No son series de televisión, aunque permiten una secuencia. No son series de televisión policíacas, aunque pueden ser la raíz y son policíacas. No son asesinos en serie, aunque los hay. Son series de detectives o investigadores: Marlowe, Rebus, Conde, Beck, el agente de la Continental, Bosch, Morck, Jaritos, Romano, Grens, Grave Jones y Coffin Johnson, Sejer, Bevilacqua, Wilhelmsen, Adamsberg, Erlendur... Y se sitúan en cualquier lugar, son de cualquier lugar: la muerte está en todas partes.

viernes, 7 de marzo de 2014

Suicidio perfecto, de Petros MÁRKARIS




En la anterior lectura sobre la “Trilogía de la crisis” –de la que el mismo Petros Márkaris nos ha anunciado un epílogo, es decir que no serán tres sino cuatro novelas– comentábamos que el esquema de las mismas era algo que ya habíamos visto en alguna de las anteriores y quizá sea esta misma, Ο Τσε αυτοκτόνησε (Suicidio perfecto), el modelo seguido por las novelas de la crisis, aunque con alguna salvedad como veremos.

Aprovechamos, pues, su reciente edición en bolsillo para comentarla y así acercarnos a esos primeros pasos y casos de Kostas Jaritos y de la sociedad griega antes de caer en esa deriva hacia no se sabe dónde en que se ha convertido el país en los últimos años y en las últimas novelas de Márkaris. Y los antecedentes de esa situación se pueden encontrar en las novelas precedentes sin ir más lejos. Pues si algo caracteriza a la narrativa policiaca de este autor es que refleja como un pulido espejo los avatares políticos y sociales en los que se ve envuelta la sociedad griega, dándoles, eso sí, esa dosis de intriga para que el veneno –damos a esta palabra su antiguo y ambiguo significado de medicina y droga a la vez– que nos está inoculando por sangre apenas se note y vaya entrando sin paliativos alternos en nuestro organismo a ver si consigue sanarnos definitivamente o si no es así, al menos saldremos con la sensación de que queremos más de lo mismo, en este caso más de las novelas de Kostas Jaritos.

Portada de Defensa cerradaPues Kostas Jaritos es, en ellas, el guía. Siempre con la coloquialidad y cabezonería de su primera persona a cuestas nos sumerge en dos estadios, el de la vida cotidiana y el de la investigación constante para poder explicar lo inexplicable. Y eso que en esta novela parte de la convalecencia –de un disparo recibido en la novela previa, Άμυνα ζώνης (Defensa cerrada)– y de una baja prolongada que le ha mantenido durante más tiempo del que él mismo pudiera soportar bajo el mandato de su mujer, Adrianí, y así se ha convertido en un ser sin personalidad, decaído, abúlico, de la cama a la mesa, un paseíto y vuelta a la cama, y poco más, apenas alguna que otra conversación por teléfono con su hija Katerina, que hace el doctorado en Salónica, y las visitas de su médico y pareja de su hija, Fanis. Menos mal que esa monotonía y esa falta de voluntad vienen a romperla un suicidio emitido en directo por la televisión.

El suicidio del empresario Iásonas Favieros que mientras está siendo entrevistado saca una pistola, se la mete en la boca y mancha de sangre y de sesos a todos los televidentes, entre ellos al propio Jaritos. Sólo la búsqueda de la razón por la que ha podido hacer algo así saca al comisario de su baja mental y con ella, y en el transcurrir de la novela, también de su baja médica para reincorporarse en su antiguo puesto, que ya veía peligrar.

Pero no es todo tan sencillo. Porque a la muerte del empresario Favieros, pronto se va a unir el asesinato de dos de sus trabajadores, dos kurdos, en las obras de la Villa Olímpica –recordemos que esta novela se publicó en el 2003 y está ambientada en los años previos a la celebración de los Juegos Olímpicos de Atenas del 2004– cuya muerte reivindica una agrupación ultraderechista, la “Organización Nacional Helénica Filipo el Macedonio”. Y poco después se produce otro suicidio en pantalla, la del político y diputado de izquierdas, Lukás Stefanakos.

Portada de Suicidio perfectoUn empresario, un político y, posteriormente, en la fiesta de celebración de su santo, un periodista, Apóstolos Vakirtzís, de los que hacen daño, de los que tienen poder, el poder que da la información y la posibilidad que da de manipularla y amoldarla y conducirla. Es decir, que los suicidas son gente poderosa en su ámbito y además conocidos entre sí –con intereses económicos compartidos–, no sólo en la actualidad, sino que fueron en su día encarcelados por la junta militar por su lucha subversiva contra la dictadura de los coroneles. Pero de aquel momento a este ha pasado mucho tiempo y, sobre todo, ha habido un cambio sustancial, el cambio de papeles y con ello del poder y el poder del dinero.

Y lo que pudiera indicar un ajuste de cuentas con el presente va a tener más que ver con su pasado. Porque lo que castiga en definitiva a estos poderosos no es tanto lo que están haciendo en el presente sino la traición que cometieron en el pasado, la traición a unas ideas, a una ideología, a otros compañeros, a los que con sus actos, con su vida, han dado la espalda, pese a quien pese, y pisando a quien sea, sólo para convertirse en aquello contra lo que en su día lucharon. Por eso, no hay mejor forma, parece, que ese asesinato contra uno mismo que es el suicidio, y aquí el suicidio se convierte en un acto en cierto modo simbólico.


Y mientras todo esto se va descubriendo, la vida personal de Jaritos también cambia, de un estado de muerte en vida en la que se había convertido su convalecencia pasa a un estado de normalidad en el transcurso de esta investigación paralela y no oficial que ha ido haciendo, con la aportación de Guikas, su jefe, que incluso le ha cedido a su secretaria, Kula, para que le ayude –ya que sus dos subalternos, Vlasópoulos y Dermitzakis, se deben al que ahora había ocupado su cargo, Yanutsos–, poco a poco, y a pesar de los intentos del poder político de llevar las aguas a su molino, se irán atando los cabos que le acerquen a la solución. Y para ello cuenta, cómo no y más en un caso como éste, con la ayuda inestimable de Zisis, aquel prisionero comunista que se ha convertido en su mejor confidente e, incluso, amigo. Pues cuando la izquierda se ha convertido en derecha uno ya no sabe qué mano es la que dirige la trama, quizá porque siempre ha sido esta mano la que manda y así nos va, suicidándonos tan perfectísimamente y en directo para todos los televidentes.
  





1995. Nυχτερινό δελτίο (Noticias de la noche).
1998. Άμυνα ζώνης (Defensa cerrada).
2003. Ο Τσε αυτοκτόνησε (Suicidio perfecto). Lectura
2006. Balkan blues (Balkan blues). [9 relatos]
2006. Βασικός Μέτοχος (El accionista mayoritario).
2008. Παλιά, Πολύ Παλιά (Muerte en Estambul).

2010. Ληξιπρόθεσμα Δάνεια (Con el agua al cuello). [Trilogía de la crisis, 1]
2011. Περαίωση (Liquidación final). [Trilogía de la crisis, 2]
2012. Ψωμί, Παιδεία, Eλευθερία (Pan, educación, libertad). [Trilogía de la crisis, 3] Lectura

miércoles, 26 de febrero de 2014

La mujer del lunar, de Håkan NESSER



¿Cuáles son las razones habituales para cometer asesinatos? ¿Cuáles son las razones que luego se convierten en pulsiones, las pulsiones que te obligan, que te fuerzan, que te manejan de tal forma que ya no eres tú, o eres tú pero con otro comportamiento, un comportamiento guiado por una mente que ya no es la tuya, sino una mente dominada por pulsiones que son más fuertes que las razones en contra, las pulsiones que te obligan a matar. Podríamos citar algunas, no son muchas, no son todas, pero una es la venganza, como en Kvinna med födelsemärke (La mujer del lunar) o en Borkmanns punkt; otra los instintos sexuales, desmedidos, depravados, como en Det grovmaskiga nätet (La tosca red) o Kommissarien och tystnaden; y otra puede ser lo anterior mezclado con la envidia, como en Återkomsten. Es decir, casi exclusivamente nos quedaríamos con dos pulsiones: el sexo y el sentimiento de venganza.

Håkan Nesser no ha sido un autor favorecido por las ediciones en español. Apenas se han traducido dos novelas de la serie del comisario Van Veeteren –de la que incluso hay serie televisiva y apenas ninguna de la nueva serie de Barbarotti. ¿Por qué? No lo sabemos, no sabemos cuáles son los elementos de decisión editoriales que llevan a publicar a tantos autores nórdicos y desechar a otros. En este caso al menos no se han dejado influenciar por la calidad de las obras, ya que por esa razón Nesser debería haber sido algo más favorecido.

La serie del comisario Van Veeteren, los diez libros, se escribieron en la década de los noventa del siglo pasado –como más o menos por las mismas fechas que el tan aclamado Wallander de Mankell–y primeros años de este siglo, siendo el primero de 1993 y el último de 2003, esto es, diez libros en diez años y serie completa; mientras que los de Barbarotti se están publicando en los últimos años y su autor ya ha anunciado los dos que le quedan para completar la serie. Pero de este último no vamos a hablar pues en español no existe ningún conocimiento de él, nos centraremos en Van Veeteren, aunque no nos ceñiremos a las dos únicas traducidas hasta la fecha. (En una primera lectura hablaremos de las cinco primeras y dejaremos las otras cinco restantes para una lectura posterior y así tener una visión completa de la serie.)

9788490060544Det grovmaskiga nätet fue su primera novela de la serie, de la que sí hay traducción (La tosca red cuyo título alude a esos hilos que te atrapan y no te dejan escapar). Ewa Ringmar es encontrada muerta en la bañera de su casa. Su marido Janek Mitter, quien la encuentra, es acusado y condenado. Tanto Mitter como Ewa son profesores en el mismo instituto Bunge en Maardam –ciudad ficticia no situada en Suecia sino en una especie de país centroeuropeo que pudieran ser los Paises Bajos como el nombre del protagonista pudiera indicar, pero otros elementos, los nombres de las calles, ciertos paisajes urbanos y no urbanos, los nombres de los otros personajes, etc., tampoco nos llevan a identificarlo claramente–. Las apariencias incriminan a Mitter e incluso su actitud y, ante todo, su pérdida de memoria del momento, fue una noche de borrachera y sexo con su mujer, no ayudan. Sólo cuando, ya ingresado en un centro psiquiátrico, es encontrado también asesinado, las cosas, la investigación toma un nuevo rumbo. Y ahí es donde aparecen la intuición de Van Veeteren y el trabajo de su equipo de investigación, más lo primero que lo segundo. Porque es en la búsqueda de los antecedentes, de lo ocurrido previamente al suceso, pero no sólo de lo inmediato al hecho sino de la trayectoria vital del personaje, en este caso de Ewa, en ese misterio que es una vida es donde se encuentran los hechos, los determinantes que han llegado a desembocar en el suceso en sí. Y es en ese silencio, en eso no dicho, que se convierte en lo desconocido por conocer, es donde hay elementos en común con la quinta novela de la serie, Kommissarien och tystnaden –traducido sería El comisario y el silencio–, cuyo título no puede ser más explícito en ese sentido. En esta novela la trama se aleja de Maardam y se desplaza a Sorbinowo, zona de campamentos de verano, donde se ha instalado la secta o iglesia de La Vida Pura, cuyo líder o Mesías es Oscar Yellinek. Van Veeteren, justo unos quince días antes de empezar sus vacaciones en Creta, es llamado para ayudar porque han desaparecido no una sino dos niñas de unos trece años y que pertenecen a esa congregación. Lo que se encuentra el comisario al llegar es el silencio de todos, no sólo de Yellinek, sino también de sus tres, llamémoslas, mujeres y de todas las otras niñas que estaban en el campamento junto a las dos desaparecidas. Y ese silencio que forma parte de esa vida retirada y que es una especie de protección frente al Otro Mundo de los que pretenden La Vida Pura, también es un muro con el que se topa la investigación de las desapariciones. Sólo cuando se encuentran los cadáveres de las niñas desnudas, violadas y estranguladas, los acontecimientos empiezan a avanzar y la causa a aparecer. Y con ello el elemento sexual como motivación de los hechos comporta mayor preponderancia. 


Como lo tendrá en Återkomsten –algo así como La reaparición o El resurgimiento–, tercera de la serie, aunque matizado con cierta dosis de envidia como motivo concomitante. En esta novela todo comienza con la aparición de un torso sin cabeza ni extremidades y cuya identificación no se produce hasta pasadas las primeras cien páginas de la novela. El asesinado es Leopold Verhaven (apellido claramente belga), un exitoso atleta de medio fondo hasta que se descubre que se dopaba, que después fue condenado en dos ocasiones, en 1962 por el asesinato de su pareja de entonces Beatrice, y en 1981 por lo mismo y en las mismas circunstancias, pero entonces será Marlene. Y justo al día después de salir de la cárcel, una vez cumplida su segunda condena, él a su vez también es asesinado. La novela se mueve entre ciertos flashbacks, la lucidez de pensamiento de Van Veeteren y las pesquisas de Münster y Rooth.

Las causas siempre vienen del pasado y aunque matizado por algún otro motivo –en las dos siguientes hablamos de venganza– el componente sexual está presente. En Kvinna med födelsemärke –cuya traducción española titula La mujer del lunar, aunque podríamos decir que födelsemärke alude más a una marca de nacimiento que en este caso es más bien psicológica que física– es una violación y en Borkmanns punkt un cierto maltrato psicológico y una degradación física. En La mujer del lunar los hechos que ocasionan los asesinatos ocurrieron hace treinta años, mientras que en Borkmanns punkt –que traducido significa El punto o El momento de Borkmanns, siendo Borkmanns el policía que formó a Van Veeteren, y que con ello se alude, como explicita la novela, al momento en la investigación cuando el conocimiento de los hechos ya es suficiente, el punto en el cual, por más información nueva que se sume, ya no es necesaria para desentrañar el asunto, el momento en el que el pensamiento (o la intuición) te dice click, ya está–, repetimos, mientras que en Borkmanns punkt todo ocurre unos años antes y todo se desencadena cuando los que cometieron los hechos vuelven a la misma ciudad tiempo después y más o menos a la vez. En ambos la venganza se lleva a cabo, y las investigaciones de Van Veeteren y sus compañeros siempre van un paso por detrás, incluso en La mujer del lunar –de la que no conseguimos saber el nombre–, como se dice en la novela, el círculo se completa, lo que ocurrió hace treinta años tiene su culminación en el presente a través de esa venganza, la causa que motivó el efecto al final sucumbe a manos de ese efecto.

En fin, Nesser ha creado un personaje peculiar, chistoso a veces, algo extravagante también, enfermo de cáncer de intestino, que será operado con éxito en Återkomsten, separado de Renate y con dos hijos, Jess, que ya le ha dado nietos –más cerca de los sesenta que de los cincuenta, y Erich, en la cárcel, y con amigos como Mahler con el que juega al ajedrez, bebe vino y escucha música clásica; y alrededor ha ido sumando otros policías como Münster, con el que juega al Bádminton y siempre pierde, y que luego tendrá mayor protagonismo en la sexta novela de la serie, Reinhart, que fuma en pipa y en La mujer del lunar encuentra a su pareja ideal, Jung y Heinemann, Rooth y deBries, o Ewa Moreno, que también protagonizará la octava. A ellos se suma Hiller, como el inspector jefe de todos, cuyo despacho parece más bien un jardín botánico. Pero todo se vertebra a partir de Van Veeteren y sus investigaciones cual psicoanalista hacia el pasado y que desembocan siempre como en el psicoanálisis en una sexualidad mal llevada.






1993. Det grovmaskiga nätet (La tosca red). [TV]
1994. Borkmanns punkt. [TV]
1995. Återkomsten. [TV]
1996. Kvinna med födelsemärke (La mujer del lunar). [TV] Lectura
1997. Kommissarien och tystnaden. [TV]
1998. Münsters fall. [TV]
1999. Carambole. [TV]
2000. Ewa Morenos fall.
2001. Svalan, katten, rosen, döden. [TV]
2003. Fallet G. [TV]

domingo, 16 de febrero de 2014

Nombre de perro, de Élmer MENDOZA



Según palabras del Presidente de México, la “policía (es) incapaz, corrupta e impreparada”. Edgar Mendieta, el Zurdo, pertenece a la Policía Ministerial del Estado. Y trabaja en Culiacán, del estado de Sinaloa, lugar donde nació y vive. El Zurdo Mendieta a veces es incapaz, ya por razones externas, la mayoría, ya por razones internas, somos humanos; a veces es corrupto, las menos, pero a veces; y a veces no está preparado –pero no por falta de preparación– para lo que le va a venir, aunque lo vea venir, porque el elemento circunstancial, es decir, todo lo que le rodea es tan inestable como la nitroglicerina líquida, que en cualquier momento todo puede saltar por los aires, incluido él, incluso, él el primero.

Edgar Mendieta es un ser solitario, muy a su pesar, aunque más que solitario es un hombre que está solo y no es porque él lo quiera sino que es por lo que le pasa, por lo que le ocurre y que él no decide. La última novela donde aparece el Zurdo es Nombre de perro, que le vendría muy bien como apodo al mismo detective si no fuera porque es el apelativo del otro, del que se esconde y oculta, del que mata sin ser visto, del perseguido y demacrado, del agente invisible. Ya veremos.

Antes de Nombre de perro, Élmer Mendoza, su autor –cuyas iniciales son las mismas que las del personaje, y no sólo las iniciales sino que los mismos rasgos físicos también son muy parecidos o similares, ese pelo de asterisco…–, ha publicado otras dos: Balas de plata y La prueba del ácido. En las tres el protagonista es el Zurdo, aunque comparte su preponderancia con dos más: el contenido y el continente, o mejor, la droga y el lenguaje de la droga, o mejor aún, el narco y el habla, o todavía más, la lengua del narcotráfico, de los narcos y de los que los combaten, que al fin y al cabo y sin remedio no deja de ser la misma, es la misma y ya no sé si estamos hablando de palabras o de acciones y ya no distingo muy bien si son dos o uno o una, la misma lengua mexicana, la que hablan y en la que se entienden aunque no se entiendan, aun siendo la misma.

Y eso mismo es lo que le da su relevancia a las novelas de Mendoza y eso mismo las torna difíciles, porque no es fácil entrar en ellas, para poder hacerlo hay que empezar a entender esa lengua, como el que aprende un nuevo idioma y no sólo hay que entenderlo sino que después hay que hablarlo y hablarlo aún es algo más difícil y para hablarlo qué mejor enseñanza que entrar dentro de las tramas y sentirse uno más dentro de las novelas e intentar, eso sí, no saltar por los aires o no convertirse en colador, porque entonces ahí no más.

Portada de Balas de plataBalas de plata se publicó en 2008, en ella aparece por primera vez el Zurdo Mendieta, y, junto a él, Gris Toledo, proveniente de Tránsito, su compañera. También estarán el comandante Briseño, su jefe, que como jefe estará y no estará con él, o compañeros como Moisés Pineda, el de narcóticos, con su Lamborghini.

Portada de Balas de plata (Fábula)En esta novela el muerto, el primer muerto, es Bruno Canizales, personaje ambiguo que lo mismo se acuesta con ellas que con ellos –y no será el único en ser bisexual, ni en ésta ni en las siguientes–, muerto con una bala de plata. Y entre los sospechosos está la hija, Samantha Valdés, del jefe del Cártel del Pacífico, Marcelo Valdés. No sólo ella, también Paola Rodríguez, tan bella e inalcanzable que se mata a sí misma, o el bailarín Frank Aldana, al que van a buscar a Mazatlán. Y todo se enreda no sólo porque las muertes se multiplican, siendo algo habitual, y con las muertes, las mentiras y los tejemanejes, y los peligros, sino porque el Zurdo se enamora de la Goga, amiga de Samantha y de Mariana Kelly, la compañera de Samantha. Y cuando alguien se enamora deja de ver y de ahí el final.

Portada de La prueba del ácidoCon La prueba del ácido, del 2010, el Zurdo vuelve a caer, esta vez en un enamoramiento a distancia, más platónico que sexual, ya que la enamorada es Mayra Cabral de Melo o Roxana, su nombre de bailarina de streeptease, con la que se encontró en sus vacaciones, y que meses después aparecerá muerta. Con ella su compañera en el club Alexa, Yhajaira, Yolanda Estrada, también asesinada. Y el Zurdo es el encargado de encontrar a su asesino. Un Zurdo del que descubrimos que su terapia con el doctor Parra viene de algo que le pasó cuando tenía ocho años con un cura, el cura Bardominos, al que luego le dieron piso. Para ello, uno de los personajes clave de la novela, el gringo Leo McGiver, traficante de armas, será el desvelador del secreto que afecta al hermano de Mendieta, Enrique. Pero todo esto es paralelo a las pesquisas sobre el asesinato de Roxana y que envuelven a ciertas alturas políticas y financieras de Culiacán. Y si hablamos de ambas también hablamos de narcos, aquí Samantha, muerto su padre, se hace cargo del Cártel del Pacífico, y frente a la guerra declarada por el Presidente de México, los muertos se empiezan a contar por decenas al día, y para ello las armas se muestran imprescindibles.

Acabamos con Nombre de perro, del 2012. Todo empieza con el acribillamiento en la consulta de un dentista, el doctor Manzo, y continuará con la muerte de algunos otros, pero aquí el asesinato en serie no es algo de un autor solitario como en otros lares, aquí tiene que ver con otro tipo de asesinos, que siempre van en grupo, en este caso el de la Tenia. Pero la trama paralela al final tiene mayor protagonismo, la del asesinato de la compañera de Samantha Valdés, Mariana Kelly, durante una reunión entre narcos para hacer frente a los ataques que vienen de la presidencia. Y será la propia Samantha la que pedirá al Zurdo que le devuelva algún que otro favor encontrando al asesino de Mariana.

Colonia de Las Quintas, Culiacán

Mientras la vida personal del Zurdo da un vuelco, se encuentra en los días previos a la llegada de Santa Clos con un hjio, clavado a él, Jason, y a la madre de éste, Susana, con la que sólo se acostó una vez, hará dieciocho años. Y de nuevo y no es la primera vez y por distintas causas y razones y de distintas formas el Zurdo Mendieta cae. Aunque esperemos que se vuelva a levantar –como hasta ahora para la próxima.