No son series de televisión, aunque permiten una secuencia. No son series de televisión policíacas, aunque pueden ser la raíz y son policíacas. No son asesinos en serie, aunque los hay. Son series de detectives o investigadores: Marlowe, Rebus, Conde, Beck, el agente de la Continental, Bosch, Morck, Jaritos, Romano, Grens, Grave Jones y Coffin Johnson, Sejer, Bevilacqua, Wilhelmsen, Adamsberg, Erlendur... Y se sitúan en cualquier lugar, son de cualquier lugar: la muerte está en todas partes.

viernes, 21 de marzo de 2014

El reinado de Witiza, de Francisco GARCÍA PAVÓN





En 2013 salió una nueva edición de El reinado de Witiza de Francisco García Pavón, publicado por Rey Lear Editores. Esta editorial ha llevado a cabo una gran labor de recuperación de la serie del Jefe de la Policía Municipal de Tomelloso (G. M. T.), Manuel González, alias “Plinio”, de la que ya quedan pocos títulos por rescatar.

Porque hay que tener en cuenta que la obra sobre Plinio se sitúa a grosso modo en la década de los setenta del siglo pasado, y puntualizando un poco más empezó concretamente en 1965 con la novela corta Los carros vacíos (como se ve en la bibliografía de abajo). En total se compone la serie de ocho novelas, tres novelas cortas –aunque habría que añadir que el relato “El último sábado” se podría considerar también una de ellas, e incluso la mejor– y un conjunto de cuentos que también protagoniza Manuel González Plinio junto a su inseparable don Lotario.

En uno de los prólogos a esas primeras obras –en concreto en Historias de Plinio de 1968, que agrupaba las novelas cortas El carnaval y El charco de sangre– el propio autor, García Pavón, nos habla de sus intenciones a la hora de crear este tipo de novelas. Algo así como traer a nuestra literatura la novela policiaca o novela de suspensión, como él la llama, ya que aquí sólo aparecían traducciones, pero no novela original en español. Y qué más español que situarlas en un lugar de la Mancha, Tomelloso, en la ruta de un antiguo salvador de entuertos, como Don Quijote, y en un paisaje que ya fue tratado de una forma similar por otro clásico como Azorín, por ejemplo. Pues de algún modo es el remedo del estilo de estos dos autores –y alguno más– los que dan ese interés castizo, muy castizo, a su novela policial. Y esto puede ser un plus, pero también una rémora. Con ello no queremos quitarle originalidad al Plinio de García Pavón, pues claro que la tiene, porque la dificultad está, estaba, en llevar a un pueblo español, de gentes muy de pueblo, con hablas y maneras de pueblo, unas características muy específicas, las policiacas, y hacer que eso no se tambalee, que funcione, es lo que plenamente consigue el autor.

Incluye El reinado de Witiza,
El rapto de las Sabinas,
Las hermanas coloradas y El último sábado.
El reinado de Witiza es la primera novela larga que publicó y junto a Las hermanas coloradas, la de mayor éxito y reconocimiento. En ella la intriga se presenta cuando aparece un nicho en el cementerio de Tomelloso que debería estar abierto, pero está cerrado, y al abrirlo nos encontramos con un cadáver dentro de una persona desconocida. La primera parte de la novela se centra en descubrir la identidad de ese cadáver que para más INRI había sido embalsamado. Plenamente aparecen la ironía, la jocosidad y la campechanía tan características de toda la serie de Plinio y que aquí ya están perfectamente establecidas. Al final la identidad del muerto nos trae también la solución al enigma de por qué está en un nicho que no era el suyo y la chanza precisamente es el origen y la causa de la intriga. 


Y eso es precisamente otro elemento muy característico de las novelas de Plinio, que en realidad todos los casos no tienen apenas ningún componente de maldad en ellos, o bien su causa puede ser únicamente una broma, como el de esta novela, o una pérdida casual de un muerto, como en Vendimiario de Plinio, donde un cajón con el cadáver de una anciana dentro en una posición un tanto extraña, aparece y desaparece como las lagunas del Ruidera por toda la comarca, hasta que Plinio con su olfato o pálpito, como lo llama don Lotario, va descubriendo la rocambolesca peregrinación del cajón y su origen inicial. O unas desapariciones que luego se convierten en secuestros pero cuyo origen, luego se descubrirá, no está en un acto de maldad puro sino en unas causas que en el desarrollo de la novela está en cierto modo plenamente justificadas y de alguna forma atemperadas, endulzadas, diríamos. En este caso nos estamos refiriendo a Las hermanas coloradas –único caso que no se desarrolla en la zona manchega, sino en Madrid, en la capital, pero sus protagonistas sí son de Tomelloso y por eso la intervención de Plinio–, donde la desaparición de María y Alicia Peláez de su domicilio en la calle Augusto Figueroa de Madrid se convertirá en un asunto de celos que nos retrotrae a la época de la guerra civil y a aquellos escondidos después de la derrota –que también tratará en un cuento, “El caso de la habitación soñada”–, olvidados de todos, excepto de, en este caso, su novia oficial de antes del conflicto. De secuestro o rapto también se trata en la segunda novela de la serie, El rapto de las Sabinas, titulado así porque la primera desaparecida es Sabina Rodrigo, aunque luego vendrán Rosita Granados y Clotilde Lara, pero la solución está lejos de la anterior, en este caso tiene que ver con una merma de los instrumentos físicos masculinos para ejercer su labor y provocan esos raptos de mujeres lozanas y bien puestas que puedan provocar su resurgimiento o nacer primero. 

También de un caso de desviaciones sexuales tratará Voces de Ruidera, aunque mezclado con un secuestro de una personalidad que en ningún momento en la trama de la novela lograremos descubrir. Esta novela, quizá, sea algo más compleja porque entremezcla precisamente dos enigmas en su trama, cosa que no es habitual en las historias de Plinio, donde al primer suceso se suman otros, pero todos continuados a partir del primero. Una semana de lluvia –la cuarta de la serie– también trata el tema de las mujeres, en este caso de los suicidios de embarazadas, dos, Aurora Gutiérrez y Rosita Olivar, y como no podía ser menos tiene que ver, en contra de lo pensado por la mayoría del pueblo, con la honra familiar, como la escena final pondrá de manifiesto.

Los dos últimos casos de Plinio, nos referimos a las novelas Otra vez domingo de 1978 y El hospital de los dormidos de 1981, ya no se desarrollan en los finales de la dictadura, como todos los previos, sino en plena agonía del dictador, la primera y en la transición y consolidación de la democracia, la segunda, y en ellos la jocosidad y el sarcasmo están aún más acentuados, incluso el estilo se limpia, es algo menos castizo, añadiríamos, aunque sin perder, claro, su esencia. El propio don Lotario ha dejado el seiscientos de las novelas anteriores –y el Ford de las tres primeras novelas cortas que se situaban en el primer tercio del siglo XX– y se ha pasado a un SEAT 850. En la primera de las dos, Plinio, que ya ha perdido su condición de investigador para ejercer su labor normal de policía municipal debido a los mandatos de los altos cargos políticos de la provincia, investiga la extraña desaparición del médico don Antonio en plena madrugada. La solución como siempre en las tramas de Plinio no presenta ningún grado de absoluta maldad por ningún lado, sino que tiene que ver más con un accidente, aunque provocado, que con otra cosa. En la última ni siquiera hay muertos, sino dormidos y su extraña conducta viene provocada por unos placeres demasiado sublimes.

En fin, que lo que produce Plinio en los lectores actuales de sus obras es una recuperación de algo perdido, la vida de pueblo, los sonidos del pueblo, el ambiente de pueblo, donde todos se conocen, el olor de las gachas de Maleza, el cabo, en Una semana de lluvia, o de otros guisos tan populares y ya casi perdidos, las charlas y tertulias en los casinos del pueblo, el de San Fernando o el propio de Tomelloso, ambos en la misma localidad, con sus gentes sapientes como don Braulio, el "filósofo", y los churros y buñuelos de Rocío, donde don Lotario y Plinio suelen desayunar, también con el machismo de la vida familiar, donde las mujeres, Gregoria, la esposa, o Alfonsa, la hija, están al servicio del marido o padre.

Tomelloso. Ciudad Real. España

Y sobre todo “el caldo” –con algún que otro cigarrillo, los menos– que se lían una y otra vez, constantemente, ambos protagonistas y que se fuman con sumo placer. Porque aquí el humo que todo lo envuelve no es el de los asesinatos, robos y maldades habituales  y propios de las novelas policiacas, sino el del tabaco, el más puro tabaco de antes, que se liaba y se fumaba con tanto placer.          





Novelas cortas. [Recopiladas en Plinio. Primeras novelas, Rey Lear, 2007.]
1965. Los carros vacíos.
1968. El carnaval.
1968. El charco de sangre.

Novelas
1972. Vendimiario de Plinio.

Cuentos (ordenados según la fecha de edición en libro). [Recopilados en Plinio. Todos los cuentos, Rey Lear, 2010.]
1953. “El Quaque”.
1965. “Los jamones”.
1970. “El huésped de la habitación número cinco”.
          “El caso de la habitación soñada”.
          “Echaron la tarde a muertos”.
          “Las desilusiones de Plinio”.
          “Muerte y blancura de Baudelio Perona Cepeda”.
1974. “El último sábado”.
          “Las fresas del Café Gijón”.
          “Los sueños del hijo de Pito Solo”.
          “Fecha exacta de la muerte de Polonio Torrijas”.
          “Sospechas anulares de Plinio”.
          “La esquela mortuoria”.
          “Detalles sobre el suicidio de Arnaldo Panizo”.
          “Un crimen verdaderamente perfecto”.
          “Una tarde sin faena de Plinio y don Lotario”. (Es el mismo cuento que “Echaron la tarde a muertos” con un pequeño cambio en el final del mismo).
          “La bella comiente”.
1980. “El caso mudo”.
1985. “Pan caliente y vino fuerte, mi muerte”.
          “El roncador”.

viernes, 7 de marzo de 2014

Suicidio perfecto, de Petros MÁRKARIS




En la anterior lectura sobre la “Trilogía de la crisis” –de la que el mismo Petros Márkaris nos ha anunciado un epílogo, es decir que no serán tres sino cuatro novelas– comentábamos que el esquema de las mismas era algo que ya habíamos visto en alguna de las anteriores y quizá sea esta misma, Ο Τσε αυτοκτόνησε (Suicidio perfecto), el modelo seguido por las novelas de la crisis, aunque con alguna salvedad como veremos.

Aprovechamos, pues, su reciente edición en bolsillo para comentarla y así acercarnos a esos primeros pasos y casos de Kostas Jaritos y de la sociedad griega antes de caer en esa deriva hacia no se sabe dónde en que se ha convertido el país en los últimos años y en las últimas novelas de Márkaris. Y los antecedentes de esa situación se pueden encontrar en las novelas precedentes sin ir más lejos. Pues si algo caracteriza a la narrativa policiaca de este autor es que refleja como un pulido espejo los avatares políticos y sociales en los que se ve envuelta la sociedad griega, dándoles, eso sí, esa dosis de intriga para que el veneno –damos a esta palabra su antiguo y ambiguo significado de medicina y droga a la vez– que nos está inoculando por sangre apenas se note y vaya entrando sin paliativos alternos en nuestro organismo a ver si consigue sanarnos definitivamente o si no es así, al menos saldremos con la sensación de que queremos más de lo mismo, en este caso más de las novelas de Kostas Jaritos.

Portada de Defensa cerradaPues Kostas Jaritos es, en ellas, el guía. Siempre con la coloquialidad y cabezonería de su primera persona a cuestas nos sumerge en dos estadios, el de la vida cotidiana y el de la investigación constante para poder explicar lo inexplicable. Y eso que en esta novela parte de la convalecencia –de un disparo recibido en la novela previa, Άμυνα ζώνης (Defensa cerrada)– y de una baja prolongada que le ha mantenido durante más tiempo del que él mismo pudiera soportar bajo el mandato de su mujer, Adrianí, y así se ha convertido en un ser sin personalidad, decaído, abúlico, de la cama a la mesa, un paseíto y vuelta a la cama, y poco más, apenas alguna que otra conversación por teléfono con su hija Katerina, que hace el doctorado en Salónica, y las visitas de su médico y pareja de su hija, Fanis. Menos mal que esa monotonía y esa falta de voluntad vienen a romperla un suicidio emitido en directo por la televisión.

El suicidio del empresario Iásonas Favieros que mientras está siendo entrevistado saca una pistola, se la mete en la boca y mancha de sangre y de sesos a todos los televidentes, entre ellos al propio Jaritos. Sólo la búsqueda de la razón por la que ha podido hacer algo así saca al comisario de su baja mental y con ella, y en el transcurrir de la novela, también de su baja médica para reincorporarse en su antiguo puesto, que ya veía peligrar.

Pero no es todo tan sencillo. Porque a la muerte del empresario Favieros, pronto se va a unir el asesinato de dos de sus trabajadores, dos kurdos, en las obras de la Villa Olímpica –recordemos que esta novela se publicó en el 2003 y está ambientada en los años previos a la celebración de los Juegos Olímpicos de Atenas del 2004– cuya muerte reivindica una agrupación ultraderechista, la “Organización Nacional Helénica Filipo el Macedonio”. Y poco después se produce otro suicidio en pantalla, la del político y diputado de izquierdas, Lukás Stefanakos.

Portada de Suicidio perfectoUn empresario, un político y, posteriormente, en la fiesta de celebración de su santo, un periodista, Apóstolos Vakirtzís, de los que hacen daño, de los que tienen poder, el poder que da la información y la posibilidad que da de manipularla y amoldarla y conducirla. Es decir, que los suicidas son gente poderosa en su ámbito y además conocidos entre sí –con intereses económicos compartidos–, no sólo en la actualidad, sino que fueron en su día encarcelados por la junta militar por su lucha subversiva contra la dictadura de los coroneles. Pero de aquel momento a este ha pasado mucho tiempo y, sobre todo, ha habido un cambio sustancial, el cambio de papeles y con ello del poder y el poder del dinero.

Y lo que pudiera indicar un ajuste de cuentas con el presente va a tener más que ver con su pasado. Porque lo que castiga en definitiva a estos poderosos no es tanto lo que están haciendo en el presente sino la traición que cometieron en el pasado, la traición a unas ideas, a una ideología, a otros compañeros, a los que con sus actos, con su vida, han dado la espalda, pese a quien pese, y pisando a quien sea, sólo para convertirse en aquello contra lo que en su día lucharon. Por eso, no hay mejor forma, parece, que ese asesinato contra uno mismo que es el suicidio, y aquí el suicidio se convierte en un acto en cierto modo simbólico.


Y mientras todo esto se va descubriendo, la vida personal de Jaritos también cambia, de un estado de muerte en vida en la que se había convertido su convalecencia pasa a un estado de normalidad en el transcurso de esta investigación paralela y no oficial que ha ido haciendo, con la aportación de Guikas, su jefe, que incluso le ha cedido a su secretaria, Kula, para que le ayude –ya que sus dos subalternos, Vlasópoulos y Dermitzakis, se deben al que ahora había ocupado su cargo, Yanutsos–, poco a poco, y a pesar de los intentos del poder político de llevar las aguas a su molino, se irán atando los cabos que le acerquen a la solución. Y para ello cuenta, cómo no y más en un caso como éste, con la ayuda inestimable de Zisis, aquel prisionero comunista que se ha convertido en su mejor confidente e, incluso, amigo. Pues cuando la izquierda se ha convertido en derecha uno ya no sabe qué mano es la que dirige la trama, quizá porque siempre ha sido esta mano la que manda y así nos va, suicidándonos tan perfectísimamente y en directo para todos los televidentes.
  





1995. Nυχτερινό δελτίο (Noticias de la noche).
1998. Άμυνα ζώνης (Defensa cerrada).
2003. Ο Τσε αυτοκτόνησε (Suicidio perfecto). Lectura
2006. Balkan blues (Balkan blues). [9 relatos]
2006. Βασικός Μέτοχος (El accionista mayoritario).
2008. Παλιά, Πολύ Παλιά (Muerte en Estambul).

2010. Ληξιπρόθεσμα Δάνεια (Con el agua al cuello). [Trilogía de la crisis, 1]
2011. Περαίωση (Liquidación final). [Trilogía de la crisis, 2]
2012. Ψωμί, Παιδεία, Eλευθερία (Pan, educación, libertad). [Trilogía de la crisis, 3] Lectura

miércoles, 26 de febrero de 2014

La mujer del lunar, de Håkan NESSER



¿Cuáles son las razones habituales para cometer asesinatos? ¿Cuáles son las razones que luego se convierten en pulsiones, las pulsiones que te obligan, que te fuerzan, que te manejan de tal forma que ya no eres tú, o eres tú pero con otro comportamiento, un comportamiento guiado por una mente que ya no es la tuya, sino una mente dominada por pulsiones que son más fuertes que las razones en contra, las pulsiones que te obligan a matar. Podríamos citar algunas, no son muchas, no son todas, pero una es la venganza, como en Kvinna med födelsemärke (La mujer del lunar) o en Borkmanns punkt; otra los instintos sexuales, desmedidos, depravados, como en Det grovmaskiga nätet (La tosca red) o Kommissarien och tystnaden; y otra puede ser lo anterior mezclado con la envidia, como en Återkomsten. Es decir, casi exclusivamente nos quedaríamos con dos pulsiones: el sexo y el sentimiento de venganza.

Håkan Nesser no ha sido un autor favorecido por las ediciones en español. Apenas se han traducido dos novelas de la serie del comisario Van Veeteren –de la que incluso hay serie televisiva y apenas ninguna de la nueva serie de Barbarotti. ¿Por qué? No lo sabemos, no sabemos cuáles son los elementos de decisión editoriales que llevan a publicar a tantos autores nórdicos y desechar a otros. En este caso al menos no se han dejado influenciar por la calidad de las obras, ya que por esa razón Nesser debería haber sido algo más favorecido.

La serie del comisario Van Veeteren, los diez libros, se escribieron en la década de los noventa del siglo pasado –como más o menos por las mismas fechas que el tan aclamado Wallander de Mankell–y primeros años de este siglo, siendo el primero de 1993 y el último de 2003, esto es, diez libros en diez años y serie completa; mientras que los de Barbarotti se están publicando en los últimos años y su autor ya ha anunciado los dos que le quedan para completar la serie. Pero de este último no vamos a hablar pues en español no existe ningún conocimiento de él, nos centraremos en Van Veeteren, aunque no nos ceñiremos a las dos únicas traducidas hasta la fecha. (En una primera lectura hablaremos de las cinco primeras y dejaremos las otras cinco restantes para una lectura posterior y así tener una visión completa de la serie.)

9788490060544Det grovmaskiga nätet fue su primera novela de la serie, de la que sí hay traducción (La tosca red cuyo título alude a esos hilos que te atrapan y no te dejan escapar). Ewa Ringmar es encontrada muerta en la bañera de su casa. Su marido Janek Mitter, quien la encuentra, es acusado y condenado. Tanto Mitter como Ewa son profesores en el mismo instituto Bunge en Maardam –ciudad ficticia no situada en Suecia sino en una especie de país centroeuropeo que pudieran ser los Paises Bajos como el nombre del protagonista pudiera indicar, pero otros elementos, los nombres de las calles, ciertos paisajes urbanos y no urbanos, los nombres de los otros personajes, etc., tampoco nos llevan a identificarlo claramente–. Las apariencias incriminan a Mitter e incluso su actitud y, ante todo, su pérdida de memoria del momento, fue una noche de borrachera y sexo con su mujer, no ayudan. Sólo cuando, ya ingresado en un centro psiquiátrico, es encontrado también asesinado, las cosas, la investigación toma un nuevo rumbo. Y ahí es donde aparecen la intuición de Van Veeteren y el trabajo de su equipo de investigación, más lo primero que lo segundo. Porque es en la búsqueda de los antecedentes, de lo ocurrido previamente al suceso, pero no sólo de lo inmediato al hecho sino de la trayectoria vital del personaje, en este caso de Ewa, en ese misterio que es una vida es donde se encuentran los hechos, los determinantes que han llegado a desembocar en el suceso en sí. Y es en ese silencio, en eso no dicho, que se convierte en lo desconocido por conocer, es donde hay elementos en común con la quinta novela de la serie, Kommissarien och tystnaden –traducido sería El comisario y el silencio–, cuyo título no puede ser más explícito en ese sentido. En esta novela la trama se aleja de Maardam y se desplaza a Sorbinowo, zona de campamentos de verano, donde se ha instalado la secta o iglesia de La Vida Pura, cuyo líder o Mesías es Oscar Yellinek. Van Veeteren, justo unos quince días antes de empezar sus vacaciones en Creta, es llamado para ayudar porque han desaparecido no una sino dos niñas de unos trece años y que pertenecen a esa congregación. Lo que se encuentra el comisario al llegar es el silencio de todos, no sólo de Yellinek, sino también de sus tres, llamémoslas, mujeres y de todas las otras niñas que estaban en el campamento junto a las dos desaparecidas. Y ese silencio que forma parte de esa vida retirada y que es una especie de protección frente al Otro Mundo de los que pretenden La Vida Pura, también es un muro con el que se topa la investigación de las desapariciones. Sólo cuando se encuentran los cadáveres de las niñas desnudas, violadas y estranguladas, los acontecimientos empiezan a avanzar y la causa a aparecer. Y con ello el elemento sexual como motivación de los hechos comporta mayor preponderancia. 


Como lo tendrá en Återkomsten –algo así como La reaparición o El resurgimiento–, tercera de la serie, aunque matizado con cierta dosis de envidia como motivo concomitante. En esta novela todo comienza con la aparición de un torso sin cabeza ni extremidades y cuya identificación no se produce hasta pasadas las primeras cien páginas de la novela. El asesinado es Leopold Verhaven (apellido claramente belga), un exitoso atleta de medio fondo hasta que se descubre que se dopaba, que después fue condenado en dos ocasiones, en 1962 por el asesinato de su pareja de entonces Beatrice, y en 1981 por lo mismo y en las mismas circunstancias, pero entonces será Marlene. Y justo al día después de salir de la cárcel, una vez cumplida su segunda condena, él a su vez también es asesinado. La novela se mueve entre ciertos flashbacks, la lucidez de pensamiento de Van Veeteren y las pesquisas de Münster y Rooth.

Las causas siempre vienen del pasado y aunque matizado por algún otro motivo –en las dos siguientes hablamos de venganza– el componente sexual está presente. En Kvinna med födelsemärke –cuya traducción española titula La mujer del lunar, aunque podríamos decir que födelsemärke alude más a una marca de nacimiento que en este caso es más bien psicológica que física– es una violación y en Borkmanns punkt un cierto maltrato psicológico y una degradación física. En La mujer del lunar los hechos que ocasionan los asesinatos ocurrieron hace treinta años, mientras que en Borkmanns punkt –que traducido significa El punto o El momento de Borkmanns, siendo Borkmanns el policía que formó a Van Veeteren, y que con ello se alude, como explicita la novela, al momento en la investigación cuando el conocimiento de los hechos ya es suficiente, el punto en el cual, por más información nueva que se sume, ya no es necesaria para desentrañar el asunto, el momento en el que el pensamiento (o la intuición) te dice click, ya está–, repetimos, mientras que en Borkmanns punkt todo ocurre unos años antes y todo se desencadena cuando los que cometieron los hechos vuelven a la misma ciudad tiempo después y más o menos a la vez. En ambos la venganza se lleva a cabo, y las investigaciones de Van Veeteren y sus compañeros siempre van un paso por detrás, incluso en La mujer del lunar –de la que no conseguimos saber el nombre–, como se dice en la novela, el círculo se completa, lo que ocurrió hace treinta años tiene su culminación en el presente a través de esa venganza, la causa que motivó el efecto al final sucumbe a manos de ese efecto.

En fin, Nesser ha creado un personaje peculiar, chistoso a veces, algo extravagante también, enfermo de cáncer de intestino, que será operado con éxito en Återkomsten, separado de Renate y con dos hijos, Jess, que ya le ha dado nietos –más cerca de los sesenta que de los cincuenta, y Erich, en la cárcel, y con amigos como Mahler con el que juega al ajedrez, bebe vino y escucha música clásica; y alrededor ha ido sumando otros policías como Münster, con el que juega al Bádminton y siempre pierde, y que luego tendrá mayor protagonismo en la sexta novela de la serie, Reinhart, que fuma en pipa y en La mujer del lunar encuentra a su pareja ideal, Jung y Heinemann, Rooth y deBries, o Ewa Moreno, que también protagonizará la octava. A ellos se suma Hiller, como el inspector jefe de todos, cuyo despacho parece más bien un jardín botánico. Pero todo se vertebra a partir de Van Veeteren y sus investigaciones cual psicoanalista hacia el pasado y que desembocan siempre como en el psicoanálisis en una sexualidad mal llevada.






1993. Det grovmaskiga nätet (La tosca red). [TV]
1994. Borkmanns punkt. [TV]
1995. Återkomsten. [TV]
1996. Kvinna med födelsemärke (La mujer del lunar). [TV] Lectura
1997. Kommissarien och tystnaden. [TV]
1998. Münsters fall. [TV]
1999. Carambole. [TV]
2000. Ewa Morenos fall.
2001. Svalan, katten, rosen, döden. [TV]
2003. Fallet G. [TV]