No son series de televisión, aunque permiten una secuencia. No son series de televisión policíacas, aunque pueden ser la raíz y son policíacas. No son asesinos en serie, aunque los hay. Son series de detectives o investigadores: Marlowe, Rebus, Conde, Beck, el agente de la Continental, Bosch, Morck, Jaritos, Romano, Grens, Grave Jones y Coffin Johnson, Sejer, Bevilacqua, Wilhelmsen, Adamsberg, Erlendur... Y se sitúan en cualquier lugar, son de cualquier lugar: la muerte está en todas partes.

sábado, 20 de septiembre de 2014

Nunca ayudes a una extraña, de J. M. GUELBENZU




En Nunca ayudes a una extraña, la última novela de la serie de la Juez de Primera Instancia e Instrucción Mariana de Marco, el protagonismo de la misma viene compartido por un nuevo personaje, el periodista Javier Goitia, –del que no sabemos si viene para quedarse o no–. Y decimos que comparten protagonismo porque la novela está narrada alternando capítulos en primera persona, los de Javier Goitia, y tercera –aunque habría que añadir los correos electrónicos (que no e-mails, término que no le gusta al autor) que Mariana escribe a su amiga íntima Julia, la arquitecto que ha ido apareciendo en la últimas novelas de la serie y que ahora se encuentra de viaje de negocios en Brasil, correos que vienen a resumir tanto el progreso en la investigación como el progreso en el enamoramiento, como luego veremos–, donde la Juez, continuamos, como en las novelas anteriores, se convierte en el sujeto que mueve los hilos, pero también en el objeto atentamente observado, de ahí esa tercera persona, un narrador externo que constantemente se recrea en la belleza o, mejor, atractivo de esta juez –que vuelve a tener 45 años como en la novela anterior a pesar de haber pasado tres años en la cronología interna de la serie (ver bibliografía abajo)–, como también lo hace y ya desde la primera escena los ojos curiosos de Javier Goitia.

Volvemos a estar en G…, lugar donde ejerce la Juez De Marco, después de aquel viaje un tanto enrevesado por el Nilo que fue la novela anterior, Muerte en primera clase, y volvemos a G… en primer lugar de la mano de Goitia, un periodista de investigación de 54 años que se acaba de quedar sin empleo debido a que su empresa ha cerrado, estamos en el 2004 –en concreto el 1 de julio (hay una errata en la primera página de la novela)– y el periodismo ya no es lo que era. Goitia viene a la ciudad a pasar unos días de vacaciones con su amigo Manolo, que regenta un bar en el centro, y ya desde la estación de Chamartín donde coge el tren sus ojos no pueden dejar de seguir la atrayente anatomía de la Juez.

Pero esa intromisión no será la única, puesto que ya en G… se produce un incidente en el que se ve envuelto, la aparente violación de una mujer, Concepción Ares, y la implicación de Francisco Llorente, el hijo juerguista de una influyente familia de la ciudad. Poco después la misma mujer aparecerá muerta tras haber caído por la terraza de su casa. Una posible violación y un aparente suicidio que instruirá la Juez De Marco.

Y en este contexto J. M. Guelbenzu se vuelve a recrear en el retrato, llamémosle decimonónico, de las familias pudientes implicadas –la alta burguesía otra vez como protagonista, algo muy dado en este autor y también muy típico en las novelas del XIX–, la de Concepción Ares, con su padre, el patriarca Constantino, dominante y altanero, la beata de su mujer Dorinda y de su hijo el cura, más Gonzalito Ares, el otro hermano, vividor sí, pero también el encargado de seguir llevando los negocios de la familia a buen puerto. Por otro la familia del presunto violador, los Llorente, Rufino padre y Rufino Jr., el que se sigue encargando también de los negocios de la familia, pero que como toda buena familia tiene un garbanzo negro en ella, el tal Paco Llorente. Y por último, la tercera en discordia, aunque en menor medida, la familia del marido de Concepción, Tomás Sánchez-Hevia. Un matrimonio de conveniencia, como no podía ser de otra forma.


Las presiones, pues, para que los trapos sucios salgan lo menos posible a la luz, no dejan de llegar a la encargada de instruir el caso o los casos, Mariana de Marco, pero como en las anteriores novelas eso no es más que un incentivo para que ella se muestre aún más independiente. Porque el entorno de los juzgados es el mismo que ya vivimos en El hermano pequeño (ver lectura), sigue estando el juez decano Carbajo, como cierto enemigo de Mariana, y luego su secretario Pelayo y el inspector Quintero, ambos de su parte, y en esta novela, vuelve a aparecer aquel inspector un tanto extravagante, Alameda, que tuvo su protagonismo en Un asesinato piadoso, en este caso cuando la novela se traslada a una ciudad cercana, S… Y eso nos hace detenernos en algo que hemos ido observando a medida que se han sucedido las novelas de la serie, el anclaje cada vez mayor en la descripción de las ciudades, en este caso G… y S…, que aunque el autor no quiera llamarlas por su nombre, quizá llevado por conservar el nombre de la tercera V… –es decir, como ya dijimos en la anterior lectura, la Vetusta de Clarín, otra vez la novela decimonónica como guía– el cariz simbólico de un lugar ficticio pero en el fondo real y existente, que, como decimos, se describe y se muestra cada vez con mayor precisión, en las calles y barrios, en los bares, en los restaurantes, mencionados y descritos, en las playas y paseos marítimos…

Plaza Mayor de G..., donde se sitúa el Hotel
en el que se aloja Javier Goitia

Pero donde de verdad se observa un cambio en la novela con respecto a las anteriores, no es en la trama, que vuelve a estar bien llevada, sino en la injerencia del periodista. Una injerencia en la escritura, ya hemos hablado de esa primera persona que lo pone en paralelo con Mariana en cuanto al protagonismo de la novela y una injerencia en la trayectoria personal de la propia Juez. Mientras en las anteriores novelas Mariana de Marco se ha caracterizado por su predisposición por acercarse a los malos de la película, no sólo en la investigación, que sería lo lógico, sino a introducirse en sus escarceos amorosos en la boca del lobo, por esa atracción al mal o al peligro de la que hablamos en el anterior comentario, ahora eso deriva en un cierto enamoramiento progresivo que se va produciendo a medida que transcurren las páginas de la novela y a medida que se van sucediendo los acontecimientos investigados, investigados por ambos, en un ten con ten, que acaba como tiene que acabar, pero claro no hacia el malo, sino hacia el bueno. Y, quizá, esa chispa que tenían antes las novelas se ha perdido aquí, sustituida por un entontecimiento clásico. Eso sí, el vouyerismo permanece y las escenas donde el cuerpo de Mariana cobra todo su vigor, no dejan de estar, en este caso vistos desde dos puntos de vista, el de siempre, el del narrador que se recrea, más ahora el de los ojos de Goitia ya desde la primera página de la novela.
       





(1) 2001. No acosen al asesino. [La trama posiblemente se sitúa en 1996-97]
(2) 2004. La muerte viene de lejos. [¿1997?]
(3) 2007. El cadáver arrepentido. [El tiempo interno se desarrolla en 1998, aunque hay referencias a todo el desarrollo del siglo XX]
(4) 2008. Un asesinato piadoso. [Se sitúa en 1999]
(5) 2011. El hermano pequeño. [En el 2000] Lectura
(6) 2012. Muerte en primera clase. [En el 2001, justo antes de la 2ª guerra del golfo, que se menciona explícitamente]
(7) 2014. Nunca ayudes a una extraña. [Julio de 2004] Lectura

viernes, 5 de septiembre de 2014

El muñeco de nieve, de Jo NESBØ




La lectura de una cualquiera de las novelas de Harry Hole, independiente, sin seguir el hilo de la serie, entre ellas la que nos ocupa, es absorbente, te atrapa y te lleva, tiene un ritmo ágil y una sucesión de escenas y acontecimientos que van pasando con fluidez, y la intriga, el misterio te hipnotiza con facilidad. Pero cuando lees la sucesión de novelas de la serie, desde las primeras –aún no traducidas– hasta ésta, la séptima, caes, en cambio, en lo ya dicho, en lo repetido, en la copia del esquema, cayendo en que los distintos argumentos en realidad son casi casi el mismo, siempre. 

Snømannen se publicó en su lengua original –noruego– en 2007 y su traducción al español como El muñeco de nieve en 2013. Dentro de la serie de Harry Hole ocupa el séptimo lugar de las diez que ya forman parte de la misma, como hemos mencionado ya. De ellas sólo se han traducido la mitad, cinco de diez, pero para este mismo año se espera una nueva novela de Jo Nesbø, aunque no en la Serie Negra de RBA como hasta ahora, sino en Roja & Negra de Random House: El leopardo –siguiendo la traducción inglesa del título, aunque la traducción del noruego de Panserhjerte sería más o menos “Corazón blindado”–. Aparte de la saga de Hole, el autor tiene editadas dos novelas policiacas independientes, Headhunters, ya traducida al español, y en este año 2014 Nesbø ha publicado Sønnen. Pero para los seguidores de la serie es de agradecer que aparezca una más, prevista para el mes de octubre, que en la cronología de la serie es la octava, quedando por traducir todavía las dos primeras y las dos últimas –ver bibliografía abajo–.

Pero entrando en lo que nos interesa, El muñeco de nieve de alguna forma retoma un tema, el de la búsqueda de un asesino en serie, que ya apareció precisamente en la primera de las novelas de este policía alcohólico, Flaggermusmannen –que traducido el título sería algo así como “El hombre murciélago”, aunque no tenga nada que ver con el famoso Batman–. Ya en esa primera novela, como decimos, ambientada en Sidney –junto a Kakerlakkene (que se traduciría como Las cucarachas), la segunda, que se sitúa en Bangkok, las dos únicas que ocurren fuera de Oslo–, Harry Hole es el encargado de encontrar al asesino de una mujer rubia, Inger Holter, de 23 años y, por supuesto, noruega –de ahí que Hole entre en escena–, y que terminará siendo un asesino en serie de mujeres rubias a las que violará primero y estrangulará después. De la misma forma en El muñeco de nieve la propia trama de la novela alude a esa trágica persecución de The murri, el asesino aborigen australiano.


Pero no es la única repetición que nos vamos a encontrar en las novelas de Hole, ni mucho menos. Podríamos decir, incluso, que todas ellas se basan en una continua y continuada repetición de tics, situaciones, personajes, enredos, borracheras, enamoramientos trágicos o desastrosos y, sobre todo, sospechosos erróneos. Porque al final todo se basa en ir descartando a sospechosos de los que se da por hecho que son los culpables y asesinos, incluso la novela –en realidad las siete de las que vamos a hablar–, tiene un momento donde todo parece que acaba porque ya se ha encontrado al culpable y resulta que al final no, que todo necesita de un reset –que normalmente ocurre cuando ya se llevan transcurridas unas trescientas o trescientas cincuenta páginas de la novela–, un volver a empezar que lo que hace es acumular páginas y páginas a las distintas tramas. Y es que el propio estilo de escritura de Nesbø peca de lo mismo, infinidad de capítulos finalizan con una frase o un párrafo ambiguo que da a entender siempre algo distinto de lo que de verdad es, pero provocando continuamente un cierto suspense, que de tan manido y manoseado termina siendo hasta cierto punto agotador.




Harry Hole es el protagonista y el eje sobre el que giran todas las novelas de su serie. Y tal es así, que según han ido pasando las novelas, el único personaje que queda desde el principio es él. El resto han ido desapareciendo de una forma u otra. Y hablando de los personajes, Harry Hole, que en esta novela ya tiene cuarenta años, pero sigue siendo el mismo que en la primera, apenas ha evolucionado, apenas se ha profundizado en él, desde el principio tiene sus episodios de borrachera, que no dejan de suceder de una novela a otra, y que suelen provocar paradójicamente no el derrumbe sino el esclarecimiento del misterio. En cuanto a los otros personajes, han variado pero al final son también los mismos. Así, Ellen Gjelten, su primera compañera, fue asesinada en Rødstrupe (Petirrojoquizá la mejor de todas con su trama de nazis noruegos, pero después podríamos decir que la sustituyó Beate Lønn, que apareció en la siguiente, Sorgenfri (Némesis), que ocupa un lugar destacado hasta la nuestra, El muñeco de nieve, donde casi ha desaparecido de escena, y donde ha aparecido Katrine Bratt. En cuanto a otros compañeros y jefes, su joven compañero Halvorsen ha tenido el mismo recorrido, más o menos, que Beate Lønn, cayendo en la anterior, Frelseren (El redentor), mientras que su primer jefe Bjarne Møller, ha tenido un lugar destacado, como amigo y salvador de Hole hasta Marekors (La estrella del diablo), pero ya en El redentor se ha medio jubilado en Bergen y allí opta por desaparecer, implicado en el caso del policía corrupto Tom Waaler, inductor del asesinato de Ellen, su primera compañera, y cabeza visible de la trama de corrupción organizada dentro de la propia policía que Hole a lo largo de las novelas ha ido desvelando y que al final ha implicado a su propio jefe Møller, y del actual, Gunnar Hagen, que ya lleva un par de novelas, podríamos decir que tiene una relación ambigua, como no podía ser menos en unas novelas donde todos son sospechosos de algo. Y eso es precisamente lo que las va vinculando unas novelas a otras, a lo que se añade los altibajos amorosos con Rakel Fauke, que apareció en Petirrojo y por ahora no ha abandonado la serie, aunque antes Hole ya tuvo un enamoramiento que terminó malamente en Flaggermusmanenn –la primera de la serie– con la sueca Birgitta Enquist o luego dentro de los bajos con Rakel, alguna escaramuza como en El redentor, pero aquí, en El muñeco de nieve vuelve a escena y de una forma protagonista Rakel y su hijo Oleg, ella porque a pesar de tener una nueva relación que va camino de casamiento con el médico Mathias Lund-Helgesen, no deja de engañarlo con su verdadero amor, Harry Hole.



En fin, que El muñeco de nieve es más de lo mismo, y lo mismo a veces gusta y a veces cansa, depende del momento de la lectura, donde a veces buscas lo mismo porque gusta y a veces necesitas cambiar porque estás cansado de lo mismo. Así es Harry Hole o las novelas de Jo Nesbø, que gustan o cansan dependiendo del momento. Porque en definitiva en El muñeco de nieve nos vamos a encontrar asesinatos cada vez más macabros, sospechosos casi culpables que luego dejan de serlo, el momento alcohólico de Hole que propicia el descubrimiento, la persecución final en este caso con Rakel de protagonista sufriente, como la prueba final que tiene que pasar el héroe y que siempre supera, el castigo del culpable y todos todos los ingredientes típicos de una novela de Hole, como no podía ser menos y que suponemos se repetirán en El leopardo. En octubre lo sabremos. 


El muñeco de nieve (traducción de Carmen Montes y Ada Berntsen), RBA, 2013. 




(1) 1997. Flaggermusmannen.
(2) 1998. Kakerlakkene.
(3) 2000. Rødstrupe (Petirrojo).
(4) 2002. Sorgenfri (Némesis).
(5) 2003. Marekors (La estrella del diablo).
(6) 2005. Frelseren (El redentor).
(7) 2007. Snømannen (El muñeco de nieve). Lectura
(8) 2009. Panserhjerte (El leopardo). Lectura
(9) 2011. Gjenferd.
(10) 2013. Politi

sábado, 9 de agosto de 2014

El noveno círculo de hielo y Helsinki Blood, de James THOMPSON




Lucifer’s Tears o, como se ha traducido al español, El noveno círculo de hielo, es la segunda novela de la serie del inspector Kari Vaara, mientras que Helsinki Blood es la última novela, la cuarta de la serie, en la que dicho inspector termina siendo comisionado del National Bureau of Investigation o NBI. Su autor, James Thompson, es un estadounidense afincado en Finlandia desde hace quince años que acaba de morir inesperadamente el 2 de agosto de este 2014, es decir, hace apenas unos días.

De los cuatro libros de la serie –estaba por aparecer este año el quinto, Helsinki Dead, del que no sabemos si ya estaba terminado o no a la hora de la muerte de su autor–, el primero, Snow Angels (Ángeles en la nieve), es el único que no se ambienta en Helsinki sino en Kittilä, un pueblo situado en la parte baja del Círculo Polar Ártico, lugar de procedencia de Kari Vaara y en el que precisamente la ambientación juega un lugar protagonista en la novela. Incluso, podemos añadir, el cambio de lugar provoca en toda la serie un cambio sustancial en la propias novelas, una, podríamos llamar, degeneración argumental que tiene que ver a su vez con una degeneración física y moral del propio protagonista de las mismas, Kari Vaara.

Situémonos, en la primera novela, Ángeles en la nieve, Kari Vaara es un simple inspector de policía de Kittilä, casado con Kate, una norteamericana que trabaja como directora general de un gran complejo turístico. Ella está embarazada de gemelos y está a punto de perderlos en un accidente de esquí donde se rompe el fémur. Gran parte de la novela trata de las difíciles relaciones por el contraste cultural que se da en la pareja. El caso al final tiene que ver con la propia historia personal de Vaara, donde su exmujer Heli cobra protagonismo, al igual que su actual marido Seppo Niemi, al principio el principal sospechoso, y en la que incluso su compañero, el sargento Valtteri, un “laestadianista devoto”, juega un papel inesperado.   

Decimos, Ángeles en la nieve, excepto por ese final que diríamos un tanto aparatoso, se mueve en un ámbito, llamémosle, hasta cierto punto coherente, aunque su desarrollo se vaya enrevesando a medida que avanza la novela y el contexto familiar, no sólo el de la pareja protagonista, sea un lugar más de conflictos que de otra cosa. Todo el entramado se inicia con el asesinato de Sufia Elmi, una actriz negra de películas de serie B. Ella es una hija de somalíes ya establecidos en Finlandia años antes. Y su asesinato, por el grado de crueldad, en un principio podría tener ciertos rasgos xenófobos, aunque su desarrollo posterior nos lleve por otros derroteros. Pero ya en ella, en la novela, decimos, se muestran ciertas exageradas características que en las sucesivas se van a amplificar hasta desfigurar las propias novelas.

En El noveno círculo de nieve, año y medio después, Kari Vaara, debido, entre otras cosas, a ese final espectacular de la anterior novela, se ha trasladado a Helsinki, al departamento de homicidios –murhoryhmä– de la comisaría de Pasila, y Kate, que perdió a los gemelos pero ahora vuelve a estar embarazada, dirige el único hotel de cinco estrellas de la ciudad. Aquí, Jyri Ivalo, el comisario superior de policía, que ya apareció en la novela anterior, cobra especial protagonismo como sospechoso por su afición al sexo y como –diríamos– el inductor del mal en las siguientes novelas, y aparece el nuevo compañero de Vaara, Milo Nieminen, un sargento de 25 años, de rasgos ciertamente extremos, con un coeficiente intelectual superior, exageradamente aficionado a las armas, además de hacker metido a policía. A ello añadimos la familia de Kate, su hermana Mary, incapaz de adaptarse a una nueva cultura, y su hermano John, borracho y drogadicto, que vienen a ayudar –entre comillas– a su hermana con su futura hija, Anu. Y el caso, el sangriento asesinato de Iisa Filippov, aficionada al sexo, estonia como su marido, Ivan, un hombre de negocios adinaerado en Helsinki con vínculos mafiosos, y con Linda Pohjola, la secretaria de éste, completando el triángulo, más la investigación paralela, ordenada desde las altas esferas de la política finlandesa, sobre un asesino de guerra, pero héroe nacional, Arvid Lahtinen, de 90 años, amigo y compañero de Ukki, el abuelo de Kari Vaara, que terminará siendo también amigo de Vaara, a pesar de su historial sangriento.

Si decimos que todo se resuelve envolviendo en la corrupción a todos o a muchos de los elementos políticos de la nación, incluido el ministro de asuntos interiores y el comisario jefe de policía, nos ayudará a determinar por dónde van a ir los tiros de las dos siguientes novelas, Helsinki White y Helsinki Blood. En ellas, Vaara comanda una especie de unidad oculta o secreta, organizada por Jyri Ivalo, contra la corrupción, que tiene todos los medios legales e ilegales para combatirla. Formarán parte de ella, el propio Vaara, su compañero Milo y se agregará Sulo Polvinen, Sweetness, como lo llama Kate, que apareció de forma tangencial en la anterior novela, un grandullón muchacho de apenas veinte años sin oficio ni beneficio, pero que cae bien a Vaara, y con gran dosis de aguante alcohólico y con un dominio de las armas extraordinario. Además Vaara tiene un tumor cerebral, anunciado en la anterior novela y que aquí le es extirpado, pero los efectos secundarios le convierten en un ser amoral donde roba a los ladrones para financiar sus propias investigaciones, que en este caso se ven encaminadas hacia los elementos de extrema derecha de la sociedad finlandesa. El caso se inicia con el asesinato de una política negra, Lisbet Söderlund y se enreda con incluso agentes secretos franceses como Adrien Moreau.

Porvoo, cerca de Helsinki, Finlandia
Lugar donde se encuentra la casa de Arvid Lahtinen
que termina heredando Kari Vaara
y donde se desarrolla parte de la trama de Helsinki Blood

La última novela, Helsinki Blood, parece estar pensada para que la degeneración en la que se ha convertido Helsinki White se mitigue un poco, aunque se inicia con el abandono de Kate del, por decir algo, hogar familiar, donde estaban todos metidos desde la novela anterior, Milo, Sweetness, sus novias o casi novias, Mirjami y Jenna, a pesar de la invalidez temporal de Vaara, debido al disparo en la rodilla del final de Helsinki White. Kate, que sufre estrés postraumático debido a lo mismo, decimos, se da a la bebida y se marcha a su país junto a su hermano John, aquel borracho y drogadicto que apareció en la segunda de la serie.

La excusa de la novela es el secuestro para la prostitución por las mafias, y que envuelve al cuerpo diplomático ruso, de una chica de trece años estonia que además tiene síndrome de Down, Loviise. Y parece un buen motivo para esa superación del deterioro moral que ha sufrido el protagonista en las novelas anteriores, pero aunque la trama se ajuste al objetivo, recuperando el protagonista a su mujer y la cordura moral en cierto modo, el deterioro argumental, la degeneración en la calidad de las novelas ha sido tan palmario, que el tumor que había amenazado de muerte al propio protagonista y que ya apareció al final de la segunda, también se instaló en las mismas novelas de tal forma que su desarrollo ha terminado por provocar una metástasis de tal magnitud que, creemos, no hay nada que las salve.     






(1) 2009. Snow Angels (Ángeles en la nieve).
(2) 2011. Lucifer’s Tears (El noveno círculo de hielo). Lectura
(3) 2012. Helsinki White.
(4) 2013. Helsinki Blood. Lectura
(5) 2014?. Helsinki Dead. [Posible publicación en 2014 o 2015, pero inacabada por la muerte de su autor el 2 de agosto de 2014]

lunes, 28 de julio de 2014

El último verano en la isla, de Johan THEORIN




En la primavera y el verano Gerlof Davidsson se traslada de su residencia de Marnäs a Stenvik donde tiene su casa cerca de la costa. Gerlof tiene cerca de ochenta y cinco años y éste posiblemente sea su último verano en la isla de Öland. Así se ha titulado la novela en español, El último verano en la isla, obviando su título original Rörgast en sueco que hace referencia a los túmulos de la Edad de Bronce que tienen cierto protagonismo en la novela. Porque todo empieza con el extraño enterramiento de uno de los Kloss allá por 1930 en el que estuvo presente siendo apenas un adolescente de quince años el mismo Gerlof, pero también alguien más que al poco emigró y ahora ha retornado, setenta años después, a la isla donde nació.

Antes de Rörgast Johan Theorin ha publicado tres novelas más del llamado cuarteto de Öland y cada una corresponde a una estación del año –ver bibliografía abajo–. Skumtimmen (La hora de las sombras), la primera de todas, se publicó en el 2007 y allí se nos presentó una trama que envolvía aspectos misteriosos que tenían que ver más con supersticiones o incluso leyendas de pueblo, y que el propio título ejemplifica, la hora de las sombras, se dice en la novela, es el momento de contar historias espantosas o historias de fantasmas. Pero esa historia es una historia real, la desaparición en 1972 del nieto de Gerlof, Jens, en un día de niebla extrema. Quizá de las cuatro sea la más conseguida y ya en ella se nos muestran las características que van a tener todas ellas. Un elemento de misterio que tiene que ver con la isla de Öland, con algún lugar o localización concreta, las más de las veces, y un desarrollo que nos traslada al pasado, al germen del misterio, y a distintos puntos de vista, a perspectivas distintas desde donde se ve el misterio, confluyendo en el anciano marinero Gerlof, que de alguna forma siempre está metido en cada uno de ellos, bien siendo protagonista, como en la primera, debido a la desaparición de su nieto veinte años antes, bien de una forma más adyacente, como en las tres siguientes, pero siempre mostrando su capacidad reflexiva que le lleva a ver lo que para otros es algo neblinoso con total claridad.

Así en La hora de las sombras el germen tiene que ver con un personaje Nils Kant que se nos muestra como la maldad en persona –la escena del ahogamiento de su hermano Axel, ocurrida allá por julio de 1936, es escalofriante y turbadora–, los puntos de vista van desde el recorrido vital de Kant a la desesperación de Julia, la hija de Gerlof y la madre de Jens, que se traslada a Öland intrigada por su padre, Gerlof, que lleva a cabo ciertas poco profesionales investigaciones con respecto a la desaparición de su nieto, ayudado por sus amigos John y Ernst, y la posterior perspectiva y ayuda –entre comillas– del policía de Marnäs Lennart Henriksson.

En Nattfåk (La tormenta de nieve), abandonamos Stenvik y Marnäs, lugares donde se situaba la primera para subir al nordeste de Öland, a la zona de los faros, Åludden, dos años después de lo ocurrido en la primera, y esta vez nos retrotraemos a 1846, momento de la construcción de la casa donde se van a desarrollar los acontecimientos y que se torna casi en un personaje protagonista más de la trama, casa que se construyó con las maderas provenientes del hundimiento de un carguero cerca de los faros. Allí Katrine, la mujer de Joakim Westin, y madre de Livia y Gabriel, morirá ahogada, pero lo que podría parecer un suicidio o una muerte accidental puede no serlo. Y para ello tomamos la perspectiva de Tilda, nieta de un hermano mayor de Gerlof y recién trasladada a Marnäs como policía de proximidad, y encargada de dar la noticia a Joakim. También tenemos un desarrollo paralelo de tres ladrones, Henrik, por un lado, y los hermanos Serelius, por otro, que se dedican a robar en las casas de veraneo vacías de la isla, que acabarán en la casa de Åludden. Y por último las anotaciones en un cuaderno de la madre de Katrine, Mirja Rambe, que aparecen al principio de los capítulos y nos van narrando las distintas muertes ocurridas en la casa o en los alrededores, ya por tormentas de nieve, como la que se avecina, ya por otras causas, a la que se ha sumado la de Katrine y que añade el elemento misterioso, fantasmal, al argumento.



Blodläge (La marca de sangre) tiene lugar en primavera, y Gerlof decide salir de su residencia en Marnäs para trasladarse a su casa de Stenvik durante algún tiempo, allí se encuentra con nuevos vecinos, que viven en dos mansiones recién construidas y otro, Per Mörner que ahora vive en la casa roja donde vivía el amigo de Gerlof, el escultor de piedra Ernst, muerto en la primera novela. El espacio en este caso es la cantera, ya abandonada, de donde sacaba la piedra Ernst para sus esculturas y que está al lado de la casa de éste y la historia en realidad son dos historias, las de los nuevos vecinos, Vendela, una mujer débil, propensa a la depresión, casada con Max, pero que procede precisamente de Öland, donde vivía con su padre, un antiguo obrero de la cantera, y que nos sumerge en los misterios de las hadas en la que creía de niña y sigue creyendo de mayor; y la de la familia de Per, separado con dos hijos preadolescentes, Jesper y Nilla, ésta enferma de cáncer, y con un padre Jerry, al que apenas ha tratado, con un pasado relacionado con el negocio de las revistas y las películas pornográficas; y por último se añaden los diarios que ha empezado a leer Gerlof de su esposa fallecida hace veinte años, Ella, que nos hablan de su creencia en los trols, enemigos de las hadas, y de su soledad al vivir con un marido marinero. Nuevamente el pasado actúa en el presente –de ahí el título, Blodläge o La marca de sangre, que hasta la piedra de la cantera tiene–, el pasado de Jerry y que afecta a Per, y el desgraciado pasado de Vendela que vuelve al retornar ella a su isla, y por último el pasado de Gerlof en boca de su Ella, que de alguna forma resolverá el misterio.

Borgholm, al norte de Öland, Suecia
En El último verano en la isla estamos a las puertas del nuevo milenio pero todo inicia en 1930 en el enterramiento de Edvard Kloss antepasado de los nuevos Kloss, Kent, Veronica y Niklas, propietarios del Örlandic, un complejo vacacional y turístico, que los convierte en los adinerados del lugar, y que están en pleno Midsommar, el día más largo del verano, con unas colas kilométricas de veraneantes cruzando por el puente que une Kalmar, en el continente, con la isla de Öland para pasar allí las apenas seis semanas del corto verano sueco en busca de fiesta y alcohol. Esta novela es donde mejor se observa la estructura de las novelas de Theorin, cada capítulo muestra el personaje desde donde está contado lo que sucede, y así se van alternando las perspectivas de Jonas, hijo de uno de los Kloss, un muchacho de apenas quince años, amigo de los nietos de Gerlof, que se encuentra con un barco fantasmal con una tripulación fantasmagórica en plena noche; la del Retornado, Aaron Fredh, emigrado a la Unión Soviética en los años treinta y que allí será Vladímir Yegerov, y que nos narra sus vicisitudes en ese país hostil y el regreso a su isla y su ansia de venganza; la de Lisa, una disk jockey con dos caras, y que es una perspectiva que mira desde fuera y que se encuentra dentro de algo sin esperarlo; y, por último, la de Gerlof, que decide pasar unas semanas fuera de la residencia, quizá sus últimas semanas de vida, que une sus recuerdos a su extremada curiosidad para encontrar el origen de lo que está sucediendo ese verano en la isla.



Cuatro novelas muy bien construidas en un entorno entre ficticio y real –el propio autor nos dice que algunas localizaciones, Stenvik, por ejemplo, no son reales pero sí basadas en lugares de Öland–, con unas historias donde se mezcla lo misterioso –que tiene que ver con las leyendas propias de los pueblos– y la intriga de lo que sucede en el presente, y que a su vez nos remonta al pasado como clave para resolver ese misterio y esa intriga y con un investigador, que además es un contador de historias, Gerlof Davidsson, un octogenario, antiguo marinero jubilado, y que rompe todos los esquemas de lo que es el prototipo preponderante. Eso es lo que nos encontramos cuando nos sumergimos en el cuarteto de Öland, unas historias policiacas contadas por un octogenario como si fuesen historias de fantasmas, pero sin fantasmas.   






(1) 2007. Skumtimmen (La hora de las sombras). [Otoño]
(2) 2008. Nattfåk (La tormenta de nieve). [Invierno]
(3) 2010. Blodläge (La marca de sangre). [Primavera]
(4) 2013. Rörgast (El último verano en la isla). [Verano] Lectura

viernes, 18 de julio de 2014

El hombre con cara de asesino, de Matti RÖNKÄ




No es muy frecuente encontrar autores finlandeses traducidos al español, tampoco son frecuentes los autores finlandeses que se dediquen a escribir novela policiaca, al contrario que sus vecinos de la zona escandinava, ya sean suecos o noruegos, incluso daneses, y hasta algún que otro islandés como Indridason, pero finlandeses no, no los hay o hay muy pocos, y éste que leemos, Matti Rönkä, es uno de los pocos –otro, un estadounidense afincado en Finlandia, James Thompson, (ver lectura)–.

Y además de ser pocos son poco traducidos, ya que ésta que presentamos, Tappajan näköinen mies, traducida en Alfaguara como El hombre con cara de asesino, es la primera y única de la serie de siete novelas cuyo protagonista es Víktor Kärppä, y que se publicó en su lengua original allá por el año 2002, o sea hace más de una década. Su autor, ya mencionado, Matti Rönkä, es un reconocido periodista de la primera cadena de televisión finlandesa, YLE TV1. 

Y ese desconocimiento en estos lares que se deja traslucir por la poca difusión de lo que viene de allá se acrecienta además por la propia idiosincrasia de la serie de Kärppä, pues quién nos iba a decir que esta especie de detective privado no al uso se llame también Víktor Niloláyevich Gornostáyev ya que su lugar de origen es Sortavala, un pueblo que se sitúa en la región rusa de Carelia, una zona fronteriza a caballo entre Finlandia y Rusia y un territorio cuya historia es un trasvase constante de finlandeses y rusos de un país a otro dependiendo de los vaivenes históricos correspondientes. Y sí, allí, Kärppä sigue teniendo a su madre, Anna Gornostáyeva, y en Moscú a su hermano Alekséi, y también allí en Sortavala está establecido uno de los hombres para los que trabaja, Valeri Karpov, cuyo socio en Helsinki es Ryzhkov. Porque Vïktor Kärppä vive en Helsinki y su labor como detective privado es algo secundario, ya que en realidad él trabaja haciendo pequeños chanchullos de contrabando para Ryzhkov, aquí, en Helsinki, y Karpov, allí, en la Carelia rusa, aprovechando su ambigua nacionalidad, ya finlandés, por parte de madre, ya ruso más concretamente ingrio, por parte de padre.

Tres elementos, pues, nos vamos a encontrar en esta novela, que se van entremezclando a partir de la voz en primera persona de Kärppä: uno, el histórico-sociológico, más o menos comentado en lo que antecede, que nos da el anclaje vital; otro, el socio contextual, que nos lleva hacia una trama vinculada al contrabando entre un país rico y occidental, como puede ser Finlandia, y los orientales o del bloque del Este, podríamos decir, que están al otro lado de la frontera, Rusia o la Carelia rusa y, a muy poca distancia por mar, Estonia y su capital Tallin; y justo, relacionado con esto está el último elemento, el de la intriga policial, hasta ahora no comentado, que tiene que ver con la desaparición de Sirje Larsson, de soltera Lillepuu, una ciudadana estonia, casada con un finlandés, el librero Aarne Larsson, que es precisamente quien le pide ayuda a Kärppä para encontrar a su mujer desaparecida.

Zona del golfo de Finlandia, con Tallin al Sur
y al Este la zona de Carelia, donde se encuentra Sortavala

Y a ese embrollo inicial, con por ahora tres capas, se van a unir otras tres más, que además se van desdoblando: las relaciones personales de Kärppä, familiares con su madre, que sufre un infarto, y su hermano, y amorosas con Marja Takala, una estudiante con la que no casa muy bien, debido a su carácter algo retraído; las que le vinculan con la policía finlandesa, siendo una especie de informante sin serlo del inspector Korhonen, también a su modo un tanto raro, con el que mantiene unos diálogos a veces demasiado sarcásticos, y las que involuntariamente tiene con los servicios secretos rusos, el SFS, antigua KGB, y con su contacto, Arkadi, que desembocarán en un final, quizás, un tanto artificioso; y, por último, otra vez, con los estonios, las mafias estonias de contrabando, ya que Sirje, la mujer desaparecida, además es hermana de Jaak Lillepuu, cabecilla de una organización estonia vinculada al tráfico de drogas que se quiere establecer en Helsinki.


Como vemos, en poco más de doscientas páginas de novela el aspecto informativo, de demasiada información, queremos decir, y la cantidad de desvíos, de vínculos, de relaciones ambiguas y escondidas es, decimos, quizás excesiva y de eso es precisamente de lo que peca esta novela. No por la trama en sí, que no deja de resultar a pesar de todo fluida, salvando lo que hemos dicho, ni por el personaje principal, del que en cierto modo nos encariñamos, ya que todo el mundo de alguna forma lo utiliza, a pesar de su cara de asesino o precisamente por eso y que él mismo justifica de esta forma: "En el ejército me dijeron: 'Gornostáyev, es usted un hombre con cara de asesino'. Yo más bien pensaba que mi apariencia era la de una persona amable y bondadosa, pero en el servicio militar se oyen en general muchas cosas sin sentido. Más tarde entendí lo que habían querido decirme los oficiales. Muchos se quedan paralizados ante el peligro, o entran en pánico, y eso es algo que se refleja en la cara. A mí no. Yo noto el subidón de adrenalina y cómo el miedo y los pensamientos me invaden la cabeza, pero al mismo tiempo mi razonamiento se vuelve más nítido y ágil, mientras que mi rostro se torna inexpresivo".


No, su falta no viene por ahí, sino por la necesidad de mayor desarrollo y profundidad, eso es lo que echamos algo en falta. Y quizá esa falta sea debida a que esta es una primera novela de una serie de siete que precisamente nos está introduciendo, nos está dando lo preliminar, y que posiblemente –no lo sabremos si no tenemos las siguientes– sea como una especie de anticipo de lo porvenir. Y sólo partiendo de ese punto de vista, del de que ve la situación en retrospectiva podríamos valorar de otra forma esta novela. Con todo, un buen personaje, una buena trama en un buen contexto.  






2002. Tappajan näköinen mies (El hombre con cara de asesino). Lectura
2003. Hyvä veli, paha veli.
2005. Ystävät kaukana.
2007. Isä, pika ja paha henki.
2009. Tuliaiset Moskovasta.
2011. Väärän maan vainaja.
2013. Levantin kyy.

lunes, 7 de julio de 2014

Celda número 8, de Anders ROSLUND & Börge HELLSTRÖM




Las novelas de Anders Roslund y Börge Hellström son novelas con mensaje. No son propiamente policiacas y sí lo son. En todas ellas la investigación dirigida por Ewert Grens y llevada por su grupo es parte protagonista, pero no la única y no la más protagonista, sino que el otro elemento, incluso, se convierte en el vértice y parte vertebradora, todo el entramado de las historias parten de este otro elemento, las historias se construyen no para que al final Grens y los suyos triunfen y sean los mejores policías, no, eso apenas tiene valor ni para ellos ni para las tramas, no: todo el entramado está construido para denunciar algo, como iremos viendo al analizar sus novelas. Y ese elemento, el de la denuncia, el del mensaje que trasladan las novelas, es lo que las diferencia.

Y podemos decir que esa característica procede de dos factores principalmente, uno, de la historia propiamente dicha de la novela policiaca sueca, de la buena, la que parte de los pioneros del género allí, la del comisario Beck de la pareja Sjöwall & Wahlöö –ver lectura, y, por otro lado, proviene del periodismo –recordemos que uno de los integrantes de esta otra pareja, Roslund, es periodista, el otro, Hellström es un exdelincuente metido en la lucha por la reinserción de expresidiarios–, del carácter investigador del periodismo, de la investigación que culmina en la denuncia, en la denuncia de lo que no debería ser pero es. Y eso es lo que al final las novelas de Roslund y Hellström consiguen: denunciar.

Pero ese fin último no desmerece y ni mucho menos destruye el carácter novelístico de las novelas, ni mucho menos, todo lo contrario, es decir, aunque esa finalidad esté ahí y no se puede dejar de presenciarla, las tramas, los argumentos, el ritmo –una característica que ya destacamos en la lectura que hicimos en su día de Tres segundos– el ensamblaje entre los dos lados, el de los investigadores y el de los investigados, esto es, la conjunción entre ambos está tan bien construida, la propia estructura, el retrato de los personajes, los finales que no tienen por qué desembocar en lo obvio, aunque confluyan hacia lo que nos tememos, en fin, todo el conjunto nos da unas tramas poco menos que perfectas.

Edward Finnigans upprättelse –algo así como “La reparación de Edward Finnigan”, aquí traducida como Celda número 8, siguiendo el título de la traducción en ingles–, es la tercera novela en la cronología de la serie del comisario Ewert Grens –como vemos en la bibliografía de abajo– pero la cuarta que aquí se traduce de estos dos autores. Y quizá, solo quizá, no es la mejor de todas ellas, luego analizaremos el porqué, pero, como el resto, presenta todas las características positivas que hemos enumerado anteriormente.

La serie empezó con Odjuret (La bestia), una novela que describe la devastación, el sinsentido que provoca en un ser humano, primero, y en una sociedad, después, el ataque sexual y brutal a los niños, en este caso a niñas de apenas cinco años, hablamos de Marie, la hija de Fredrik Steffansson, aunque la novela se inicia con la descripción del flirteo del pederasta Bernt Lund con dos niñas de unos nueve años, Maria e Ida, y su posterior sodomización y asesinato. Y continúa con la persecución de este pederasta antes de que vuelva a hacerlo, como inexorablemente ocurrirá.

Aunque parte de su desarrollo posterior nos sumerge en el mundo de la cárcel y las relaciones poco menos que conflictivas entre los presos –ya hemos comentado el pasado de uno de los autores, Hellström–, aspecto que también será tratado en Tre sekunder (Tres segundos) –ver lectura– recuperando personajes como el aquí ya director de la cárcel de Aspsås, Lenart Oscarsson, o donde aparecen otros que luego tendrán más protagonismo en siguientes novelas, como el drogadicto Hilding Oldéus o Jochum Lang –ligado a la historia personal de Grens–, que aparecerán en la segunda, Box 21 (Estocolmo, Estación Central).

Como vemos, personajes y ambientes que pretenden aportar ese grado de realidad o verosimilitud que perfectamente está conseguido en todas las novelas, excepto posiblemente en la que nos ocupa.


Porque tanto en Estocolmo, Estación Central, que trata del tráfico de mujeres para la prostitución desde los países bálticos hacia Suecia o en Tres segundos donde el tema se centra en los infiltrados de la policía dentro de las mafias, en este caso, de tráfico de estupefacientes, que también provienen de países del Este europeo, como Polonia, en ambos, decimos, la denuncia es evidente: uno, la facilidad y la vista gorda con la que se actúa cuando de prostitución estamos hablando y otra la utilización de personas sin ningún escrúpulo por parte de las autoridades y saltándose todas las reglas del estado de derecho que hagan falta simplemente con el argumento de que es necesario para proteger a la sociedad. Pero, con todo, el resultado no deja de impactarnos.

En cambio, en Celda número 8, que también se mueve en el ambiente de la cárcel, hay algo que no nos termina de encajar, y es posiblemente el ámbito extraño, ajeno, diríamos, en el que se mueve, el del corredor de la muerte en la cárcel de Marcusville en Estados Unidos. Porque esta novela que se inicia con una agresión de John Schwarz a Finn Ylikoski dentro de un Ferry durante la travesía con destino Estocolmo y que deriva en el encarcelamiento y posterior descubrimiento de que este John Schwarz en realidad no existe y tiene una documentación falsa, nos traslada hacia un terreno que se nota que no es el propio, y es un terreno que la novela debe transitar porque la intención precisamente es denunciar la pena de muerte, el ojo por ojo que impera en algunas naciones que llamamos civilizadas.

Sede del edificio de la policía en Estocolmo

Y es esa venganza, que ya apareció en La bestia, en nombre de Fredrik, el padre de la niña de cinco años, o en Estocolmo, Estación Central, a través de Lydia Grajauskas, la prostituta brutalmente apalizada por su chulo, y que, perdida su propia identidad, decide acabar por esa misma vía, es, decimos, el elemento que explica precisamente la instauración de la pena de muerte en algunas sociedades, como el justo castigo que según Edward Finnigan se merece el presunto asesino de su hija de diecisiete años, pero que les saca a estos autores de su medio natural, podríamos decir.

Vista de Södermalm, Estocolmo
Foto: Archivo personal
Y si a eso añadimos ese plan tan perfectamente diseñado, pero un tanto inverosimil, y, en el final, hasta rocambolesco, del funcionario de prisiones Vernon Eriksen con el que termina la novela, entonces nos damos cuenta de que esta, la tercera de la serie, quizá sea la más floja de todas.

Pero hasta aquí no hemos hablado de los personajes: el extraño inspector, Ewert Grens, anclado en el pasado, en el accidente que dejó a su pareja Anni en un estado de daño neurológico severo y permanente; ni de Sven Sundkvist, siempre a la estela de Grens, más sensible, cuyos cumpleaños siempre se ven enturbiados por algún caso; o la jóven Mariana Hermansson, que aparece a partir de la segunda novela y que será la única que de alguna forma venga a modificar en algo el comportamiento de Grens; o de otro de los habituales, el fiscal Lars Ågestam, tan distinto al comisario, que genera los conflictos que los distancia, aunque se necesiten, como en el final de Tres segundos. Y no lo hemos hecho precisamente porque su presencia no entorpece la visión del otro lado, el del conflicto, el de la historia paralela que construye la trama, porque estos personajes la acompañan sin desmerecerla, no ocupan su protagonismo, están al lado, para desvelarla y para mostrarla en su justa medida, porque de eso es de lo que se trata.






2004. Odjuret (La bestia).
2006. Edward Finnigans upprättelse (Celda número 8). Lectura
2007. Flickan under gatan.
2009. Tre sekunder (Tres segundos). Lectura
2012. Tva soldater. Próxima Lectura