última novela de Kurt Wallander, pero ni es la última ni es propiamente una novela, aunque sí que nos encontramos de nuevo con Wallander y con su hija Linda, pero tampoco con un caso propiamente dicho.

Empecemos. Sí es la última novela publicada de Kurt Wallander escrita por Henning Mankell traducida al español, aunque ni por su cronología externa, fue publicada por primera vez en el 2004 en Holanda, ni por su cronología interna es la última. Si tenemos en cuenta el orden temporal interno de toda la serie de Wallander, la que nos ocupa estaría situada entre Brandvägg (Cortafuegos), cuyos acontecimientos se sitúan entre octubre y noviembre de 1997 y la última novela de la serie, Den orolige mannen (El hombre inquieto), que se desarrolla una década después, entre enero del 2007 y mayo del 2010, aunque entre Cortafuegos y Huesos en el jardín podríamos introducir la única en la que el personaje principal es Linda Wallander, la hija de Kurt, que protagonizó Innan frosten (Antes de que hiele), siendo su padre un personaje secundario, y que se sitúa en su cronología interna entre agosto y noviembre del 2001 y que a su vez fue publicada en el 2002.

Y no es una novela porque en realidad es una nouvelle, es un relato largo de algo más de cien páginas que ni por asomo se acerca ni en extensión ni en complejidad al resto de la serie, donde priman novelas de ritmo pausado, muy prolijas en la descripción de los acontecimientos, pero también de los estados de ánimo, sobre todo del protagonista y, como decimos, con una complejidad en el desarrollo de las tramas que ni por asomo encontramos en ésta.

Pero lo que nos complace de ella es que rellena un poco la laguna de unos diez años entre los acontecimientos de Cortafuegos situados en 1997 y los del fin de la serie en El hombre inquieto que empieza su andadura en enero del 2007.

Y en ese interin, Wallander ha decidido por fin mudarse de su piso del centro de Ystad en la calle Mariagatan a una casa con jardín en las afueras y también ha decidido tener perro. Y como su compañero Martinsson lo sabe, le ha ofrecido una casa de un familiar de su mujer que ya es demasiado mayor para vivir allí y en donde Wallander en una primera visita se va a encontrar con unos huesos enterrados en su jardín que provocarán el desarrollo de su trama. Y donde Wallander empieza a plantearse una serie de cuestiones personales que tienen que ver con el paso del tiempo y la proximidad de la vejez, que es precisamente la excusa principal de El hombre inquieto.

Porque El hombre inquieto se puede leer en dos vertientes, como en general toda la serie. Una, la de la investigación, en este caso una investigación más o menos personal de la desaparición de los suegros de su hija Linda, primero la del suegro Hakan von Enke, un antiguo capitán de fragata de la armada sueca, ya retirado y que acaba de cumplir setenta y cinco años y después la de su mujer Louise, profesora de alemán y antigua saltadora de natación, unos años más joven que su marido. Y esas desapariciones derivarán en una trama de espionaje, donde se ven envueltas las dos grandes potencias de la guerra fría y que tiene como centro las profundidades de las aguas territoriales suecas y sus escudos estratégicos de defensa. Y cuya metáfora son los submarinos de unos y otros que surcan esos mares en una suerte de trayectorias ocultas que semejan la de los espías, ya soviéticos o del bloque del este ya norteamericanos u occidentales, que actúan en Suecia bajo una apariencia que sólo Wallander puede llegar a desenmascarar.

La otra vertiente es la personal, la de la vida de Kurt, la del declive, podríamos decir, de cómo uno mismo se va dando cuenta y a su vez se va ocultando a sí mismo esa deriva del cuerpo hacia un descampado al que no queremos llegar. Porque al Wallander ya diabético se le suma el Wallander con lagunas de memoria, el Wallander que olvida su arma reglamentaria en un restaurante, el Wallander que pierde la noción de dónde se encuentra, el Wallander que se va metiendo en ese agujero repleto de sombras, de intervalos vacíos, de huecos, que al final derivarán en un enorme espacio oscuro que será el Alzheimer.


Y en eso Henning Mankell es especialista y quizá lo que ha llevado a la serie de Wallander a su gran éxito, pues siendo novelas policiacas, lo que las caracteriza es precisamente ese desarrollo del mundo interior del protagonista, de su trayectoria vital, pero no como un ser excepcional que desentraña casos misteriosos, sino como un simple policía de Ystad, una pequeña ciudad en la región de Escania, al sur de Suecia, con cierta tendencia a la soledad, separado de Mona, la madre de su hija Linda, con apenas algún escarceo amoroso como el de Baiba en Hundarna i Riga (Los perros de Riga) –que por cierto en El hombre inquieto termina muriendo ya enferma de cáncer, porque esta novela es en cierto modo un colofón donde se cierran o intentan cerrar todos los cabos sueltos que se han ido dejando a los largo de todas las novelas de la serie–, con sus relaciones conflictivas con estas mujeres o con su propio padre, el pintor de un único motivo, ya muerto también en otra de las novelas, aunque siempre presente en su mente, y con sí mismo, en diálogo constante consigo mismo y con sus miserias, que no dejan de ser las miserias de todos.     

En resumen, Huesos en el jardín es una nouvelle de lectura fácil y reencuentro ansiado con Wallander, en un momento intermedio antes de su declive final, pero que a sus lectores habituales se les debe hacer corta, acostumbrados a otro ritmo y a otras anchuras. Es como una pequeño punto de luz en esa década perdida de Wallander, porque después de ocho novelas, desde Mördare Utan ansikte (Asesinos sin rostro) hasta la ya mencionada Cortafuegos, una por año, que ocupan casi entera la década de los noventa, más un libro de relatos, Pyramiden (La pirámide), que habla de la prehistoria de Wallander, en la década posterior, la de los años dos mil, nos tenemos que contentar con una novela donde la protagonista es su hija, con la novela colofón de El hombre inquieto y con esta pequeña pildorita para nuestra ansiedad de Wallander que es Huesos en el jardín.






1991. Mördare Utan ansikte (Asesinos sin rostro). [Enero-agosto de1990]
1992. Hundarna i Riga (Los perros de Riga). [Febrero-mayo de 1991]
1993. Den vita lejoninnan (La leona blanca). [Abril-junio de 1992]
1994. Mannen som log (El hombre sonriente). [Octubre-diciembre de 1993]
1995. Villospar (La falsa pista). [Junio-septiembre de 1994]
1996. Den femte Kvinnan (La quinta mujer). [Septiembre-diciembre de 1994]
1997. Steget Ester (Pisando los talones). [Junio-octubre de 1996]
1998. Brandvägg (Cortafuegos). [Octubre-noviembre de 1997]
2004. Händelse om hösten (Huesos en el jardín). [Octubre-diciembre de 2002] Lectura
2009. Den orolige mannen (El hombre inquieto). [Enero de 2007-mayo de 2010]

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1999. Pyramiden (La pirámide). [Relatos de la juventud de Wallander. Entre 1969 y 1990]
2002. Innan frosten (Antes de que hiele). [La protagonista es Linda, la hija de Kurt Wallander. Él aparece de forma secundaria. Agosto-noviembre de 2001]